No más pago irrisorio a los caficultores
Un suizo ayuda a los agricultores nicaragüenses a vender su café para que empresas internacionales como Starbucks y McDonalds no puedan adquirirlo a precios ridículos.
Como si estuviera acariciando el cabello de una mujer, Víctor Robelo aparta las ramas del cafetal que le llegan hasta el pecho. Entre las hojas verdes aparece una fila de granos de café. Los frutos rojos están maduros. Víctor muerde uno para abrir la cáscara y comerse el grano de un verde tierno.
Me ofrece también probar el fruto. La carne tiene un sabor sorprendente, dulce y refrescante. Para el café, primero hay que tostar el grano. «A menudo enviamos los granos verdes a Europa, puesto que has gustos diferentes para el tueste”, explica Robelo. Mientras que los escandinavos prefieren los asados más claros, los sureños prefieren los asados oscuros. ¿Y los suizos? «Algo parecido, apropiado para su país, como un punto intermedio; un tueste medio oscuro», explica Robelo.
«Antes de venir a Nicaragua, siempre pensé: «Cuanto más oscuro – o simplemente más tostado – mejor es el espresso», recurdaAdrian Borter. El bernés vive desde hace cinco años en Matagalpa, en la región cafetera del norte del país, donde trabaja para la fundación suiza Business Professionals Network (BPN). «El café solía ser sólo una bebida para mí, pero cuando visité una plantación de café aquí, me di cuenta de la cantidad de trabajo que implica una taza de ese grano. En realidad, es una bebida de la realeza, porque en el pasado sólo un rey podía permitirse una bebida tan laboriosa». De hecho, la mayor parte de la producción es artesanal.
Ahora el suizo tiene una relación completamente diferente con el café, también gracias a su esposa Ixil Torrez. La animada nicaragüense sabe de lo que habla, es la cuarta generación de una familia cafetalera de Matagalpa. La propia Torrez trabajó en la producción de café durante siete años antes de graduarse en la London School of Economics en Inglaterra con una Maestría en Negocios Internacionales. Enfoque: Investigación cafetera.
«Me fascina el café, de las plantas a la tarea de comercializarlo, de sus sabores a su estrategia de venta. Pero lo que más me interesa son las personas que están detrás», aclara Torrez. Cuando la universidad le ofreció un puesto doctoral, se negó: «Aprendí en Europa cómo funciona el comercio del café. Y he visto lo que Nicaragua hace mal. Por eso quería volver y cambiar esto».
Por cuenta propia
De hecho, países como Colombia, Costa Rica o Brasil son conocidos como productores de café, pero no Nicaragua, aunque también se produce café de alta calidad. Allí, los caficultores a menudo carecen de los conocimientos necesarios para ingresar al mercado mundial, no tienen los contactos y tienen pocos conocimientos sobre cómo vender su producto. A diferencia de la vecina Honduras, la producción de café en Nicaragua no está subvencionada por el Estado, los agricultores están solos y, por lo tanto, a menudo cuando un comerciante extranjero muestra interés por comprar sus granos. Compañías como McDonalds y Starbucks parecen ser conscientes de la falta de conocimiento de los pequeños productores. Compran café a precio muy bajo en Nicaragua.
Robelo tampoco sabía que desde hacía mucho tiempo vendía su café demasiado barato. «Cuando empecé a producir café, pensé que era el precio habitual». Pero luego, en el aeropuerto, escuchó a los comerciantes de café hablar de los precios por casualidad. Se dio cuenta de que podía exigir mucho más por su producto – su precio en la bolsa de valores es realmente decisivo en el comercio internacional. Robelo aprendió la lección y comenzó a seguir el desarrollo del comercio internacional de café. También hizo certificar su finca con el sello de Rainforest Alliance – aunque ya antes había cumplido casi todas las condiciones necesarias, no sabía que podía vender el café con ese sello oficial a un mejor precio.
Más que comercio equitativo
Pero no todos los caficultores pueden permitirse la costosa certificación. Muchos tampoco conocen los precios internacionales del café. Por eso Ixil Torrez y Adrian Borter fundaron la empresa AdIxEnlace externo:
Una combinación de sus nombres de pila, pero también una alusión a la palabra «adictos», ya que ambos no pueden levantarse de la cama por la mañana sin beber su café. «AdIx» compra café a pequeños agricultores que conocen personalmente y lo vende a distribuidores en el extranjero a precios justos. «El conocimiento de Ixil sobre el negocio del café, junto con mi experiencia en gestión empresarial, su pasión cafetera y mi experiencia sobre la exigencia de calidad a la suiza, es una gran combinación», dice Borter.
Con parte de los beneficios, ayudan a las familias que se encuentran en circunstancias difíciles a construir una mejor vivienda o a tener instalaciones sanitarias apropiadas. Pero también es otra fuente de ingresos para la pequeña familia; la pareja tiene dos hijos y para Ixil Torrez «AdIx» es una buena oportunidad para trabajar desde casa.
Pruebas del café en Suiza
A pesar de que el café nicaragüense no es muy conocido en todas partes, ahora ha llegado a Suiza: La pequeña tostadora ‘Cafés du monde’ en Courchapoix, en el cantón de Jura, hizo una prueba el año pasado con 25 kilos de este café nicaragüense. «La dulzura del café fue muy bien recibida por nuestros clientes», dice el tostador Yanick Iseli, quien visitó una de las plantaciones de café en Aranjuez cerca de Matagalpa y también es amigo de la pareja Ixil y Adrián.
La desafortunada situación económica de Nicaragua y el comportamiento comercial de las empresas internacionales han hecho que la cultura del café esté en su infancia en lo que respecta al café especial, dice Iseli.
«Muchos productores todavía creen que sólo pueden ganar dinero con la cantidad y olvidarse de la calidad. Pero el potencial está ahí», advierte, convencido. El clima y la ubicación geográfica son ideales para el cultivo del café. «Algunas fincas ya producen un excelente café, del cual me gustaría volver a pedir», dice Iseli. Su objetivo es importar café orgánico y del comercio justo directamente a los agricultores y venderlo en la tostadora del Jura en los próximos años.
(Traducción del alemán: Patricia Islas)
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