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Hermann Hesse: «Escribano, terapeuta, pesquisidor»

Keystone

Hermann Hesse, uno de los grandes escritores del siglo XX, recibió a lo largo de su vida miles de cartas procedentes de todo el mundo, a las cuales respondió casi siempre de propia mano. Parte de esa correspondencia se encuentra en el Archivo Literario Suizo en Berna.

“Este obsequio lo recibimos en julio pasado desde Estados Unidos”, indica el archivista Lukas Dettwiler, quien trabaja en el Archivo Literario Suizo desde 2003.

“Se trata de una donación de la familia Ullmann, que antes vivía en Zúrich y le alquilaba una habitación al novelista, quien con frecuencia viajaba a esa ciudad en las décadas de 1920 y 1930”, explica.

Entre las alrededor de 50 postales y cartas de esta donación se encuentran comunicaciones de índole práctico, como el despacho de su correspondencia personal o el envío de calcetines de lana, comenta este empleado de los archivos helvéticos.

Cabe decir que al Archivo Literario Suizo llegan con regularidad misivas descubiertas en el diván de los familiares de aquellos que mantuvieron correspondencia con Hesse. El propio escritor conservó unas 40.000 piezas de correspondencia a su nombre. Gran parte de esta comunicación epistolar se encuentra en Berna y otro buen número en el Archivo Literario Alemán de Marbach.

En el piso sexto del archivo subterráneo de la Biblioteca Nacional Suiza (BNS) no se siente el calor de este día de verano. Temperatura ideal para conservar el legado de Hesse, entre muchos otros tesoros.

Seis mil libros de la biblioteca del literato de su residencia en Montagnola, en el Tesino, se conservan en Berna. “Todos esos libros los tuvo en sus manos, es impresionante”, comenta Dettwiler. “Hesse no solo escribió un sinnúmero de obras y poemas, sino que también leyó mucho y redactó unas 3.000 reseñas literarias”.

Correspondencia con contemporáneos y admiradores

“Aquí se encuentran las cajas con las cartas que Hesse recibió”, nos señala Dettwiler. Entre ellas se encuentran firmas de personalidades como la del autor suizo Robert Walser, el escritor austriaco Stefan Zweig, o la correspondencia que Hesse mantuvo con el psicoanalista J.B. Lang.

Se trata de más de 100 cajas en las que se encuentran ordenadas y rotuladas más de 20.000 cartas de 6.000 remitentes provenientes de unos 100 países.

Además de colegas literarios, pintores y músicos, Hesse se escribía con personas “comunes”, que lo admiraban en todo el mundo. Hay cartas procedentes de Tel Aviv, Santiago de Chile, Nueva Delhi, Tokio, varias ciudades de EE.UU. y del continente europeo.

“Mire esta perla”, dice orgulloso Dettwiler al extraer cuidadosamente una carta centenaria de su fino envoltorio. “Es del año 1908 y la firma Elisabeth Goller, diseñadora de moda y gran admiradora de Hesse”.

El Premio Nobel de Literatura (1946) era bien conocido por la atención que prestaba a su correspondencia. Dedicaba más de una tercera parte de su tiempo de trabajo a las misivas, según Volker Michels, lector y editor de la casa Suhrkamp, que imprimía sus obras.

La opinión de Hesse como apoyo existencial

El escritor respondía a un sinnúmero de preguntas a través de su correo. “Esas respuestas son una fuente inagotable sobre la vida y obra de Hesse a través de cortos y fascinantes relatos. No hay casi ninguna pregunta existencial a la que el escritor no se hay referido”, escribe Michels sobre el tema en el marco de los festejos conmemorativos a los 50 años de la muerte del famoso literato.

Amor, matrimonio, vida en común, muerte, tristeza o religión: temas todos que tienen lugar en la obra de Hesse, algo que no era corriente en esos tiempos.

El archivista bernés recuerda la pregunta de una mujer sudamericana: “Vivo en un matrimonio adinerado, pero soy infeliz. ¿Tiene un consejo para que pueda cambiar mi vida?”. Hesse le respondió si ya había intentado ejercicios de yoga. “Pese a que tal vez la cuestión le resultó incómoda, decidió responderle extensamente. Lo consideró pertinente”.

Multifacético

¿Hesse se habría alimentado para escribir sus obras de ese inhabitual e intensivo intercambio de cartas o acaso le resultaba una compensación a su vida solitaria en la que poco toleraba las visitas? El archivista no puede responder a esta incógnita, pero le queda claro que Hermann Hesse sentía una fuerte responsabilidad para con sus lectores. “La gente no le resultaba indiferente”.

De algún modo, el escritor también resultaba útil a sus remitentes, era visto como consejero espiritual, como terapeuta, responde Lukas Dettwiler. “Para algunos era más bien un gurú, una figura espiritual”. Pero el propio autor no se consideraba como tal. “Hesse estaba en la búsqueda, sin saber hasta dónde le llevaría ese alto grado de exploración. Esto lo muestran obras como El Lobo Estepario (‘Steppenwolf’) o Siddhartha.

La información epistolar es una fuente más para descubrir y conocer a Hesse, reitera Dettwiler. “Las cartas ofrecen una imagen completa y muestran al escritor en diversas facetas. Muchos de aquellos con los que se cartea ven en él un reflejo de sí mismos, pues les da el sentimiento de no estar solos con sus lamentos o inspiraciones”.

Reserva y respeto

El frío en el sótano de este archivo comienza a calar, en medio de toda esta correspondencia “muy íntima, privada”.

“A veces se percibe tristeza o dificultad en estos escritos. No es correcto adentrarse en ellos, pues su contenido no fue dirigido a nosotros, ni a mí como su actual archivista, ni a aquel que los resguardó aquí hace 50 años”, reflexiona Dettwiler.

Para el “secretario privado póstumo de Hesse”, como el propio Dettwiler se califica, saber que “aquí descansan estas cartas” resulta suficiente. Cierra cuidadosamente las cajas con estos archivos y las devuelve a sus estantes para emerger de ese mundo subterráneo de los archivos suizos, al hoy y aquí, en la capital helvética.

Además de las miles de redacciones epistolares dirigidas al autor, el Archivo Literario Suizo de Berna conserva más de 2.000 cartas escritas por Hermann Hesse.

La parte básica de este archivo tiene origen en la colección de Helene Welti-Kammerer, una donación entregada en 1942.

Se calcula que esta colección epistolar contiene una tercera parte de la correspondencia de Hermann Hesse. Otro tercio se encuentran en el Archivo Literario Alemán de Marbach. El resto está disperso en otras colecciones de menor envergadura o se desconoce su paradero.

Nace el 2 de julio de 1877 en Calw, pequeña ciudad de la Selva Negra en Baden-Wurtemberg, Alemania.

Su padre fue el misionero báltico-germano Johannes-Hesse; su madre, Marie Isenberg.

En Suiza, el escritor asiste a la escuela en Basilea (1881-1886).

De vuelta en Alemania, fue enviado a estudiar Teología en el Monasterio de Maulbronn, del que se fuga en 1894.

1895-1898: Se forma como librero en Tubenga (Alemania), y se dedica a ese oficio  en Basilea, al tiempo que escribe reseñas literarias.

Tras el éxito de Peter Camenzind contrae matrimonio con la basilense Maria Bernoulli y se muda a la ciudad germana de Gaienhofen, a orillas del lago de Constanza, donde se dedica a la literatura.

1912-1919: Vive en Berna.

Desde 1919 se separa de su familia y vive en la población de Montagnola, cantón del Tesino.

Contrae segundas nupcias con la cantante y pintora suiza Ruth Wenger, y terceras con Ninon Dolbin, de origen judío, nacida en el otrora imperio austro-húngaro.

 
Hesse obtuvo la nacionalidad suiza en 1924.

 
1946: recibe el Premio Nobel de Literatura.

Su obra literaria se ha traducido en 70 idiomas.

  
Hesse murió el 9 de agosto de 1962 en Montagnola, Suiza. 

(Traducción: Patricia Islas)

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