«Espero que pronto se ponga fin al mercado voluntario de créditos de carbono»
A quienes pretenden compensar sus emisiones financiando proyectos climáticos en el extranjero, el experto Carsten Warnecke les da un consejo: no lo hagan. Pensar que el mercado de compensación de carbono puede ayudar a resolver la crisis climática es una ilusión, afirma el cofundador del NewClimate InstituteEnlace externo, que no ahorra en críticas a Suiza.
SWI swissinfo.ch: Hace poco tomé un avión de Sevilla a Ginebra y compensé las emisiones generadas por mi vuelo financiando un proyecto de reforestación en Nicaragua. Pero, ¿es realmente posible compensar estas emisiones plantando árboles o es sólo marketing para quienes quieren tener la conciencia tranquila?
Carsten Warnecke: No es posible en absoluto compensar las emisiones de este modo. La producción de combustible de aviación altera el ciclo del carbono a largo plazo, almacenado bajo tierra durante milenios. En cambio, plantar árboles significa almacenar carbono a corto plazo.
Nadie puede garantizar que el árbol que plante hoy para compensar mi vuelo siga existiendo dentro de 20 o 30 años. El propio cambio climático es una amenaza para los bosques, como demuestran los incendios, las sequías y las plagas cada vez más frecuentes. Además, el potencial de almacenamiento biológico de carbono es limitado: la naturaleza nos permitiría como mucho compensar las emisiones históricas y las que ahora consideramos inevitables.
No necesitamos imágenes bonitas de árboles verdes y proyectos que nos den la impresión de que no tenemos que cambiar nuestro comportamiento. Necesitamos imágenes drásticas, como las de los paquetes de cigarrillos, que muestren el impacto real de nuestras acciones.
Las organizaciones y empresas de compensación voluntaria de emisiones proponen numerosos proyectos internacionales, desde el reciclaje de plástico en Rumanía hasta la instalación de cocinas energéticamente eficientes en Kenia. ¿Cómo elegir el proyecto con mayor impacto?
Incluso para quienes están bien informados, es imposible seleccionar los proyectos más eficaces. Algunos están bien presentados, pero es imposible saber si la información dada es correcta, a menos que se vaya al sitio y se compruebe. Los proyectos malos son tan numerosos que resulta difícil orientarse.
En general, es ilusorio pensar que este mercado es capaz de desarrollar proyectos o actividades que realmente puedan compensar sus emisiones sin impactos climáticos negativos, como si éstos nunca hubieran existido. A quienes quieran invertir en estos proyectos sólo para compensar sus emisiones, sólo puedo decirles una cosa: no lo hagan.
¿Cuál sería un «buen» proyecto?
Los proyectos forestales son la gran mayoría y también los más problemáticos a efectos de compensación. Sin embargo, hay algunos proyectos interesantes para reducir las emisiones de la industria y los hogares, o para mejorar la eficiencia energética. Muchos tienen un buen potencial para llevarse a cabo, pero todo depende de cómo se apliquen y quién los ponga en marcha.
Un estudio recienteEnlace externo demostró que la mayoría de los certificados emitidos para preservar los bosques carecían en realidad de valor. Es decir, no representaban reducciones reales de las emisiones de carbono y, en algunos casos, se limitaban a trasladar el problema de la deforestación a otro lugar. La empresa suiza South Pole también participó en un controvertido proyecto forestal en Zimbabue. ¿Cómo pudo suceder esto?
Muchas normas y metodologías utilizadas actualmente en los llamados mercados voluntarios de carbono para definir un proyecto son extremadamente débiles y las define el propio mercado. Por eso hay que hablar de un «mercado no regulado». Las emisiones que estos proyectos prometen compensar o evitar se sobreestiman muy a menudo. A veces hay una mala gestión del proyecto o los controles sólo tienen lugar al cabo de una década más o menos. Pasa demasiado tiempo antes de que se detecten los problemas y, mientras tanto, ya se han vendido muchos certificados.
En cuanto a la deforestación, es bien sabido que no puede evitarse simplemente protegiendo determinadas zonas. Definir límites dentro de los cuales proteger los árboles en nombre del clima no hace sino aumentar la presión sobre las zonas circundantes. No se puede detener la deforestación sin abordar sus causas, y no se puede pretender tener un impacto positivo sobre el clima sólo porque se proteja una pequeña superficie de tierra.
>> El siguiente vídeo explica de forma sencilla cómo funcionan las compensaciones de emisiones:
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La compensación de carbono explicada en 2 minutos
Detrás de los créditos de carbono que compramos para compensar nuestras emisiones hay una larga cadena de intermediariosEnlace externo que incluye empresas comercializadoras y organismos de certificación. ¿Quién gana más dinero en este mercado, que ha alcanzado los dos billones de dólaresEnlace externo en 2021?
Es difícil decir quién gana más. Lo que es seguro es que en muchos proyectos la mayor parte del dinero nunca llega a la UE.
El mercado de créditos de carbono existe desde hace unos 20 años. Ha habido periodos en que su valor era casi nulo porque se desarrollaban proyectos para los que no había demanda. Es un comercio: hay quien compra créditos baratos con la esperanza de que suba el precio. Hay gente que los compró por céntimos y ahora los vende a empresas que creen que así compensan sus emisiones.
¿Cuál es el beneficio real para los que están al principio de la cadena, es decir, las poblaciones locales y su entorno?
Depende del tipo de proyecto y de las intenciones de quienes lo ejecutan. Hace unos 15 años se desarrollaron algunos proyectos realmente interesantes en beneficio de las comunidades. Pienso, por ejemplo, en las estaciones depuradoras de aguas residuales, que reducen los gases de efecto invernadero y al mismo tiempo mejoran la calidad del agua, reducen la contaminación atmosférica y crean puestos de trabajo para la población local. Muchos de los que desarrollaron estos proyectos en los primeros días del mercado del carbono tenían buenas intenciones. Sin embargo, hace tiempo que abandonaron el sector. El crecimiento del mercado desde entonces se ha llenado de proyectos que no cumplen lo que prometen.
Verra, la organización que certifica cerca de tres cuartas partes de los créditos mundiales, sostiene que no será posible cumplir los objetivos climáticos sin la financiación del mercado de compensación de carbono. En su lugar, aboga por poner fin a este sistemaEnlace externo. Pero, ¿eso no supondría privar a los países en desarrollo de importantes inversiones de los Estados más ricos?
El mercado voluntario del carbono, a pesar de las impresionantes operaciones de comercialización, es en realidad muy pequeño, casi un nicho. La cantidad de dinero movilizada es pequeña en comparación con otros flujos financieros. Este mercado permite a particulares y empresas declararse neutrales con respecto al clima cuando en realidad no hacen nada por el clima. El daño que hace al clima es inmensamente mayor que la financiación que genera.
Además de los particulares y las empresas, los países también pueden compensar sus emisiones en el mercado del carbono. Suiza es pionera en este sentido y ha celebrado acuerdos bilaterales con una docena de países desde 2020. Estos permiten a Suiza compensar parte de sus emisiones y, al mismo tiempo, financiar proyectos sostenibles en países en desarrollo, en lo que parece ser una situación en la que todos salen ganando. ¿Es realmente así?
Financieramente, sí, pero el clima no se beneficia y eso es un gran problema. Suiza actúa en el marco del artículo 6 del Acuerdo de París sobre el clima [que permite las reducciones de emisiones logradas en el extranjero, N.del T.] y es en este sentido una nación pionera porque desarrolló actividades antes de que la normativa estuviera totalmente definida. Mientras tanto, sin embargo, define ella misma las normas y dudo que estas sean lo suficientemente ambiciosas.
La comunidad climática internacional espera que un país como Suiza aplique medidas de reducción de emisiones acordes con los objetivos del Acuerdo de París.
AnalizamosEnlace externo el acuerdo entre Suiza y Georgia para mejorar la eficiencia energética de los edificios. Se trata de medidas fácilmente realizables que Georgia ya había planeado hace años. Ahora Suiza se adelanta y dice que se hará cargo de la financiación. Se trata sin duda de una situación beneficiosa para Georgia, que no tiene que invertir, y también para el gobierno federal, que puede utilizar los créditos de carbono generados como justificación para no reducir las emisiones en su propio país.
La comunidad climática internacional espera que un país como Suiza, dada su responsabilidad y medios, aplique medidas de reducción de emisiones acordes con los objetivos del Acuerdo de París, así como que haga una contribución decente a la financiación internacional del clima.
Los problemas con los créditos de carbono siempre han existido, pero con la transición del Protocolo de Kioto al Acuerdo de París, las cosas se han complicado aún más.
¿A qué se refiere?
En virtud del Protocolo de Kioto, sólo los países industrializados tenían que comprometerse a reducir las emisiones. Entonces podían financiar un proyecto climático en el Sur Global, que resultaba más barato que actuar en casa, y alegar que eso no habría sido posible sin la financiación a través de certificados de carbono. Es lo que se conoce como «adicionalidad». Sin embargo, esta narrativa ya no funciona con el Acuerdo de París, porque todos los países, incluidos los países en desarrollo, tienen objetivos de reducción que deben aumentar progresivamente.
Son los países en desarrollo los que deben centrarse en las reducciones de emisiones más fácilmente alcanzables y rentables. Por ejemplo, la protección de los bosques no requiere tecnologías excesivamente caras y cada Estado puede hacerlo por su cuenta o recurriendo a otro tipo de ayudas internacionales si así lo desea.
Sin embargo, si son los países desarrollados como Suiza los que pagan estas medidas fácilmente realizables en el Sur global, se crea un doble desincentivo: los estados receptores no establecen objetivos realmente ambiciosos y los estados donantes pueden permitirse no hacer nada para reducir las emisiones a nivel nacional, cuando es lo más importante que hay que hacer hoy en día.
La tarea de los países industrializados, y del mercado voluntario del carbono, debería ser más bien financiar la mitigación de las emisiones más difíciles de reducir.
La regulación del mercado de créditos de carbono es uno de los temas que se debaten en la COP28 que se está celebrando en Dubái. ¿Cómo podría este mercado ayudar realmente a atajar la crisis climática?
Sólo podrá hacerlo si el texto del Acuerdo de París se aplica al pie de la letra, con todas las salvaguardias necesarias. Necesitamos normas sólidas, hasta en los detalles, y un organismo supervisor realmente estricto que también tenga en cuenta las ambiciones de los países. Pero no veo indicios de ello. Es una cuestión política, y cuando hay tantos países implicados es inevitable llegar a un compromiso. Pero este no es el resultado más ambicioso posible y probablemente no estará en consonancia con los objetivos del Acuerdo de París.
¿Cómo evolucionará el mercado voluntario de compensación de emisiones de carbono? ¿Se reinventará o simplemente ignorará todas las críticas y seguirá como antes?
Es difícil decirlo. Si sigue como hasta ahora, afirmando que los proyectos y actores problemáticos son sólo casos aislados, sin reconocer que hay un problema sistémico detrás, entonces espero que el mercado de indemnizaciones llegue pronto a su fin.
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Texto adpatado del italiano por Carla Wolff
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