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“Fuck the war, fuck el fascismo”: lo dice Lydia Lunch

Marina Estévez Torreblanca

Madrid, 25 jun (EFE).- Lydia Lunch ha ofrecido este martes una lección de vanguardia y ruidismo junto al francés Marc Hurtado en la que han deconstruído las canciones de Suicide, grupo al que homenajeaban, y las han intercalado con mensajes políticos como el “fuck the war, fuck el fascismo” entonado hipnóticamente por la icónica ‘performer’ estadounidense.

Lunch, que a sus 65 años mantiene una actitud tan rebelde que ni se le ocurre doblegarse a la obligación de simular otra edad, salvo, tal vez, por el tinte de su larga melena negra, ha ofrecido un concierto de alta intensidad y corta duración en la madrileña sala El Sol, precedido del recital de Sarcoma.

Un espectáculo abrasivo de alrededor de una hora ante un público heterogéneo en edades pero no en entrega, que se ha compuesto de canciones de Suicide y Alan Vega, líder del grupo y pionero del punk electrónico fallecido en 2016, con el que ambos colaboraron.

Esta gira tiene un alto componente emotivo y biográfico, ya que esta artista contracultural, exponente del ‘no wave’ (un género punk-rock que se opuso al comercial ‘new wave’) fue a un concierto en Suicide en Nueva York a los 16 años que le inspiró para fundar el primero de sus muchos grupos musicales: Teenage Jesus and The Jerks.

Lunch ha interactuado con su público, alguna vez afeando la pulsión grabadora de los momentos más merecedores de ser vividos, y siempre con una actitud combativa y poderosa, mientras se servía copas de Torres 10 de la botella situada sobre la mesa de mezclas del igualmente polifacético músico, pintor y cineasta francés Marc Hurtado (fundador en los 70 del grupo Etant Donnes).

Al final, cuando todo parecía a punto de empezar, ha agarrado su bolso de cuero negro y ha abandonado el escenario entre aclamaciones de un público que todavía pudo disfrutar de su presencia en la zona de venta de merchandising.

Hace 10 años que Lunch y Hurtado iniciaron esta “especie de “Blitzkrieg” (guerra relámpago) sónico y ceremonia visual chamánica, donde ambos artistas queman sus almas en el corazón volcánico de la música de Alan Vega y Suicide”, aseguraba la convocatoria del espectáculo.

Lydia Lunch es una leyenda por su actitud vital y artística desde que llegó a Nueva York casi una niña huyendo de un padre violador y decidió exorcizar sus demonios con una actitud libérrima, sexual y provocadora de inaudita intensidad hasta para aquel ambiente de emergencia del punk.

En la actualidad mantiene incólume este espíritu que también es humanista y político, ya que desde muy joven decidió analizar sus propios traumas enmarcándolos en una sociedad patriarcal, violenta y desigual a la que se enfrenta desde su creatividad.

Así lo deja patente en otra de sus facetas más fructíferas, la ‘spoken word’ (performance poéticas, musicales y teatrales), de donde sale el título del documental sobre su vida dirigido por su vieja amiga Beth B ‘Lydia Lunch: La guerra nunca termina’, disponible en Filmin.

Lunch, que fue apodada así por sus amigos a los que llevaba comida que robaba en el restaurante en el que trabajaba, confiesa no haber tenido nunca fantasías suicidas, sino homicidas, una actitud que es muy capaz de transmitir en un escenario. EFE

met/fp

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