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¿Cómo puede haber presos políticos en España en pleno siglo XXI?

Jordi Cuixart gabla a sus simpatizantes desde una plataforma
Tras salir de la cárcel, Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural y uno de los líderes del referéndum independentista celebrado en Cataluña en 2017, se dirige a sus simpatizantes en Barcelona. Keystone / Susanna Saez

Jordi Cuixart i Navarro ha pasado casi cuatro años entre rejas en España. Es una de las principales figuras del movimiento independentista catalán. La organización que preside, Òmnium Cultural, lucha desde Suiza por los derechos humanos y la independencia de Cataluña.

El activista Jordi Cuixart i Navarro fue condenado por la justicia española en 2017 por “sedición”. Fue sentenciado a nueve años de prisión y se le prohibió ejercer cualquier cargo público. Junto con otros presos fue indultado en 2021.

Jordi Cuixart ha visitado recientemente Ginebra, donde presiona para que la ONU y los tribunales europeos intervengan en la cuestión catalana. SWI swissinfo.ch ha hablado con él sobre la situación en su región.  

SWI swissinfo.ch: ¿Cómo se siente después de haber pasado casi cuatro años en prisión?

Jordi Cuixart i Navarro: En la cárcel era más fácil protegerme del odio y el resentimiento. Hoy, sin embargo, veo cuánto dolor se vive en Cataluña.

“Organizamos todo nuestro trabajo en materia de derechos humanos desde Suiza”

Con nuestro movimiento buscamos un modo de canalizar ese dolor sin odio y de entender al Estado español. No podemos superar este poder si no lo entendemos.  

¿Por qué luchan ustedes desde Suiza?

Organizamos todo nuestro trabajo en materia de derechos humanos desde Suiza. Queremos que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo condene a España por violar el ejercicio de los derechos fundamentales. No soy un político, soy un activista. Desde nuestro punto de vista, en Cataluña se vulneran los derechos de manifestación, reunión y expresión política.

Celebrar un referéndum no es un delito, ya sea en Cataluña en Suiza o en España. Pero España quiere acabar con la disidencia política. Nosotros trabajamos no solo para la protección de los derechos humanos, sino también para que las personas disidentes exiliadas puedan regresar a su país. Actualmente contamos con diez: cantantes, artistas y personalidades políticas. Dos de estas personas viven en Suiza. Son personas libres en todo el mundo, excepto en España. Esto no tiene ningún sentido.

¿Qué procedimientos legales van a emprender?

Ya tenemos una resolución del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias, que pide al Estado español que libere a todas las personas afectadas. España nos ha indultado porque no podía soportar esta presión por más tiempo. Lo primero que hice al salir de la cárcel fue participar en una manifestación. No hacerlo hubiera sido admitir que había cometido un delito.

Balcón con banderas
Banderas en el barrio de las Ramblas de Barcelona: los partidarios del movimiento independentista muestran su opinión en los balcones. Keystone / Tino Soriano

El Estado utiliza el hecho de que hemos sido indultados como prueba de que el conflicto ha terminado. Pero no ha terminado en absoluto. La cuestión clave es: ¿cómo es posible que en el siglo XXI siga habiendo presos políticos en España?

También actuamos ante el Consejo de Europa. Allí me han descrito como “el único activista de derechos humanos encarcelado en Europa Occidental”. Por último, tenemos un frente diplomático, con organizaciones internacionales que se han pronunciado contra el encarcelamiento. En los próximos años, desde nuestra oficina en Bruselas, queremos influir en la opinión pública europea.  

¿Cómo se lo imagina?

El conflicto de Cataluña es un conflicto europeo, se trata de derechos humanos y democracia. Vemos la misma evolución preocupante en Polonia y Hungría. El poder judicial se utiliza de manera abusiva como poder político. Ya no interpreta la ley, sino que hace la ley. La defensa de la democracia en Barcelona es la defensa de la democracia en general, ya sea en Ginebra o en Budapest. Nuestra preocupación es más colectiva de lo que parece. 

¿Qué contacto tienen actualmente con el Gobierno suizo?

Seguimos siendo muy discretos. La asociación Òmnium Cultural tiene como objetivo promover la cultura, la lengua y la autodeterminación catalanas. Queremos que en Cataluña se respeten los derechos fundamentales. Es por lo que luchamos, y hablamos con todo el que quiera.

En los últimos cuatro años, muchos gobiernos han mostrado un verdadero interés por la cuestión catalana. No públicamente, por supuesto. Pero en privado todos querían hablar con nosotros sobre la situación. Cuando más de 2,5 millones de personas participan en una votación, a pesar de las amenazas de violencia policial, en un país democrático de Europa –aunque cada vez tenga más elementos totalitarios–, muchos se preguntan: ¿pero qué está pasando?  

Las personas críticas consideran que la secesión por referéndum es una violación de la Constitución. ¿Se sitúa usted por encima de la Constitución?

Las constituciones no son textos sagrados. Están escritas por personas. Hace 45 años, una amplia mayoría de la población catalana aprobó la Constitución española. Hoy, las encuestas muestran que más de la mitad de la población catalana se opone a ella. Está claro que algo ha ocurrido. Ante este cambio, ¿cuál es la responsabilidad del mundo político? Escuchar la voz de la ciudadanía. ¿Y cuál es el papel de los activistas como yo? Presionar al mundo político para que escuche esta voz.

 “No utilizaremos la violencia”

¿Dónde sitúa usted el límite del movimiento independentista?

A nivel de la violencia. No la utilizaremos. El Estado español no puede decir lo mismo. Hemos comprendido que tenemos que lograr la independencia por medios democráticos. Queremos la independencia para vivir en democracia. La España actual está perdiendo sus elementos democráticos. En los años 80, la sociedad y el Estado eran más abiertos.

¿Qué quiere decir con esto?

La España de aquella época respetaba la libertad cultural, la plurinacionalidad, la especificidad de cada pueblo. Hoy en día, esto ya no es así. Prefiero vivir en un Estado federal como Suiza que en un país monolítico.

¿Cómo ha evolucionado el movimiento independentista en estos cuatro años?

La gente apoya más nuestro movimiento. El 56% de la población lo apoya. Cuando yo estaba en la cárcel, la proporción estaba en el 46%. El problema que tenemos hoy en Cataluña es la cohesión social y la desigualdad. Los ricos cada vez son más ricos. Y son ellos los que dicen que para nosotros todo está bien en España.    

Al mismo tiempo, el 25% de la población está amenazada por la exclusión social. Así que no me digan que el movimiento independentista es el que divide a la sociedad catalana. El problema es la tasa de desempleo juvenil, que es del 40%. La política debería dar respuestas a esta cuestión. Pero es más fácil hablar de división.

¿Y los catalanes y catalanas que no quieren la independencia? Hay que reconocer que en la sociedad se han producido enfrentamientos graves.

En Cataluña no hay ningún conflicto étnico. Solo se trata de gente que vota por una u otra opción y que cuatro años después cambia de opinión. La mayoría de las personas que hoy votan por la independencia hace diez años estaban en contra. Llega al núcleo de la democracia. El único adversario que tenemos realmente en la sociedad es la extrema derecha. La diversidad ideológica también es importante: hay que desarrollar la confrontación de ideas sin violencia. 

¿Qué solución ve para el tema de la independencia?

Estoy a favor de la independencia. Pero soy un defensor del derecho a elegir libremente, del derecho a debatir sin amenazas y sin presiones. Cualquier opción es buena siempre que sea una elección autodeterminada. Esperamos un diálogo sincero con el Estado español. Y de momento, no veo ninguna señal de esto por parte de Madrid.

Imaginemos que se celebra un referéndum y que el movimiento independentista pierde. ¿Aceptarían ese resultado?

Por supuesto que sí. Y lucharíamos por otro referéndum. Eso es lo que ocurrió en Escocia. Dios no ha delimitado las fronteras diciendo “así sea”.

En un mundo globalizado y en una Europa que abre sus fronteras interiores, ¿por qué debemos buscar la independencia?

Nunca hemos enfocado la independencia como una separación, sino como una oportunidad de participar en el concierto de las naciones del mundo. Soy internacionalista y nunca renunciaré a la hermandad entre los distintos pueblos de España.

La sociedad catalana se opone al nacionalismo español. Somos víctimas de la extrema derecha y de la derecha social. El nacionalismo es una realidad en este país. No buscamos una independencia que signifique estar solos en el mundo, sino una que nos haga estar más unidos.

Traducido del francés por Lupe Calvo

Marc Leutenegger

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