La guerra civil de Birmania, un conflicto enquistado sin final a la vista
Eric San Juan
Ho Chi Minh (Vietnam), 11 jul (EFE).- Más de un año después del golpe de Estado de la junta militar, Birmania está sumida en un conflicto bélico cuyo final no se vislumbra, pese a que las fuerzas opuestas al Ejército parecen ir ganando terreno y mantienen una moral alta.
El domingo, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, pidió en Bangkok a los países del Sudeste Asiático que presionen a la junta birmana para que restaure la democracia en el país y hasta China ha instado a los generales a dialogar con la oposición democrática.
Sin embargo, las guerrillas y milicias civiles esperan poder derrotar militarmente a la junta.
«Seguimos manteniendo alejado al Tatmadaw (nombre que recibe el Ejército birmano). Todos los días hay guerra por todo, pero sigo vivo y hago muchas fotos», dice a Efe por una aplicación de mensajería Mauk Kham Wah (nombre falso), un joven de 27 años que se unió como fotógrafo a una de las fuerzas opositoras al régimen en el estado Karen, cerca de frontera con Tailandia.
El golpe de Estado encabezado por el general Min Aung Hlain el 1 de febrero de 2021 y la sangrienta represión de las protestas convenció a miles de jóvenes defensores de la democracia de que la única forma de doblegar al régimen castrense era empuñar las armas.
Wah se implicó primero en protestas contra los militares, dio el paso al sabotaje y la violencia de baja intensidad y en octubre se trasladó de Rangún, la ciudad más poblada del país, a su estado Karen natal para unirse a la milicia como fotógrafo.
En septiembre, un mes antes de que Wah se uniera a la guerrilla, el autodenominado Gobierno de Unidad Nacional (NUG, en inglés), paralelo al de los militares y formado por activistas leales a la depuesta líder Aung San Suu Kyi, ya había declarado su «guerra defensiva» contra la junta.
Para ello se apoya en su brazo armado, las Fuerzas para la Defensa del Pueblo (PDF, en inglés), en realidad una miríada de grupos que en algunas partes del país se han unido a las guerrillas étnicas y en otras actúan de forma independiente, pero que de momento no ha conseguido armar un Ejército federal que funcione de manera unificada.
En un informe publicado en mayo por el Wilson Centre, el profesor Ye Myo Hein indica que «pese a la obvia inferioridad en armamento, un año de lucha armada ha inclinado gradualmente la balanza militar en favor de las fuerzas antijunta».
Sin embargo, este estudio en profundidad de la situación bélica en el interior del país advierte de que «debido a la falta de un mando centralizado, de tropas unificadas y la escasez de armas, una victoria decisiva todavía está lejana».
FASE DE NO RETORNO
Anthony Davis, experto en seguridad y defensa y colaborador de IHS-Jane’s, sostiene en un reciente artículo en Asia Times que «las operaciones concertadas del Ejército no han logrado contener, y aún menos aplastar, a las fuerzas de resistencia al régimen» en las zonas donde es mayoritaria la etnia bamar, la que históricamente ha detentado el poder en el país.
Si bien admite que es difícil analizar la situación en el país debido a la propaganda que fluye desde los dos bandos en una guerra «resguardada del mundo exterior», Davis y otros analistas sostienen, con la información disponible, que «el conflicto ha entrado en una fase de no retorno» que pone en cuestión «la supervivencia del régimen militar».
Para el experto, las PDF «se han vuelto más numerosas, mejor organizadas y, hasta cierto punto, mejor armadas» en un contexto en que la brutalidad de las fuerzas de la junta, con la quema indiscriminada de aldeas enteras, «galvaniza la oposición armada».
Según Naciones Unidas, el número de personas desplazadas en Birmania ha alcanzado el millón por primera vez, casi 700.000 de ellas debido al conflicto iniciado hace un año.
MORAL ALTA
Los analistas coinciden en que el Ejército golpista tiene una superioridad armamentística, pero Davis subraya que en los últimos meses las fuerzas opositoras han mejorado su capacidad y combates, que hace un año hubieran durado unos minutos antes de caer del lado de la junta, ahora se prolongan durante horas.
Por otro lado, los grupos insurgentes parecen compensar sus carencias materiales y organizacionales con una alta moral que parece flaquear entre sus oponentes.
«La moral, aunque es difícil de medir, se mantiene alta respecto a los soldados de la junta», dice el informe del Wilson Center sobre los grupos opositores al Ejército.
«La fuerza de esta resistencia es el apoyo de la totalidad del pueblo», contaba a Efe recientemente un joven que se ha unido a un grupo armado.
Tras unos meses de duros combates durante la temporada seca, los analistas esperan que la intensidad baje en los próximos meses ante el inicio de la temporada de monzones, un momento en que ambos bandos tratarán de rearmarse y mejorar su organización y que, según Davis, favorece a las fuerzas prodemocráticas.
«El Ejército de Birmania puede no ser demasiado grande para caer», advierte. EFE
esj/grc/cg
© EFE 2022. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de todo o parte de los contenidos de los servicios de Efe, sin previo y expreso consentimiento de la Agencia EFE S.A.