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Independiente desde hace 30 años, Lituania aún lucha contra los traumatismos del pasado

Unos manifestantes lituanos, junto a un tanque del ejército Rojo Soviético durante el asalto a la Radio y Televisión Lituana el 13 de enero de 1991 en Vilna afp_tickers

Orgullosa de haber sido la primera república soviética en proclamar hace treinta años su independencia y de haber iniciado la desintegración de la URSS, Lituania todavía busca superar los traumas del pasado y que se haga justicia con las víctimas.

Auksute Ramanauskaite Skokauskiene pasó su infancia bajo otro nombre para evitar que las autoridades soviéticas encontraran a su padre, que dirigió la resistencia armada contra los comunistas después de la Segunda Guerra Mundial.

Capturado en 1956 y ejecutado al año siguiente, Adolfas Ramanauskas no tuvo un funeral nacional hasta 2018, después que su cuerpo fue identificado en una fosa común.

«Siempre me ha molestado mucho el hecho de que los soviéticos calumniaron a mi padre y a otros luchadores por la libertad. Para mí, siempre fue muy importante tener una tumba donde pueda meditar», dijo AFP Ramanauskaite Skokauskiene, ex parlamentaria e ingeniera jubilada.

La independencia de Lituania de la URSS el 11 de marzo de 1990 provocó un año de disturbios que contribuyeron al colapso de la Unión Soviética, en diciembre de 1991.

Aunque los lituanos han conocido desde entonce un impresionante crecimiento económico, especialmente después de unirse a la UE y a la OTAN en 2004, esta nación báltica de 2,8 millones de habitantes registra tasas de suicidio, alcoholismo y emigración entre las más altas de Europa.

Ciertos analistas atribuyen estos males a la pobreza y las grandes disparidades de ingresos. Pero otros también ven síntomas de un trauma intergeneracional causado por un «pasado no digerido».

«¿Podría ser que nuestra sociedad esté enferma y que el nombre de la enfermedad no es coronavirus?», se preguntó Laimonas Talat Kelpsa, alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Al hablar en una conferencia reciente en Vilna que reunió a psicoterapeutas y diplomáticos, Kelpsa añadió que «una de las razones por las que los lituanos están deprimidos podría ser nuestra historia difícil y complicada», dijo.

Participantes de la reunión enfatizaron que la injusticia histórica y el hecho de ignorar las necesidades de las víctimas tienen un gran impacto en las sociedades atormentadas por su historia.

Según Simon Wessely, profesor de medicina y psicología en el King’s College de Londres, reconocer el pasado es importante tanto para el individuo como para la comunidad.

«A veces (el pasado) es demasiado doloroso para reconocerlo, pero hay que hacerlo», dijo.

– Historia turbulenta –

Al igual que los otros dos países bálticos -Letonia y Estonia-, Lituania fue anexada por la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, luego ocupada por la Alemania nazi y retomada por la URSS.

Finalmente, los tres países quedaron marcados profundamente por las deportaciones de cientos de miles de personas a Siberia y Asia Central en las décadas de 1940 y 1950.

Los tres países permanecieron como parte de la URSS durante décadas, aunque aparecieron grietas en la relación después de la llegada de Mijail Gorbachev al poder en 1985.

El 11 de marzo de 1990, los parlamentarios lituanos, incluidos los rebeldes del Partido Comunista, votaron abrumadoramente por la independencia.

Moscú solo reconoció esa independencia después de un golpe fallido de los extremistas comunistas en la capital soviética en agosto de 1991. La URSS se disolvió oficialmente cuatro meses después.

Desde entonces, los estados bálticos han tenido relaciones difíciles con Moscú.

Una razón son las percepciones radicalmente diferentes de la Segunda Guerra Mundial y la era soviética.

En 2016, Lituania declaró a un exfuncionario de la KGB culpable de genocidio por su papel en el arresto de Ramanauskas. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos lo aprobó en apelación.

El año pasado, más de 60 exfuncionarios soviéticos fueron condenados en ausencia en Lituania por la represión de 1991 contra el movimiento de independencia, que dejó 14 muertos y más de 700 heridos.

Rusia se niega a reconocer la toma de posesión de los estados bálticos por la URSS como una ocupación y Lituania nunca ha recibido una disculpa o reparación.

Lituania y otros antiguos estados de Europa central dominados por la URSS han criticado recientemente a Rusia por lo que ven como intentos de minimizar los crímenes de la era comunista y reescribir la historia para fines políticos.

El presidente lituano, Gitanas Nauseda, considera que Rusia es la «mayor amenaza a largo plazo» para su país y se ha comprometido a «rechazar cualquier intento de fabricar la historia».

Sin embargo, Lituania también ha sido criticada por no haber reconocido suficientemente el papel de los colaboradores locales de los nazis en la época del Holocausto.

El reconocimiento de víctimas y verdugos es solo el primer paso para sanar el trauma histórico, dijo Danute Gailiene, profesor de psicología en la Universidad de Vilna.

«No podemos decir que somos una sociedad sana y madura. Hay un largo camino por recorrer, pero estamos comprometidos con eso», señaló.

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