El cacao de la esperanza en Nicaragua
El proyecto Pro-Cacao permitiría a pequeños campesinos de la región minera norteña de Nicaragua producir un cacao de alta calidad cuya comercialización les permitiría abandonar la pobreza.
El cacao forma parte de la historia antigua de Nicaragua. En tiempos de los mayas, sus granos servían como moneda y el chocolate ya era considerado como una bebida sagrada. Pero a partir de los años 40, este cultivo ha perdido interés en favor del algodón y el café debido a que estos últimos son más rentables. Pero estudios recientes afirman que, antes del 2040, el calentamiento global hará que se extinga una parte importante de los cafetales ubicados a menos de 1 200 metros de altura.
Pensar a largo plazo
Con el programa PROCACAOEnlace externo, la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (CosudeEnlace externo) decidió anticiparse a esta potencial catástrofe económica. Las beneficiarias son 1.200 familias de productores que viven al norte de Nicaragua, que es también la más empobrecida de este país. Subvencionado al 95% por la Confederación Helvética, el proyecto inició en 2015 y tiene vigencia hasta el año 2021. Hasta la fecha, ha recibido 5,1 millones de francos suizos en inversiones. Cuando llegue a su fin, según sus objetivos, permitirá a los campesinos ganar unos 1.200 dólares por año, es decir, unos 100 dólares mensuales por el cultivo de 2 hectáreas de tierras (la propiedad promedio de estos pequeños productores).
El cultivo del cacao requiere un gran rigor e implicación para dar buenos frutos. La fórmula elegida por Suiza para ayudar a estos productores comprende créditos a 7 años que permiten la adquisición de plantas de cacao de alta calidad. Y los productores deben pagar 65 dólares de interés anual por cada 700 m2 cultivados.
Valores suizos
Thomas Jenatsch, número dos de la Oficina Regional de la Cooperación Suiza en Managua, explica: “Buscamos un proyecto que correspondiera a los valores de Suiza. En toda Europa, la demanda de chocolate aumenta y el mercado chino está abriéndose también al chocolate. Aquí, el cacao es una tradición”. El proyecto se desarrolla actualmente en el Triángulo Minero del caribe norte de Nicaragua, que es la región menos desarrollada de este país.
“Antes de que comenzáramos con el programa, la gente solo tenía dos opciones en este sitio: criar animales y las minas”, explica Ernesto Bendaña, uno de los responsables del proyecto. La idea es limitar la migración y ofrecer un futuro a la gente del lugar, este proyecto ha permitido cultivar casi 500 hectáreas (de cacao) del 2015 a la fecha”. El ingeniero está consciente de que los resultados serán el principal motor para seguirá adelante con una metamorfosis de prácticas y costumbre.
“Uno de nuestros productores ya cultivó 17 manzanas (hectáreas). Un éxito que habla más que cualquier discurso. Sus vecinos han comenzado a interesarse”, expresa Bendaña con entusiasmo.
Por su parte, Cecilia, una campesina de más de 60 años, comparte su experiencia: “El cacao me permite desarrollar una actividad acorde con mi edad. No es un trabajo que excesivamente agotador y el mantenimiento puede hacerlo una sola persona”, explica. Portando una gorra y una camiseta con el logo del programa y la bandera de Suiza añade: “El cacao me ha permitido escolarizar a mis hijos y curarme. Mis animales morían todo el tiempo, era un trabajo totalmente aleatorio”.
Esta agricultora es una de las primeras personas a las que el embajador para Costa Rica, El Salvador, Panamá y Nicaragua, Mirko Giulietti, junto con Edita Vokral, responsable de la misión y directora regional de la Cosude en Centroamérica, han visitado en la región minera del norte nicaragüense.
Retos y verdades incómodas
Aquí descubrimos a la cooperativa de Copesiuna, que conjunta el trabajo de 500 productores que operan en cooperativa.
Tras las presentaciones de rigor, Horacio, un campesino que utiliza un catéter en la garganta luego de haber padecido un cáncer, afirma: “Somos esclavos de los precios. Es muy bajo y debemos obtener precios mejores”. Esta intervención, no programada, provoca reacciones nerviosas entre los sandinistas. Pero Horacio sigue hundiendo el dedo en la llaga.
El precio del cacao se descalabra en la bolsa de Londres, ronda los 2.000 dólares por tonelada. Hace dos años valía más de 3.300 dólares. La mayoría de los productores están interesados pues en desarrollar una producción de más calidad, pero también mejor pagada, en las tierras que poseen, dice.
Las cooperativas buscan, ante todo, asegurar que la fermentación -un proceso clave en la producción de cacao- se realice correctamente. Pero esto requiere una organización estricta.
Otro reto de envergadura es enfrentar la llegada de gigantes a este sector. Seis empresas llevarían la producción de Nicaragua de las 6.000 toneladas actuales a 26.000 toneladas en dos años.
Consciente de la imposibilidad de hacerles competencia, Pro-cacao ha decidido realizar un pacto con el diablo y con uno de estos gigantes. Cacao Oro, un consorcio de inversores nicaragüenses y estadounidenses, se compromete a tomar en formación a algunos productores para enseñarles a mejorar sus técnicas de cultivo del cacao. En contrapartida, Pro-cacao será su proveedor de plantas de cacao.
Cacao Oro, alianzas obligadas
El desarrollo de un país es proporcional a la modernidad de sus carreteras. En este caso son impecables en los alrededores de Managua, al sur del país, pero catastróficas en el norte, en la Siuna. Recorrer los 17 kilómetros que nos separan de la granja de Cacao Oro nos toma dos horas. Con gorra y la piel enrojecida por el sol, nos recibe el gerente estadounidense de esta empresa quien nos muestra su granja de más de 30000 hectáreas.
El trabajo de esta empresa inició apenas en 2014. “Pero el año próximo estará produciendo entre 4.000 y 6.000 toneladas”, explica John Warrington. Esto es, será una producción equivalente a la que realizan los 1.200 pequeños productores juntos. Pese a ello, sus universos confluyen y se encuentran.
El Cessna de Warington acaba de aterrizar sobre una pista privada al norte de la granja. El emprendedor estadounidense no esconde sus ambiciones.
“Queremos comprar cacao a los pequeños productores. Pero por debajo del precio del mercado, ya que nosotros nos ocuparemos personalmente de la fermentación, es demasiado peligroso confiar este trabajo a alguien más”, dice y añade que ya existe un acuerdo verbal con un grupo extranjero interesado en comprar el cacao aquí producido.
John dice: “Aquí casi no hay desarrollo. Con los 5.000 empleados que tenemos contratados, nos hemos convertido en el principal empleador de la región. Estos productos tienen necesidad de un mercado. Nosotros se lo daremos. Y si (los campesinos) ganan 100 dólares por mes, esto les permitirá cambiar su vida”.
En Nicaragua, el salario agrícola es de 145 córdobas por día, es decir, unos 100 dólares mensuales.
En el seno de la granja, hordas de jóvenes mujeres preparan con paciencia las plantas de cacao. Detrás de ellas, la vista se pierde en entre los tupidos viveros que las contienen. La brecha entre los pequeños productores y esta inmensa granja es abrumadora. Es difícil no temer por el futuro de los pequeños productores que parecen siempre tan frágiles.
Los riesgos lucen inminentes, pese al apoyo que tienen del gobierno suizo. Mirko Giulietti, embajador suizo explica: “Estamos obligados a hacer alianzas con el sector privado. No hay otra opción. Pero estoy muy impresionado por los pequeños productores que hemos encontrados. Tienen toda la fuerza y la voluntad, pero les hace falta tamaño”.
Alumnos destacados
La siguiente escala en el camino es conocer a uno de los alumnos aplicados de Pro-cacao: Demetrio. Fue jefe de una explotación agrícola y soldado en la guerra de los 80; hoy, es un modelo para la región. Tras haber comenzado a plantar hace un año, actualmente está en capacidad de asegurar la subsistencia de su familia gracias a su producción.
Además, decidió plantar el mayor número posible de árboles para favorecer la reforestación. En el mediano plazo, los productores que registren los árboles que plantaron y cuidaron, tendrán derecho a cortarlos cuando cumplan 15 años.
Dado que una hectárea de bosque certificado vale 20.000 dólares, el premio al esfuerzo y la paciencia es atractivo. Gracias a la ayuda de sus tres hijos y sus dos hijas, también cría un poco de ganado y planta bananos, útiles para aportarle sombra al cacao.
Otro de los objetivos del proyecto es permitir que los productores estén a cargo de toda la cadena de producción. Por ejemplo, la cooperativa Comucor, a la que pertenece Demeterio, ha establecido un programa de producción de chocolates.
Bajo el nombre de “Delicias de Rosita”, ofrecen chocolates confeccionados casi exclusivamente por mujeres. Mientras visitamos las instalaciones de esta pequeña fábrica chocolatera, Edita Vokral, directora de la COSUDE para América Central, muestra su satisfacción. «Estoy muy impresionada con este grupo de mujeres. No quieren apuntar a un gran público, sino conquistar al mercado local. Aquí, la mayoría de las personas consume bebidas a base de cacao, pero quieren que se acostumbren también a comer el chocolate”.
Un socio alemán
La última etapa del periplo consiste en visitar la compañía Ritter Sport. La barra de chocolate número 1 en Alemania llegó en los años 90 a Nicaragua. El país, entonces devastado por la guerra civil, era un caos.
Socios privilegiados de los pequeños productores y, hasta hace poco, sus únicos clientes, los alemanes están comprometidos con la adquisición de cacao por encima del precio del mercado internacional. Desde hace más de dos décadas, Ritter Sport ha desarrollado acuerdos con casi 3.500 productores. Su intención es comprar 1.200 toneladas, pero la producción no es capaz aún de ofrecer esta cantidad de cacao.
Jaume Martorell, gerente de la empresa en Nicaragua, afirma: «Cuando llegamos no había nada. El cacao nicaragüense ha dado grandes pasos. Pero lo más difícil aún está por hacerse: certificar toda la producción. Para el 2020, la Unión Europea quiere que todo el cacao que reciba y comercialice sea certificado.
Mientras todos se preparan para regresar a Managua, los jefes de Cosude realizan una pequeña evaluación. Satisfecha con su visita, Edita Vokral dice: «Por el momento, esto es un éxito. Pero aún hay mucho por hacer. Es un trabajo a largo plazo. Tendremos que estar presentes siempre para verificarlo todo”.
Para ella, la presencia de Suiza, el segundo mayor donante presente en Nicaragua durante 40 años, está dando frutos. «Toma tiempo que el gobierno confíe en nosotros, pero una vez que las cosas funcionan, (este gobierno) funciona mejor que muchos otros de la región”.
(Traducción del francés: Andrea Ornelas)
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