Por qué faltan fármacos en Suiza
Suiza, con dos de los mayores fabricantes de medicamentos del mundo —Roche y Novartis— y cientos de pequeñas empresas de biotecnología, es una potencia farmacéutica indiscutible. ¿Cómo puede ser que falten medicamentos en un país que suministra tantos fármacos al mundo?
Las noticias sobre la escasez de medicamentos durante los últimos tres meses han inundado los medios de comunicación helvéticos. Faltan desde amoxicilina (un antibiótico) y analgésicos comunes —como el ibuprofeno— hasta tratamientos para enfermedades crónicas, como el párkinson, las cardiopatías y la epilepsia.
A principios de marzo, 1 000 preparados de medicamentos con receta como mínimo estaban “no disponibles” frente a unos 450 en mayo de 2021, según la web drugshortage.ch, creada por el farmacéutico suizo Enea Martinelli. También a principios de marzo, la Oficina Federal de Abastecimiento Económico Nacional (FONES) informó que unos 140 medicamentos esenciales estaban agotados por tiempo indeterminado, retirados del mercado o había retrasos en la entrega. En 2017 en esta situación había 48 medicamentos.
“Hemos conseguido un triste récord”, declaró en noviembre Martinelli a la televisión pública suiza SRF. En febrero, por su parte, las autoridades suizas calificaron la situación del suministro de medicamentos de “problemática” y crearon un grupo de trabajo para encontrar soluciones inmediatas.
La carencia de fármacos no es algo nuevo en Suiza, pero la variedad de medicamentos que faltan, la rapidez con la que desaparecen de las farmacias y lo que se está alargando la escasez han hecho saltar las alarmas.
“Hace veinte años teníamos un desabastecimiento al mes. Hoy estamos en 4-5 al día. Es preocupante. Desde principios de año más de 150 medicamentos están agotados”, manifestó un farmacéutico de hospital el 21 de febrero al diario Le Temps.
Pero esto no ocurre solo en Suiza. Después de que se suavizara el uso de mascarillas tras la pandemia, este invierno, los casos de resfriados, infecciones respiratorias y gripe han aumentado; y gran parte de Europa se enfrenta a una escasez de medicamentos grave. Sin embargo, pocos países tienen una densidad de empresas farmacéuticas como Suiza, lo que ha generado perplejidad en el país.
Falta de una visión completa
Una de las principales razones por las que Suiza no ha podido evitar la limitación de medicamentos —que también afecta a otros muchos países— es la falta de una visión clara y completa del problema. Es lo que recoge un informe que la Oficina Federal de Salud Pública publicó en febrero. La oficina nacional de suministros solo hace seguimiento de los que considera medicamentos esenciales. Sobre medicamentos de venta con receta únicamente hay otro recurso: el sitio web de Martinelli —creado como iniciativa independiente— que se basa en informes de fabricantes y farmacéuticos. No incluye los medicamentos de venta libre, como el jarabe para la tos.
Diferentes organismos se ocupan de las distintas partes de la cadena de suministro de medicinas. Así, la responsabilidad principal de satisfacer las necesidades de la población y de adquirir los fármacos recae en cada cantón, pero quien fija los precios y los reembolsa es el departamento federal de sanidad (Ministerio de Sanidad). También está la Oficina Nacional de Suministros, que verifica y almacena los productos esenciales, así como Swissmedic —el regulador nacional de medicamentos— que aprueba los preparados, y controla la seguridad de los pacientes y las prácticas de fabricación.
Todo esto dificulta planificar y prever, así como hacer frente a cualquier aumento inesperado de la demanda, como ha ocurrido este invierno.
“Hace falta transparencia para determinar dónde están las dificultades en la cadena de suministro. Es la única forma de evitar los atascos en el abastecimiento”, declara Martinelli a SWI swissinfo.ch. Y, como farmacéutico, añade, “si sé cuánto va a tardar la entrega, puedo decidir qué hacer”.
Pero la transparencia brilla por su ausencia en todas partes, confirma Kostas Selviaridis, experto en compras y cadena de suministro de la Escuela de Gestión de la Universidad de Lancaster. “Es un gran problema subyacente. No tenemos visibilidad de la cadena de abastecimiento de un producto concreto”, afirma. Se sabe muy poco sobre dónde se fabrica un producto y qué número de proveedores intervienen. “Si sabes que solo hay una fábrica que produce la materia prima, sabes que necesitas diversificar. Pero las empresas que producen los medicamentos tratan esta información como algo confidencial y como un secreto comercial”.
Un mercado “insostenible”
Suiza —siendo como es un pequeño mercado de consumo— también se enfrenta a retos únicos. Aunque no es un problema para los fármacos más nuevos y caros, sí lo es cuando los márgenes económicos son estrechos.
Los expertos calculan que alrededor del 90 % de los desabastecimientos son de medicamentos sin patente. Es decir, de marcas originales que ya no están protegidas por patentes o copias genéricas de la marca original.
El Ministerio de Sanidad fija tanto el importe de las medicinas de marca como el de los genéricos, que, para que la compañía de seguros los reembolse, tienen que ser —como mínimo— un 20 % más baratos que los de marca. Cada pocos años el Gobierno revisa la diferencia de precios y suele ajustarlos a la baja para reducir los costes sanitarios. En Suiza —donde los precios medios de los genéricos son más altos que en el resto de Europa y donde los importes de los genéricos también se limitan— el precio de muchos medicamentos antiguos está por debajo del de otros países.
Un ejemplo es el ibuprofeno, que salió al mercado en los años 60 y que sigue siendo uno de los analgésicos más utilizados. El precio de fábrica de una cápsula genérica de 600 mg (sobre la base de un envase de 100 unidades) de ibuprofeno era de 0,33 francos en 2003. Veinte años y cuatro revisiones de precios después, esa misma cápsula cuesta 0,09 francos.
Con el aumento de los costes —desde la energía hasta el envasado— el mercado de genéricos “ha alcanzado un nivel económicamente insostenible”, reconoce a SWI swissinfo.ch Lucas Schalch, el director general de la asociación suiza de la industria de genéricos Intergenerika. Martinelli, por su parte, calcula que cerca de las tres cuartas partes de los 1 000 medicamentos agotados cuestan menos de 50 francos (53 dólares).
Teva —una de las mayores empresas de genéricos con sede en Israel y que también posee la minorista de genéricos suiza Mepha— secunda esta afirmación. Un portavoz de la empresa revela que un gran problema es la “inmensa presión sobre los precios, especialmente en los fármacos del segmento de precios más bajos”.
Cuanto más bajo es el precio, menos atractivo resulta para los fabricantes el mercado; lo que deja solo unos pocos proveedores para algunos medicamentos. Según el investigador de mercado IQVIA, en Europa, cinco empresas copan casi el 60 % del mercado de amoxicilina.
En Suiza la situación es especialmente preocupante. Al ser un país pequeño, depende en mayor medida de un único proveedor —a menudo de una marca original sin patente— porque las empresas de genéricos no creen que merezca la pena registrar su producto en el país, cuenta Martinelli.
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La industria farmacéutica suiza quiere reducir su dependencia de Asia
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en Suiza los genéricos representan el 27 % del mercado de medicamentos, frente al 83 % en Alemania, el 78 % en Canadá y el 49 % en Japón.
Interdependencia
No solo hay menos proveedores, sino que además sus cadenas de suministro se han vuelto más globales, complejas e interdependientes. En una carrera por reducir los costes, los fabricantes de fármacos dependen más de terceros —en gran medida en el extranjero— lo que ha hecho que los países sean más vulnerables a los caprichos comerciales, a los acontecimientos geopolíticos y a la congestión en las entregas.
En 2021, Suiza exportó productos farmacéuticos por valor de 50 300 millones de dólares (47 000 millones de francos), lo que lo convierte —por valor— en el segundo exportador mundial de productos farmacéuticos. Se centran, en gran medida, en medicinas y sustancias más nuevas y protegidas por patentes, mientras que muchos de los fármacos más utilizados —como los antibióticos o la insulina— proceden casi exclusivamente del extranjero.
En Suiza solo hay dos centros de producción de genéricos: Streuli Pharma AG en Uznach y Bichsel en Interlaken.
Aunque los genéricos o las marcas no protegidas por patentes se producen más cerca de casa, los principios activos proceden, cada vez más, del extranjero. Y, cuando se depende de terceros —en su mayoría en Asia—, Suiza sufre muchos de los mismos problemas que aquejan a otros países.
Aunque no existen cifras exactas, un estudio de la Comisión Europea revela que el 80 % del volumen de principios activos farmacéuticos que importa Europa viene de cinco países: China suministra el 45 % y el resto procede de India, Indonesia, Estados Unidos y Reino Unido.
Cuando el Gobierno indio —en el momento álgido de la primera oleada de COVID en abril de 2020— impuso restricciones a la exportación de principios activos para analgésicos, como el paracetamol, en Suiza farmacéuticos y pacientes se apresuraron a buscar alternativas. El Brexit y la escasez de trabajadores cualificados en el Reino Unido, los cierres patronales en China y la guerra en Ucrania —importante proveedor de vidrio para viales— han hecho que los embotellamientos en el abastecimiento hayan ido a más.
El fin de la innovación
Aunque se espera que tras los meses de invierno la escasez aguda remita, las farmacias advierten de que, si no se abordan los problemas subyacentes, la situación irá a peor. Una respuesta clave que se debate en Suiza —y en general en Europa— es que se produzca más cerca de casa.
Según Lucas Schalch, de la asociación suiza de la industria de genéricos Intergenerika, a Suiza también le interesa una solución a escala europea.
Que los gobiernos se centren demasiado en los genéricos, cuando los problemas van más allá y son mucho más sistémicos, preocupa a los expertos.
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En la rueda de prensa para presentar el balance anual de Roche, su consejero delegado, Severin Schwan, eludió las preguntas sobre la escasez de medicamentos, y dijo que esta se corresponde con los genéricos, que “no es un área en la que trabajamos”.
“En el caso de los fármacos nuevos, las cadenas de suministro son completamente estables, y podemos hacer que nuestros fármacos estén disponibles en su totalidad en todas partes”, añadió Schwan.
Pero, a menudo, la externalización se produce antes de que una patente expire. Los fabricantes de genéricos ya no compran sus materias primas a Roche y Novartis, sino a Asia. Cuando la producción deja de ser rentable, estas empresas salen del negocio y dejan de fabricar el medicamento, explica un portavoz de la asociación suiza de farmacéuticos Pharmasuisse.
Según el volumen de producto acabado, en torno a la mitad de los principios activos de Roche proceden de Europa, una cuarta parte de Asia y una quinta parte de América Latina. La empresa también sigue produciendo en Suiza algunas marcas originales sin patente, como el antibiótico Rochephin.
“Estas grandes empresas pueden contribuir a que cuando expiren sus patentes haya menos problemas”, sostiene Pharmasuisse.
La población —como demostró la COVID-19— depende de estas medicinas más antiguas. “Todo el sistema se basa en la idea de que un fármaco está protegido durante 20 años y luego llegan copias de bajo coste”, señala Patrick Durisch, jefe de política de salud pública de la ONG Public Eye. “Este sistema de primera y segunda clase es un juego peligroso”.
Adaptado del inglés por Lupe Calvo
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