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Holcim-Apasco transforma desechos en energía

Holcim Apasco quiere aprovechar, entre otros desechos, las llantas usadas para generar energía en México. Keystone

Tras equiparse e invertir desde hace 5 años, el grupo cementero helvético colecta en México llantas, plástico o aceites para su procesamiento ecológico.

El objetivo es compensar la contaminación que causan sus procesos productivos, pero aspira también a integrarse en el rentable mercado de los bonos de carbonos.

Las cifras causan escalofrío.

Cada habitante del mundo produce en promedio 1 kilogramo de basura al día, lo que dicho con todas las letras significa 6,5 millones de toneladas de basura diarias, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Sin embargo, mientras en los países industrializados el reciclaje de basura es una industria millonaria y una costumbre arraigada en la población, en las naciones en desarrollo la historia es muy distinta.

En México, por ejemplo, se producen alrededor de 80.450 toneladas diarias de desechos orgánicos e inorgánicos, y hasta 60% de ellos se mantienen a la intemperie, contaminando el ambiente y erigiéndose como focos de infección, dinámica que se repite en la totalidad de los países latinoamericanos.

Este problema interesa abiertamente al grupo cementero helvético Holcim-Apasco. Y en el caso concreto de México decidió tomar cartas en el asunto, invertir, equiparse, cooperar en materia ecológica y perseguir en el futuro un beneficio económico por dicho esfuerzo.

Generación de energía

Actualmente, Holcim-Apasco está totalmente equipada en México para procesar desechos sólidos y líquidos y transformarlo en energía.
Es decir, transformar desechos como llantas, plástico, aceites y/o solventes en fuentes de calor que sean utilizables posteriormente por la propia industria.

Un proyecto que, confirma el Gerencia Ambiental del grupo suizo en México, ha implicado inversiones del orden de los 15 millones de dólares anuales desde el año 2002 a la fecha.

Recursos que se han canalizado a Ecoltec, una empresa de Holcim en México, dedicada a colectar desechos en ciudades como Puebla, Salamanca o Guadalajara -incluidas entre las más pobladas y contaminantes del país-, con miras a procesarlos.

Las acciones de Ecoltec permiten a Holcim-Apasco involucrarse con su entorno en territorio mexicano, pero tienen como objetivo final simultáneo los llamados «certificados de reducción de emisiones».

El reconocimiento -con validez internacional- que se entregan a aquellas empresas que invierten tiempo y recursos en instrumentar mecanismos para descontaminar al planeta. Y que a cambio obtienen bonos susceptibles de comercialización.

Permisos para contaminar

Los «bonos de carbono» son un sofisticado mecanismo que al final no es sino un «permiso para contaminar».

Pareciera un contrasentido, ya que fueron creados justamente para lo contrario, es decir, para reducir la emisión de los gases de efecto invernadero que son responsables en el mundo del cambio climático.

Expresados en palabras simples, funcionan de la siguiente manera.

Aquellas empresas que obtienen certificados de reducción de emisiones adquieren el derecho de venderlos en mercados expresamente diseñados para ello, por ejemplo, el de los bonos de carbono.

Y aquellas empresas, que por su parte, adquieren bono de carbono tienen derecho a emitir una tonelada de dióxido de carbono extra –por cada uno de ellos- sin recibir multas o sin arriesgarse a incumplir los compromisos que asumió su país dentro del Protocolo de Kyoto (acuerdo internacional para reducir los índices mundiales de contaminación).

El escenario no es el ideal, ya que sólo se transfiere de un sitio a otro la emisión de contaminantes, pero al mismo tiempo éstas se regulan (y frenan paulatinamente), ya que para que una compañía compre un bono de carbono, otra tuvo que realizar un esfuerzo relevante para reducir sus emisiones de gases.

El caso Holcim-Apasco

Holcim-Apasco forma parte de una de las industrias más contaminantes del planeta y lo sabe.

Emite polución durante el manejo y almacenamiento de materiales, en la molienda y también durante el enfriamiento de los hornos (dióxido de carbono, hidrocarburos, aldehídos, cetonas, y óxidos de sulfuro y nitrógeno).

Ese es su negocio y no cambiará de giro, pero sí intenta compensarlo.

Y este esfuerzo, de hecho, le fue reconocido en México durante el primer trimestre (03.03) a través del premio «Empresa Socialmente Responsable» que le otorgó el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi).

Adicionalmente, Holcim ha reducido casi 20% la emisión de C02 durante la última década.

Y aunque hasta hoy no ha conseguido los certificados de reducción de emisiones como recompensa –porque aún no cumple al 100% con los mecanismos de desarrollo limpio que impone la Organización de las Naciones Unidas (ONU)-, el avance ha sido sustancial y sigue invirtiendo para generar dichos certificados.

Ha apostado además por el proyecto de generación de energía a través del procesamiento de basura, la sustitución de combustibles fósiles por renovables y la generación de energía eólica para sus plantas.

Ha firmado también convenios de colaboración, como el que suscribió con el Instituto de Ecología (en Orizaba, Veracruz) para la restauración de ecosistemas.

Acciones que, sumadas las unas a las otras, la han convertido en una de las empresas helvéticas que más han trabajado en materia de medio ambiente en América Latina.

swissinfo/Andrea Ornelas

Holcim-Apasco produce cemento, mortero, concreto premezclado, agregados (grava y arena) y ofrece servicios para la construcción; forma parte del grupo suizo Holcim.

Holcim creó la Fundación Holcim para la Construcción Sustentable que promueve en Latinoamérica edificaciones que mejoren la calidad de vida de la población, al tiempo que se protege el medio ambiente.

Cada Certificado de Emisiones Reducidas (CER) equivale a la reducción de una tonelada de dióxido de carbono al medio ambiente.

Holcim es la número 2 del cemento mundial tras la francesa Lafarge.

En 2007, tiene presencia en 70 países y más de 45.000 empleados.

Holcim comenzó a operar en México en 1964, y tiene presencia también en países latinoamericanos como Nicaragua, Panamá, Guatemala, Honduras, El Salvador, Colombia y Argentina.

El Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático es un acuerdo internacional dedicado a reducir la emisión de seis gases responsables del calentamiento global: dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y hexfluoruro de azufre.

La meta es reducir 5% la emisión de dichos gases en el mundo con respecto a los niveles de 1990.

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