Bengasi, la ciudad libia donde «la guerra no se detiene jamás»
Epicentro de la revuelta popular que derrocó a Muamar Gadafi en 2011, Bengasi es actualmente una ciudad destruida por los incesantes combates, donde el único objetivo de la población es sobrevivir.
Bengasi sigue siendo una zona de guerra un año después del lanzamiento de una operación que quería expulsar de la segunda ciudad de Libia a las milicias islamistas.
Los combates se han saldado con más de 1.700 personas muertas en un año, han hecho que otras miles huyan y han dejado dividida la ciudad, según la ONG Libya Body Count.
«Bengasi es una ciudad devastada», afirma Nadine Al Sharif, una periodista y militante. «Los habitantes viven en la inseguridad, hay escasez de combustible y de productos básicos, además del coste de vida prohibitiva», explica Sharif. «Incluso los colegios son bombardeados», añade.
La ofensiva contra los islamistas, llamada ‘Operación dignidad’, fue lanzada a mediados de mayo del 2014 por el general Jalifa Haftar, fiel al gobierno libio reconocido por la comunidad internacional. Sus fuerzas, compuestas por soldados, policías y milicianos, controlan actualmente los principales lugares de la ciudad, pero otras zonas urbanas, entre ellas las del centro y el sur, se le escapan todavía.
En el este de la ciudad, las tiendas están abiertas, los restaurantes sirven a los clientes hasta tarde por la noche, pero lejos de allí, el ruido de las armas automáticas forma parte de la vida diaria de los habitantes de algunos barrios en ruinas.
– «Nada se escapa a los bombardeos» –
Las vejaciones que vive Bengasi son un espejo de la situación en Libia, un país al borde del caos, que se debate entre dos fuentes de autoridad y que se encuentra desgarrado por los combates entre milicias rivales. Las milicias han ido ganando miembros desde 2011 y, desde entonces, los insurgentes no han entregado las armas, impidiendo así una transición política pacífica y democrática.
Para los habitantes de Bengasi, el peligro tiene muchas formas: atentados suicidas, raptos, muertes o bombardeos indiscriminados en zonas residenciales. La semana pasada, los tiros de artillería acabaron con la vida de decenas de personas, entre ellas, 8 niños.
«Aquí nada se escapa a los bombardeos», asegura Akilah Barassi, responsable de un centro de salud «afectado cada semana disparos» y que sufre escasez de medicamentos.
Las escuelas que no han sido destruidas sirven de centro de acogida para millares de personas desplazadas por los enfrentamientos.
«Todo el mundo es susceptible de morir en un bombardeo», testimonia el comerciante Ayub Al Arfi. «La guerra no se detiene jamás», se lamenta, y acusa a las autoridades de no hacer nada para aliviar los sufrimientos de la población.
Según el militante Othman Ben Sassi, el fin de los combates en Bengasi «pasa por el establecimiento de un gobierno de unidad nacional», una hipótesis sobre la cual la ONU trabaja con representantes de las dos autoridades libias.
El emisario de la ONU, Bernardino León, prepara un cuarto proyecto de acuerdo, después de que fueran rechazados los tres primeros. Por su parte, Jalifa Haftar ha señalado el aniversario de su ‘Operación Dignidad’ y ha prometido continuar con su campaña militar «hasta que todas las ciudades de Libia sean liberadas de los terroristas», dice refiriéndose a las milicias islamistas.