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‘Tito Aguacate’, el bar más popular de la capital hondureña cumple 80 años de ‘calambres’

Germán Reyes

Tegucigalpa, 22 feb (EFE).- El ‘New Bar’, más conocido como ‘Tito Aguacate’, el más popular de Tegucigalpa, la capital de Honduras, cumplió esta semana 80 años de fundación sirviendo a sus clientes, que van desde el más humilde obrero al más encopetado de los diplomáticos, el trago de la casa: el ‘calambre’.

«El bar se llama New Bar, pero como mi papá siempre tenía boca de aguacate (bocadillo para acompañar al trago), la gente le puso Tito Aguacate, y así nos quedamos», dijo a EFE Fernando Pereira (67), uno de los cuatro hijos que tuvo el dueño del establecimiento, José Valentín Pereira, quien murió en 1991, a los 55 años.

Fernando recordó que el fundador del ‘New Bar’, el 19 de febrero de 1945, fue Pedro Maradiaga, para quien su padre trabajaba y, después, en 1957, se lo compró.

El ‘calambre’, cóctel con ginebra, vino tinto, limón y azúcar

Según Fernando, el ‘calambre’ es un trago que su padre preparó un día para «curar de una gran goma» (resaca) a un amigo, después de una borrachera del día anterior, sin imaginarse que llegaría a convertirse en el trago más popular de ‘Tito Aguacate’.

«El trago este es sencillo, en un vaso -bote de vidrio con tapadera de rosca- le echas el hielo, limón, azúcar, lleva un poquito de gin y vino tinto», indicó Fernando mientras preparaba, de manera simultánea, tres ‘calambres’ para unos asiduos clientes.

Entre la clientela que tuvo José Valentín Pereira, el cóctel se fue quedando con el nombre de ‘calambre’, creyendo muchos que solo era para aliviar la resaca, pero según Fernando, después se volvió una bebida común del bar, al que a diario llegan clientes de todos los estratos sociales, hombres y mujeres.

Durante muchos años del siglo pasado al bar no ingresaban mujeres, lo que algunos de los viejos y asiduos clientes atribuyen a que la sociedad de Tegucigalpa ha sido muy conservadora.

Fernando considera que «la mujer de antes no es como la de ahora, la mujer de ahora es más liberada», y recordó que las primeras comenzaron a llegar con su esposo o amigos.

De las paredes del antiguo bar cuelgan fotografías, pinturas, publicaciones de diarios, banderines de equipos de fútbol, como el español Real Madrid, y el Olimpia, hondureño, artesanías alusivas al bar y hasta una gráfica enmarcada del dictador Tiburcio Carías Andino, que estuvo 16 años en el poder en Honduras.

En lo más alto de una pared, resalta una fotografía en blanco y negro, grande, enmarcada, de José Valentín Pereira, a quien le decían ‘Tito’, dando pie a lo que después sería el segundo nombre del bar, en el que desde 1957 el aguacate nunca ha faltado en los bocadillos para los clientes, acompañándolo con patata cocida, queso fresco y rodajas de pepino y rábano, por ejemplo.

El aguacate también está plasmado en el rótulo grande del ‘New Bar’, que está en la entrada de la vieja casa, patrimonio cultural, de ‘Tito Aguacate’, que tiene entre sus clientes músicos, políticos, abogados, artistas de la plástica, obreros, campesinos, médicos, periodistas, ingenieros, diplomáticos americanos y europeos.

Además de otros asiduos visitantes, gente de la economía informal que no llegan por un ‘calambre’, sino a vender lotería nacional, verduras, dulces y cigarrillos, entre otras cosas.

Entre los clientes de ‘Tito Aguacate’ hay quienes definen el bar como «una universidad del pueblo, donde todos somos iguales», nada que ver con lo dividida que está la sociedad hondureña por culpa de los políticos.

Coincidiendo con los 80 años de ‘Tito Aguacate’, al bar llegó el ciudadano ecuatoriano, Andrés De la Vega, acompañado de su esposa, Denise Zelaya, cuatro amigos periodistas y un abogado, y una gloria viviente del fútbol nacional, Héctor ‘Pecho de águila’ Zelaya, anotador del primer gol de Honduras en un mundial de fútbol, el de España 1982.

Después de dos horas observando el ambiente ameno y bullicioso que se vive en el viejo bar, donde los clientes conversan de todo y de nada, De la Vega dijo a EFE que «Tito Aguacate es una inmersión en Tegucigalpa, como una especie de túnel que te acerca a la historia y la coyuntura del país mientras platicas y te bebes un calambre».

«El calambre, entonces, tiene ese efecto de conectarte con anécdotas, mitos, pesares y alegrías de este pueblo que inventa formas de disfrutar en medio de todas sus circunstancias. Tito Aguacate, más que un bar, es una experiencia catracha (hondureña) única».

Del grupo de amigos, el único que salió sin ‘calambres’ fue ‘Pecho de Águila Zelaya’, quien tuvo un apoteósico recibimiento entre los clientes de ‘Tito Aguacate’. EFE

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