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El rescate bancario transformó el veneno en oro

Keystone

El último capítulo del rescate del UBS –iniciado en 2008- se escribirá en noviembre. Su balance final confirmará que los contribuyentes, los titulares de cuentas bancarias y las pequeñas empresas han sido los principales beneficiarios de esta estrategia. Una historia de éxito que difícilmente se repetirá en otros países.

Lejos de acumular pérdidas, la decisión de destinar 31.800 millones de dólares (29.000 millones de francos suizos) a rescatar al banco número uno de Suiza se tradujo para el Gobierno en ganancias superiores a los 1.000 millones de dólares y permitirá al Banco Nacional Suizo (BNS) amasar unos 6.000 millones de dólares.

Pero el citado salvamento, que alguna vez el exconsejero delegado del UBS, Oswald Grüber, calificó como “la mejor negociación jamás realizada por el banco central”, no auguraba un panorama así de rosa hace cinco años.

Entonces, se veía el crédito concedido al UBS como una decisión altamente riesgosa que desató un acalorado debate político y oposición en la opinión pública. Malos augurios que, en 2009, parecían estar justificados, porque los activos tóxicos en cuestión perdieron 4.800 millones de dólares durante el primer año del rescate.

El principal pilar de la estrategia para apuntalar al UBS consistió en crear, el 16 de octubre de 2008, un Fondo de Estabilización (StabFund) o banco malo, cuya misión era absorber los activos problemáticos que amenazaban con arrastrar al UBS a la desaparición.

El modelo sueco

En aquel momento, el mundo se hallaba en las garras de una crisis financiera, que un mes antes le había costado la cabeza a Lehman Brothers, uno de los bancos de inversión más prestigiados de Wall Street. Tras el inicio de la debacle, docenas de instituciones de crédito corrían el riesgo de colapsar de forma inminente. El UBS formaba parte de esta lista, con pérdidas que en ese tiempo alcanzaban ya los 50.000 millones de dólares.

Los gobiernos y los bancos centrales comenzaron a comparar participaciones en los principales bancos con problemas, y a realizar inyecciones masivas de liquidez emergente en los mercados para garantizar simplemente que el sistema financiero fuera capaz de operar de un día al otro.

Suiza, como se dijo, se decantó por la estrategia del banco malo, un modelo de rescate financiero que Suecia había aplicado con éxito durante los años 90.

El Fondo de Estabilización asumió, pues, activos tóxicos del UBS por 38.700 millones de dólares fundamentalmente vinculados al sector hipotecario. Y una línea de crédito por 25.800 millones de dólares que aportó el BNS operó como garantía del grueso de los activos en poder del StabFund ante pérdidas potenciales. Asimismo, el Gobierno inyectó con carácter de urgencia 6.000 millones de dólares al UBS para asegurar la liquidez de sus tesorerías.

El alumno superó al maestro

“Los suecos fueron los primeros en mostrar que esto era viable”, explica a swissinfo.ch Tobias Straumann, profesor de Historia Económica en la Universidad de Zúrich. “Aplicaron una estrategia con un doble enfoque: recapitalizar los bancos con fondos gubernamentales y crear bancos malos para aliviar a las instituciones de sus activos tóxicos”.

“Si se procede correctamente, existen buenas posibilidades de lograr un equilibrio financiero, pero es bastante inusual obtener ganancias tanto en la recapitalización como en la gestión del banco malo, como ha sucedido en Suiza”, apunta.

El modelo helvético ha probado ser más exitoso que el sueco y durado solo cinco años de principio a fin. Los recientes rescates en otros países tomarán muchos más años y aún es bastante incierto el costo real que tendrán para los contribuyentes.

Parte del éxito de la experiencia suiza se explica en que los problemas graves se concentraban en una sola institución: el UBS. El Credit Suisse, un banco que temió su muerte inminente antes que su rival, consiguió resolver sus problemas financieros por sus propios medios.

Esto permitió a las autoridades concentrarse en la delimitación de activos tóxicos de una entidad –separando parte de los activos de la empresa sin necesidad de escindirla– para liquidarlos de forma ordenada.

Pese al éxito de la estrategia de rescate financiero que aplicó el Fondo de Estabilidad, aún genera inquietud en Suiza la vulnerabilidad de la economía nacional ante futuros colapsos potenciales de sus dos principales bancos.

El UBS y el Credit Suisse han sido obligados por ello a un manejo mucho más conservador de sus carteras y a una capitalización más estricta. Aun así, ambas entidades podrían necesitar un rescate con recursos públicos si cayeran en problemas financieros importantes en el futuro.

Los reguladores han desechado la idea de dividir estos bancos en unidades más pequeñas. Concretamente, separando la actividad bancaria minorista de la banca de inversión para evitar que la segunda contamine a la primera en caso de crisis, obligando al banco a vender sus activos como lo han hecho –o propuesto- otros países.

Pero los políticos suizos, tanto de derecha como de izquierda, debaten desde hace tiempo en el Parlamento sobre cómo deben atenderse los problemas de los bancos demasiado grandes para caer.

Inicialmente, los políticos querían que los dos bancos redujeran su talla escindiendo, como se dijo, la actividad de banca para el público de las operaciones especulativas de la banca de inversión. Pero últimamente, exhortan más bien a prohibir que los bancos utilicen fondos de sus clientes para negocios financieros que puedan resultar riesgosos.

El presidente de la Asociación de Banqueros Suizos (ABS), Patrick Odier, ha declarado al diario Tages Anzeiger que limitar el tamaño de los bancos sería “erróneo, arbitrario y restaría competitividad” a la plaza financiera suiza.

Todos ganan

Otros gobiernos, por ejemplo, también delimitaron los activos tóxicos de sus bancos. Pero a diferencia de Suiza, se vieron obligados a poner en marcha el rescate bancario nacionalizando directamente parte de estas instituciones u organizando la venta de bancos a instituciones competidoras en mejor forma financiera.

El Gobierno británico pregonó, recientemente, la exitosa venta de una parte de las acciones que tenía del banco Lloyds. Sin embargo, la Oficina Nacional de Auditoría (NAO por sus siglas en inglés) estima que el rescate financiero en marcha tiene un costo anual de 5.000 millones de libras esterlinas (unos 7.300 millones de francos suizos).

El Ejecutivo recupera parte de estos gastos vía el cobro de comisiones y de los intereses que generan los créditos que otorgó, pese a lo cual las pérdidas acumuladas para el contribuyente sumaban 4.000 millones de libras, según datos a marzo pasado.

En el caso de Estados Unidos, la Oficina de Presupuesto del Congreso estimó en mayo que el rescate bancario ha tenido un costo de 21.000 millones de dólares para los contribuyentes. Un cálculo que, no obstante, se ha revisado a la baja desde octubre de 2012, por lo que podría ser menor.

En Suiza, la recuperación de los mercados financieros fue de tal magnitud que en septiembre pasado se liquidó el crédito otorgado por el BNS, gracias a los intereses que generaba y a la venta de activos llamados de lenta recuperación.

Como la deuda ya quedó saldada, el UBS tiene derecho hoy a ejercer una opción que pactó en 2008 y que consiste en recomprar los activos que aún administra el StabFund (estimados en alrededor de 5.000 millones de dólares).

Dicha operación supondrá un esfuerzo financiero importante para el UBS, ya que deberá pagar 1.000 millones de dólares para ejercer este derecho, más el equivalente de los activos en poder del StabFund.

Un costo que, de todas formas, es mucho menor que pagar la factura de la bancarrota, especialmente para miles de ahorradores comunes y de pequeñas empresas que realizan negocios con UBS.

(Traducción del inglés: Andrea Ornelas)

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