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Secreto bancario, más de tres siglos de polémica

El secreto bancario, una característica ponderada por unos y criticada por otros. swissinfo.ch

La confidencialidad de datos personales que disfruta todo cliente de la banca helvética surgió en la Ginebra del siglo XVII. Desde entonces despierta voces a favor y en contra.

Suiza lo ha defendido a capa y espada, y sólo hace excepciones en caso de encubrir delitos, en litigios por herencias o divorcios.

Aunque pocos lo saben, el legendario secreto bancario helvético nació en medio de la paradoja y el intríngulis político. Su primer beneficiario: el rey Luis XIV.

Y la historia da para una novela. Cuando el monarca francés prohibió la libertad religiosa y canceló los derechos civiles de los protestantes dentro de su reino, obligó a muchos a emigrar a los países vecinos.

Los banqueros protestantes eligieron Ginebra para afincarse y para restablecer los servicios de crédito que ofrecían a su antigua selecta clientela.

Tan selecta, por cierto, que era encabezada por la misma realeza que los perseguía.

¿Cómo explicar hace más de tres siglos a los súbditos que el rey recibía créditos de banqueros «herejes»?

La discreción se convirtió pues en el valor más alto dentro de la banca. Y Suiza, en el preciado destino en donde depositar las riquezas y obtener financiamiento.

¿Qué implica exactamente?

El secreto bancario suena a complicidad y encubrimiento, o a confidencialidad y certidumbre, según el cristal con que se mire.

En territorio helvético, legalmente nació en el siglo XVIII, cuando fue reconocido por primera vez en el Gran Concilio de Ginebra. Antes era simplemente una práctica reconocida, pero no consignada por escrito.

En el siglo XX, era regulado por la ley civil, y un cliente podía colocar una queja por daños contra cualquier banco que no cumpliera con su compromiso de confidencialidad.

Y fue en 1930 cuando el Tribunal Federal –la Suprema Corte de Suiza- concedió al secreto bancario su carácter de obligación contractual.

Pero en qué consiste exactamente…

El secreto bancario es, dicho llanamente, el derecho de un cliente a que su información bancaria –nombre, coordenadas personales, y características de sus inversiones o créditos-sean de carácter estrictamente confidencial.

Y entres sus características principales se cuenta:

A) Carece de vigencia. En Suiza, protege al cliente desde el momento mismo en el que inicia contactos con un banco para abrir una cuenta o solicitar un crédito, aunque el acuerdo nunca se materialice. Y también sigue vigente aunque la cuenta sea cerrada.

B) Se aplica a todos los empleados. Todo trabajador de un banco, sin importar el nivel, tiene la obligación de guardar celosamente la información a la que tiene acceso.

El secreto en Suiza

En Suiza hay casi 400 bancos distintos que operan día a día. Curiosamente, sólo dos de ellos, los gigantes UBS y Credit Suisse, controlan el 50% del mercado financiero total.

Como país, la Confederación Helvética es líder internacional en administración de fortunas privadas (el 35% de las que se invierten en todo el planeta).

Y si por algo es reconocida y solicitada la banca helvética a nivel mundial, es justamente por la solidez de su secreto bancario, una institución que le ha costado polémica y enfrentamientos políticos de todo nivel.

Como todo en esta vida, también tiene sus excepciones.

El secreto bancario deja de aplicarse en Suiza cuando:

1. Proteger la confidencialidad de un cliente encubre delitos como el tráfico de drogas, armas o el lavado de dinero.

2. En caso de herencias en litigio y divorcios. Aunque en estos últimos casos, se «levanta» pocas veces las secrecía bancaria.

Y salvo en los casos antes citados, sólo el cliente tiene derecho a «dosificar» la intensidad del secreto. Por ejemplo, solicitando a su banco que transfiera información a otra entidad para obtener un crédito.

Otra excepción importante al secreto bancario se explica –una vez más- en el ámbito político.

El 8 de noviembre de 1934, Suiza promulgó la Federal Bank Act (conocida como Banking act) que le otorgó el reconocimiento legal al secreto bancario.

Sin embargo, para evitar el encubrimiento de ilícitos, durante los 80´s la Confederación Helvética decidió levantar dicho secreto en casos excepcionales.

Concretamente, realizó un bloqueo sin precedentes de las cuentas del dictador filipino Ferdinando Marcos, y para no violentar legalmente el secreto bancario, se apegó a una cláusula constitucional poco conocida que aclara que Suiza debe defender su reputación internacional.

Sucedió algo parecido con el dictador nigeriano Sani Abacha, quien tenía una fortuna superior a los 4.500 francos suizos colocada en 19 entidades financieras helvéticas, de los cuales 730 millones fueron bloqueados, localizados y devueltos a las autoridades de su país en 1998.

En diciembre del 2004, la Asociación de Banqueros Suizos (ASB) precisó que las medida para luchar contra el lavado de dinero y los recursos ilegales es férrea, razón por la cual cada vez será más complejo abrir una cuenta bancaria con recursos mal habidos.

Una histórica controvertida

¿Por qué levanta tanto ruido el secreto bancario?

Podría pensarse que porque gracias a su existencia se encubrió el paradero de miles de hombres y mujeres durante el nazismo. Cuentas abiertas por víctimas del Holocausto, cuyos fondos no pudieron reclamar sus herederos debido a que el secreto bancario impedía revelar la información ligada a dichos depósitos.

Entre 2000 y 2005, sin embargo, tras una larga negociación, la banca helvética aceptó publicar más de 25.000 nombres de clientes que correspondían a los criterios referidos, y se comprometió a indemnizar a sus descendientes con fondos que sumaban conjuntamente unos 1.500 millones de francos suizos, en total.

Sin embargo, aunque éste ha sido el caso más sonado a nivel internacional, la validez del secreto bancario ha sido cuestionada antes.

Durante la Gran Depresión de 1929, Estados Unidos estaba colapsado tras el descalabro de Wall Street en NY, y muchos bancos y acreedores estadounidenses querían información sobre clientes que tenían depósitos en Suiza, para cobrarse de ahí lo que les debían del otro lado del Atlántico.

Suiza no cedió y no lo ha hecho después tampoco.

Como parte de sus acuerdos bilaterales con la Unión Europea (UE), la Confederación Helvética se ha enfrascado en cerradas discusiones en donde la presión política se dirigía hacia la desaparición del secreto bancario entre Suiza y los 25.

En 2003, finalmente, Suiza se comprometió a retener impuestos sobre las ganancias que generen las cuentas de otros europeos en Suiza (15% ahora y aumentará paulatinamente hasta 35% en 2011), y a transferirlos al país de origen de su cliente, pero sin revelar sus coordenadas personales.

Herencia al mundo…

El secreto bancario, como se concibe en Suiza, opera también en Luxemburgo, Bélgica o Austria. Y en América Latina, lo aplican países como Chile, Colombia, Perú, Argentina o México, en donde ha provocado también intensos debates por implicar la protección de datos de personajes públicos que han abusado de esta prerrogativa.

Y en 2002, el Informe sobre el Desarrollo Humano de la ONU, destaca que el 20% de la población más rica del mundo gana 30 veces más que el 20% más pobre del planeta.

A raíz de dicha reflexión, organizaciones no gubernamentales como Attac Madrid han lanzado la iniciativa de terminar con el secreto bancario, dada la creciente existencia de fortunas privadas ligadas a actividades ilícitas como el narcotráfico y el terrorismo.

«Dinero de todo tipo que encuentra refugio en los territorios donde no hacen incómodas preguntas ni establecen ningún gravamen, es decir, en los llamados paraísos fiscales».

Attac Madrid se refiere a las islas de Man y la de Jersey, el Principado de Andorra, Gibraltar, Luxemburgo, Liechtenstein, Mónaco, San Marino, Malta y Chipre.

Y a Suiza, sin ser paraíso fiscal, se refiere como un destino en el que el secreto bancario encubre situaciones que promueven la injusticia.

Attac Madrid, de hecho, pide la desaparición del secreto y suma a su voz firmas como la de José Saramago; José Vidal-Beneyto; Almudena Grandes; Pilar del Río; José Manuel Naredo; Juan José Millás; Carlos Berzosa; Rafael Díaz Salazar; Luis García Montero; Luis Eduardo Aute; Pepa Roma; José Antonio Marina; Ana Belén; Víctor Manuel; Imanol Arias o Fernando Trueba, lo que evidencia que el secreto bancario nació con la estrella de la polémica, y ésta habrá de acompañarle toda la vida.

swissinfo/Andrea Ornelas

Las controvertidas «cuentas numeradas» se caracterizan porque una cifra sustituye el nombre del cliente, lo que incrementa la confidencialidad de su información; y sólo unas cuantas personas en el banco conocen su identidad real.

Este pacto de confidencialitas de rompe en caso de la comisión de un delito grave, como narcotráfico o lavado de dinero, pero no en caso de herencias en litigio o divorcio.

La Comisión Federal de Bancos autoriza en Suiza la creación de un banco y en caso de malos manejos, cancela dicha licencia de operación.

Los clientes de la banca suiza cuentan con un ombudsman que defiende sus intereses. Y aunque esta entidad -neutra e independiente- no tiene facultades coercitivas, en la mayoría de los casos su gestión permite resolver los conflictos existentes.

En Suiza operan casi 400 bancos, entre nacionales y extranjeros.

La banca helvética posee 115.600 empleados de tiempo completo.

Del total, 16.000 trabajadores radican fuera de Suiza.

En la legislación helvética, la violación del «secreto bancario» entraña una pena de 6 meses de prisión y/o una multa de 50.000 francos suizos (las penas pueden ser incluso acumulables).

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