La “estresada” autoridad supervisora del sistema financiero suizo se resquebraja
La Autoridad Supervisora del Sistema Financiero Suizo (FINMA) se ha visto sometida a una presión extrema desde que se anunció la intempestiva venta del Credit Suisse a UBS. Una espiral de tensión que ha tenido secuelas, como la inesperada renuncia del director general del organismo.
Urban Angehrn duró menos de dos años a la cabeza de FINMA antes de que “un elevado y permanente nivel de estrés tuviera consecuencias nocivas en la salud”, expresó el propio directivo en un comunicado de prensa publicado el 7 de septiembre.
Los medios de comunicación suizos, que han sido una de las principales fuentes de estrés para FINMA, se apresuraron a afirmar que el sucesor de Angehrn enfrentará también grandes presiones.
«Esta dimisión confirma una vieja sospecha: el principal cargo de FINMA es un infierno de trabajo que no está especialmente bien pagado», declaró el diario Neue Zürcher Zeitung.
En julio, Angehrn decidió escribir una carta para defenderse de las críticas que el citado diario hizo a la autoridad supervisora después de la extinción del Credit Suisse. “FINMA no es responsable de la crisis del Credit Suisse», dejó asentado.
FINMA nació en plena crisis bancaria mundial del 2009, producto de la fusión de los tres organismos reguladores que existían previamente. Dada la coyuntura en la que surgió, su historia se ha visto marcada permanentemente por el estrés.
Como autoridad, FINMA ha desempeñado un rol protagónico en tareas capitales para el sistema financiero como el fortalecimiento de los requisitos de capitalización de los bancos (irónicamente, aumentaron para evitar quiebras, y esto no evitó el colapso del Credit Suisse); la puesta en marcha de una cruzada suiza contra la evasión fiscal que arriesgó la supervivencia de muchos bancos; y la aplicación de sanciones contra Rusia y de castigos contra clientes de alto perfil, por lavado de dinero, como en el fraude de los fondos soberanos de Malasia 1MDB o el escándalo de la brasileña Petrobras.
FINMA ha sancionado también a diversos bancos por facilitar la comisión de complejos y enormes fraudes en otras partes del mundo.
Pero la forzada adquisición del Credit Suisse por UBS, en marzo pasado, fue un terremoto interno en FINMA, detonante de férreas críticas con respecto al papel que jugó el regulador, ya que permitió que los acontecimientos se salieran de control.
Dada la magnitud del hecho, de forma inhabitual, se creó una comisión parlamentaria de investigación que está examinando la actuación de FINMA y otros organismos en el caso del Credit Suisse. Adicionalmente, FINMA está en el ojo del huracán por la multitud de litigios que enfrenta tras decidir unilateralmente la cancelación de bonos AT1 por 16.000 millones de francos suizos (18.000 millones de dólares) emitidos por el Credit Suisse, que son propiedad de inversores del mundo entero.
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Como es imaginable, FINMA llama al episodio del Credit Suisse “el mayor desafío de nuestra historia”.
¿Y qué sigue ahora?
La inesperada partida de Angehrn enfrenta a FINMA al problema inmediato de mantener a este organismo operando debidamente en un periodo especialmente complejo.
La búsqueda del relevo de Angehrn ya inició en FINMA, la operación cotidiana se garantizará, por ahora, con Birgit Rutishauser, actual subdirectora general, en el cargo de directora general adjunta desde el 1 de octubre.
La prioridad de FINMA es garantizar que la operación de venta del Credit Suisse al UBS quede concluida sin contratiempos en 2025. Dada la talla de la transacción, se espera que la Comisión de Competencia suiza presente un documento con conclusiones sobre la venta en las semanas por venir.
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FINMA será la autoridad responsable de fijar los requerimientos de capitalización del nuevo megabanco y tendrá que supervisar también como afectará un gigantesco UBS a la estabilidad del sector financiero suizo.
En los próximos meses, FINMA podría verse obligada también a defenderse ante los tribunales de las demandas interpuestas por los tenedores de bonos AT1 agraviados. Una potencial sentencia judicial adversa afectaría gravemente su reputación como defensora de un juego limpio en los mercados.
«Se espera siempre que los reguladores establezcan normas y vigilen su cumplimiento. Pero hay cada vez más evidencias de que FINMA, bajo una fuerte presión política, hizo justo lo contrario», escribió el Financial Times en un mordaz pronunciamiento publicado en mayo.
Asimismo, FINMA tendrá que hacer frente a las conclusiones de la comisión de investigación parlamentaria, que desarrollará su trabajo de examinación durante los próximos 12 o 15 meses.
De acuerdo con la prensa, el Ministerio Público de la Confederación abrió además una investigación relacionada con el proceso de transmisión del Credit Suisse para determinar si algún funcionario, regulador o ejecutivo infringió alguna ley.
¿Un FINMA renovado?
Desde antes de la dimisión de Angehrn, crecían las voces que pedían una reforma a fondo de la autoridad reguladora para evitar nuevos fiascos al estilo Credit Suisse.
En el pasado, FINMA fue acusada de extralimitarse en sus funciones. «De vez en cuando, aún aparecen artículos en la prensa que afirman que FINMA regula excesivamente, o por cuenta propia, yendo más allá de su mandato estatutario. Dicho en breve, se ha vuelto demasiado poderosa», escribió el entonces presidente de FINMA, Thomas Bauer, en el Informe Anual 2018, desestimando estas afirmaciones que, a su juicio, carecían de sentido.
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Pero las cosas parecen haberse ido al otro extremo. Actualmente, el regulador es criticado por carecer de colmillos, ser engorroso para las entidades financieras y no tener los ojos donde debe, a pesar de que su plantilla laboral pasó de 442 empleados a tiempo completo en 2012, a un total de 547,2 en 2022.
«Como organismo regulador, FINMA debió actuar con mayor rapidez y firmeza, y no lo hizo. Pecó de omisión», dijo Henry Peter, profesor de Derecho Corporativo de la Universidad de Ginebra y antiguo miembro de la Junta de Adquisiciones de FINMA, en una entrevista concedida a la RTS al conocerse la dimisión de Angehrn.
Después de la debacle del Credit Suisse, FINMA tuvo la inusual iniciativa de solicitar poderes adicionales para igualar sus potestades a las que tienen otras entidades reguladoras del mundo.
Esto incluía la capacidad de imponer multas (en la actualidad, FINMA sólo puede exigir a los bancos que devuelvan las ganancias que obtuvieron ilícitamente), poder exigir más responsabilidad a los ejecutivos financieros, y denunciar a los infractores, facultades de las que solo goza en casos excepcionales considerados de interés público.
«Nuestras herramientas se ven rebasadas en casos extremos, como vimos en el Credit Suisse”, declaró en abril la Presidenta de la FINMA, Marlene Amstad.
Un panel de expertos creado para asesorar al Parlamento sobre la mejor forma de blindar la estabilidad financiera de Suiza ha alcanzado varias conclusiones iniciales, y entre ellas, coincide con esta visión de FINMA.
Políticos, bancos y reguladores están de acuerdo también en que Suiza, al ser una de las principales plazas financieras del mundo, debe restaurar la confianza mundial en su capacidad para mantener el orden y la estabilidad en su sector bancario.
Sin embargo, lograr consenso sobre las acciones que deben seguirse para cumplir este objetivo es una tarea mucho más compleja. Por ejemplo, la Asociación Suiza de Banqueros (ASB) aplaude muchas de las conclusiones de los expertos, pero no todas.
«Hay una necesidad sustancial de más análisis y clarificación en distintas áreas», escribió la ASB. En particular, recomienda que se investiguen en detalle las medidas para ampliar «las competencias y los instrumentos de supervisión de FINMA».
Texto adaptado del inglés por Andrea Ornelas
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