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Analista tras conmoción nacional:»Para los israelíes, los rehenes no eran personas reales»

Patricia Martínez Sastre

Herzliya (Israel), 9 feb (EFE).- Las imágenes el sábado de tres rehenes israelíes, cadavéricos y desnutridos, emergiendo 16 meses después en la Franja de Gaza, provocaron un ‘shock’ nacional que muchos equipararon al Holocausto.

Para el analista político Ori Goldberg, tal conmoción es fruto de haber tratado a los cautivos casi como «seres mitológicos», pero también de la «negación de la realidad» de lo que sucede en la Franja.

«Creo que el problema es que, para los israelíes, los rehenes en algún momento se convirtieron en criaturas mitológicas, no en personas reales. Estaban allí y con su rapto supimos lo malo que era nuestro gobierno, o lo pobre que era nuestro ejército, pero no eran personas reales», dice Goldberg en una entrevista con EFE en la urbe israelí de Herzliya.

Los excautivos Ohad Ben Ami, de 56 años, Eli Sharabi de 52, y Or Levy de 34, cruzaron ayer a territorio israelí en el quinto canje del alto el fuego y por primera vez desde el ataque múltiple de Hamás de octubre de 2023, en el que otras 1.200 personas murieron y 251 fueron secuestradas. Sus miradas, sus rostros resultaban casi irreconocibles. Sus cuerpos, endebles y sin músculo.

«Lo que los israelíes vieron ayer es irrefutable, ¿de acuerdo? Las imágenes de estas personas son irrefutables. No se podía decir que eso era propaganda o Photoshop, como hacemos con las imágenes de los prisioneros palestinos liberados de cárceles israelíes. No se podía apartar la mirada», reflexiona Goldberg.

«Igual de terribles»

Las autoridades y políticos israelíes se apresuraron a equiparar su estado con el de los supervivientes del Holocausto y a culpar de ello a los «nazis de Hamás». El primer ministro, Benjamín Netanyahu, advirtió que se tomarán acciones en represalia, mientras que el presidente, Isaac Herzog, lo calificó de un «crimen contra la humanidad».

Para Goldberg, esto responde a la necesidad de los israelíes de no sentirse responsables por las consecuencias de más de un año de «genocidio» en Gaza -donde han muerto más de 48.000 palestinos, la mayoría mujeres y niños-, y de la política del hambre instaurada por Israel como estrategia militar para debilitar a Hamás y desplazar a la población.

Dos días después del ataque de Hamás, el entonces ministro de Defensa, Yoav Gallant, anunció un «asedio total» de Gaza: «Ya no habrá electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible, todo estará cerrado. Estamos luchando contra animales y estamos actuando en consecuencia», dijo Gallant a la prensa local.

Desde entonces, Israel permitió la entrada de camiones con comida y ayuda humanitaria de manera muy restringida, facilitando menos de 1/5 parte de las cantidades que recibía el enclave palestino preguerra, cuando entraban unos 500 camiones diarios. El pasado mes de octubre fue el peor desde el inicio de la guerra, con el paso de 990 en todo el mes, según datos de la ONU.

«El espectacular aumento de la ayuda humanitaria que se está recibiendo en Gaza demuestra que su acceso dependía de la voluntad política», explica a EFE Shai Grunberg de la oenegé israelí Ghisa. «Muchas de las medidas que Israel está implementando para facilitar la (entrada de) ayuda podrían haberse tomado antes del alto el fuego».

Ya en marzo de 2024, la ONU acusó a Israel de estar cometiendo un crimen de guerra en Gaza, arrastrando a la hambruna a 210.000 personas en el asediado militarmente norte del enclave, y poniendo a otros más de 1,1 millones de gazatíes en riesgo «inminente» de sufrir la misma situación.

Ese mismo mes esta oenegé, junto a otras cuatro organizaciones de derechos humanos, apelaron al Tribunal Supremo de Israel para que obligue al Gobierno a permitir el acceso de toda ayuda humanitaria, especialmente al norte de la Franja, y que «aumente significativamente» su volumen, incluso abriendo nuevos cruces terrestres entre Gaza e Israel.

«El hecho de que niños hayan muerto y sigan muriendo en el norte de Gaza como resultado de la desnutrición debería haber sacudido a los demandados, al público israelí y al mundo en general hasta sus cimientos», urgió Ghisa en una de las audiencias posteriores mientras el caso, casi once meses después, continúa abierto.

Según datos de Sanidad gazatí, 56 niños y adultos han muerto por deshidratación e inanición desde el inicio de la guerra; una cifra que expertos consideran conservadora ya que gran parte de la población palestina no podía desplazarse hasta un hospital cercano.

«Se trata de nuestra necesidad de negar las implicaciones de lo que hemos estado haciendo en Gaza durante los últimos 16 meses. Vale, no queremos hablar de la conexión entre nuestro bombardeo, nuestra hambruna en Gaza y el hecho de que nuestros prisioneros no tuvieran suficiente para comer. Así que se trata del Holocausto», lamenta Goldberg.

«Por eso, lo que ocurrió ayer fue muy, muy real», repite. «Y sabemos que las próximas liberaciones de rehenes serán igual de terribles. Y no solo eso, sino que comenzaremos a recibir ataúdes». EFE

pms-mgs/ad

(foto)(vídeo)

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