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A un año del fuego en Viña, Chile encara el reto de «asumir» que es un país de incendios

María M.Mur

Santiago de Chile, 31 ene (EFE).- El devastador fuego que hace un año causó 136 muertos en la región de Valparaíso dejó una enseñanza que hoy comparten expertos y autoridades: así como Chile asumió hace décadas que es un país sísmico y se preparó para ello, ahora tiene que aceptar que los grandes incendios forestales llegaron para quedarse.

Todo empezó el 2 de febrero con cuatro focos simultáneos en el Lago Peñuelas, a 100 kilómetros al noroeste de Santiago, que se propagaron rápidamente debido a las fuertes rachas de viento y las altas temperaturas a los cerros de la ciudad de Viña del Mar.

En cuestión de horas, los cerros se convirtieron en ratoneras sin salida, se calcinaron vecindarios enteros y el fuego fue catalogado como la mayor tragedia desde el terremoto de 2010.

Un año después, el mismo Gobierno ha reconocido que la reconstrucción está siendo lenta y hay siete personas detenidas, entre ellos varios bomberos y funcionarios.

«Las periferias de las ciudades chilenas son modestas y no planificadas. Cuando el incendio forestal llega a estas estructuras precarias encuentra mucho combustible. Viña del Mar no estaba preparada y no tenía sus planes de emergencia al día», explica a EFE Luis Álvarez, de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

«Hoy día en Chile muere más gente por incendios que por naufragios, terremotos o tsunamis», añade el académico.

El punto de inflexión

Por su abrupta topografía, sus extensos bosques y su clima, Chile siempre ha tenido incendios, pero su frecuencia e intensidad ha aumentado desde 2010, según la gubernamental Corporación Nacional Forestal (Conaf).

El cambio climático, la megasequía que dura más de una década y la expansión de la llamada «interfaz urbano-rural» (zonas donde se mezclan vegetación combustible y edificaciones) han contribuido a ello, de acuerdo a expertos.

El gran punto de inflexión lo marcan los fuegos de 2017, que consumieron casi 600.000 hectáreas entre O’Higgins, Maule y Biobío (centro-sur) y obligaron a modificar la escala con la que se medían los incendios a nivel global.

«Vinieron especialistas de todo el mundo para entender qué había pasado. Los denominaron ‘incendios de sexta generación’ porque llegaron a alterar la dinámica de las capas altas de la atmósfera y a crear verdaderas tormentas de fuego incontrolables. Nunca había pasado algo así», comenta a EFE Aída Baldini, directora de Conaf.

Desde entonces, el presupuesto estatal ha crecido de manera exponencial (este año alcanza los 156 millones de dólares) y hoy en día el país cuenta con más de 3.000 brigadistas y 77 aeronaves, entre ellas dos cisternas con 15.000 litros de capacidad.

La poderosa industria maderera también cuenta con sus propios equipos y con un presupuesto similar al estatal.

«Cambio como sociedad»

Expertos y autoridades coinciden en que el presupuesto siempre puede mejorar, pero que ya no es el principal problema: «Es un tema muy preocupante, que va más allá del gasto público. Tiene que ver con un cambio como sociedad», indica a EFE Miguel Castillo, de la Universidad de Chile.

Para Estefanía González, subdirectora de campañas en Greenpeace Andino, también son necesarias «políticas de ordenamiento territorial y políticas forestales que pongan freno a la expansión de especies muy inflamables, como el pino y el eucalipto», destaca a EFE.

El Parlamento chileno se encuentra debatiendo desde hace meses un proyecto de Ley de Incendios que incluye planes de prevención, cortafuegos obligatorios y multas para quienes no realicen labores preventivas, y limita el cambio de uso de suelos afectados por incendios.

En los últimos años han aumentado además los recursos destinados a las campañas de comunicación y las iniciativas tanto públicas como privadas para concienciar a la población y preparar a la comunidades más expuestas.

Bejamín Rodríguez es un estudiante de Valparaíso, vecino del Cerro San Roque, que esta semana ha participado junto a otros jóvenes de la zona y que es consciente de que «hay una ausencia de cultura sobre la prevención de incendios, pese a que han marcado nuestra historia».

«Los mapuches denominaron a Valpraiso ‘Alimapu’, que significa tierra quemada», recuerda a EFE.

Chile, concluye por su parte la directora de Conaf, «asumió que es un país sísmico y ahora le toca aceptar que un país de incendios». EFE

mmm/icn

(foto)(video)

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