Muchos suizos que viven en el extranjero carecen de los recursos necesarios para vacacionar en su país de nacimiento. La razón: los precios elevados y la fortaleza del franco. Estas conclusiones se desprenden de una serie de comentarios recibidos por swissinfo.ch tras la publicación de un artículo sobre la crisis del turismo suizo.
El artículo, que evoca lasrazones de la crisis que atraviesa el turismo en Suiza, suscitó una oleada de comentarios en Facebook. Los desorbitados precios son la principal razón por la que los turistas vuelven la espalda a la bella Helvetia. Incluso los suizos afincados en otras latitudes, se quejaron de ya no poder visitar su propio país.
J.H.: “Si mi padre no viviera en Suiza, siendo una suiza que radica en el extranjero, ya no podría permitirme nunca venir a pasa vacaciones a mi país natal. Cuando él ya no viva, creo que difícilmente el resto de mi familia podrá apoyarnos financieramente para seguir viniendo. Esto me parece lamentable porque cada vez se debilita más y más el lazo que me une a Suiza. Y lo mismo pasa con mis hijos”.
H.U.: “Simplemente, Suiza es demasiado cara. Cuando veo los precios helvéticos me vuelvo loco. Yo no puedo pagarme unas vacaciones en Suiza a pesar de que es mi país de origen”.
M.B.: “Como suizo que emigró, casi no regresamos a Suiza. Sin más, es demasiado cara cuando se comparan sus precios con los de Francia, Alemania, Italia, España, Irlanda, Grecia, Eslovaquia, Rumania, Portugal, Malta…”.
H.P.: “Durante mi niñez, veníamos siempre a Suiza (desde 1963). Sigue siendo mi destino de ensueño, pero desafortunadamente, ya no puedo pagarme unas vacaciones en Suiza por la gran fortaleza del franco frente al euro. Vivo en Colonia, y siempre conservaré un pequeño fragmento de Suiza en mi corazón”.
Porqué dejamos de venir
R.W.: “Sin lugar a dudas, Suiza es excesivamente cara. En los años 70 y 80, un franco suizo valía lo mismo que un marco alemán, y ambos equivalían a 50 centavos de euro del presente. Hoy, un franco suizo vale el doble”.
T.K: “La naturaleza es magnífica, las carreteras están en perfecto estado, uno llega a todos lados con rapidez. Pero para el ciudadano promedio es demasiado caro”.
T.L.: “¿Están tan aislados en su sublime país que no se dan cuenta que el costo de la vida es inalcanzable para un pobre francés? Sus vecinos austriacos están ganando puntos gracias a ello”.
U.i.B.: “En mi país (EE UU), un tarro de cerveza de barril cuesta entre 50 centavos y 1 dólar, y los fabricantes de cerveza son millonarios pese a ello…”.
W.D.: “Se trata, ante todo, de un asunto de costos para el turista que vista Suiza. En algún momento llegaremos al punto en el que, simplemente, ya no podremos permitirnos venir (a Suiza)”.
P.J.: “Si hay que trabajar cuatro horas en Alemania para obtener lo equivalente a una hora de trabajo en Suiza, entonces es claro que no iré a hacer turismo a Suiza”.
E.F.B: “Desafortunadamente, ¡demasiado caro para el ciudadano europeo promedio!”.
M.M.: “Suiza es hermosa, pero excesivamente cara. Una pizza Margarita cuesta 20 francos, que equivalen a casi 19 euros, contra los 3,5 o 4 euros que uno paga en Italia o Alemania…”.
La felicidad está lejos…
R.d.R.: “Grecia y España son más baratas. Los alemanes pueden estar en Formentera por 30 euros y en una hora de vuelo”.
J.V.: “Tres días en Zúrich y Lucerna cuestan lo mismo que una semana en las Maldivas”.
M.M.: “(En Suiza), un café en un área de servicio de la carretera cuesta 6 francos. Y además hay que pagar por utilizar los baños. Suiza es bella, pero inaccesible”.
W.a.d.P.: “Incluso los suizos viajan a Austria para esquiar…”.
No solo los precios excesivos son objeto de críticas, sino también la calidad deficiente, la falta de imaginación culinaria y la mala relación precio-calidad.
M.S.: “Además del precio, también hay un problema de calidad. Al llegar al Bolzano (Italia), uno se sumerge de lleno en los sabores de la montaña. En Suiza, en la leche en polvo, la polenta instantánea, los ‘röstis’ precocidos, la cerveza industrial y la sopa liofilizada”.
S.C.B.: “Yo no voy porque Suiza es cara y sus servicios dejan mucho que desear en términos de amabilidad y simpatía (con el turista)”.
D.G.: “La arquitectura es terrible cuando se trata de construcciones posteriores a 1950. La gastronomía carece de imaginación y el atractivo cultural es limitado. Me costó trabajo convencer a mis amigos del extranjero (de ir a Suiza). Nuestros vecinos lo hacen mejor que nosotros”.
Traducido del francés por Andrea Ornelas
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Les Diablerets crea su propia moneda para sobrevivir
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El pueblo alpino de Les Diablerets ha puesto en circulación la moneda local ‘Isenau’, como parte de una estrategia para preservar su estación de esquí. Su desaparición pondría en riesgo el futuro del pueblo entero. El fenómeno de las monedas sociales crece en Suiza como medio para recaudar fondos y para animar a la población al consumo local.
“Este corre por mi cuenta”, dice Jean-Marie Schlaubitz, miembro de la Fundación de Defensa de los Intereses del Isenau mientras estira el brazo por encima de la mesa para pagar mi café.
En su mano brilla una enorme moneda plata y gris. En una de sus caras lleva grabado en relieve de telecabina y, en la otra, un Diablotin, una pequeña figura mitológica que toca la flauta y es el símbolo de Les Diablerets.
El pasado 1 de diciembre, un total de 50 000 monedas de Isenau -con un valor de 10 francos suizos cada una de ellas - comenzaron a circular en esta pequeña localidad junto con los francos tradicionales.
La fundación a la que pertenece Schlaubitz lanzó esta divisa para cofinanciar la sustitución del antiguo sistema de telesquíes burbuja de cuatro plazas que está en la zona esquiable de Isenau. Este fue construido en 1953 y requiere ser cambiado.
Pero la fundación persigue un objetivo aún más amplio: concienciar a la gente sobre el futuro de esa soleada zona de esquí, con pistas aptas para principiantes y familias en invierno, y un sinfín de senderos para excursionistas y ciclistas de montaña en verano.
La nueva divisa permite que residentes y turistas apoyen la iniciativa simplemente pagando los productos y servicios locales con Isenau y no con francos.
Uno de los primeros conversos al nuevo sistema es Lucien Morerod, a quien podemos ver detrás de un gran montículo de quesos en la Laiterie du Petit Diable, la quesería del pueblo.
“Funciona muy bien. Algunas personas compran queso por 10 francos suizos y si nos pagan con un billete de 20 francos, les preguntamos si quieren recibir la vuelta en monedas de Isenau o en un billete de 10 francos”, explica. El sistema avanza, pero por ahora “las personas tienden más a guardar los billetes en su bolsillo sin reutilizarlos en otras compras. En los restaurantes hay un poco más de movimiento y esperamos que en el futuro los Isenau circulen más”, agrega.
Reemplazar el emblemático sistema de telecabina se ha convertido en una batalla que tiene además un alto valor simbólico y emocional para un pueblo cuya población aumenta de 1 400 a 10 000 habitantes durante el invierno, con la llegada de turistas suizos, pero también británicos, franceses y escandinavos.
Si se asegura el futuro de la estación de Isenau, también se preservará el futuro del pueblo, explica Schlaubitz. La zona de esquí genera 50 empleos -directos e indirectos-, y representa el 80% de los ingresos de las escuelas de esquí y es una de las principales fuentes de ingresos de los hoteles de Les Diablerets.
La estación alpina funciona las cuatro estaciones del año y no es aceptable que algunos quieran deshacerse de ella.
La lucha por rescatar la estación de Isenau se remonta en realidad en 2011, cuando el cantón de Vaud decidió cortar los fondos públicos destinados a los proyectos de esquí. Se propuso eliminar la estación de Isenau por razones financieras. Pero los habitantes locales se rehusaron y lograron en 2013 que la estación renovara su registro en el Plan de Desarrollo Cantonal de los Alpes de Vaud [cantón].
Pero la salvación de la telecabina y la zona esquiable de Isenau ha tenido su precio: la fusión de las Oficinas de Turismo de Les Diablerets y de Villars, cuyas compañías de remontes y comunidad local deben colaborar en la financiación del nuevo teleférico.
La fundación espera reunir 250 000 francos suizos para abril, mes en el que concluye el plazo para recaudar. Este dinero se utilizará esencialmente para reembolsar un préstamo municipal, pero la fundación aspira a reunir 4 millones de francos de donantes particulares porque el proyecto será costoso. De hecho, la empresa de remontes debe aportar, a su vez, otros 9,5 millones de francos.
Schlaubitz asegura que esta campaña para salvar Isenau ha supuesto un esfuerzo enorme. Pero una de las satisfacciones es que se ha conseguido la participación de los habitantes permanentes, pero también de los propietarios de residencias secundarias, y ha unido a jóvenes y gente mayor.
La nueva moneda ha estrechado la relación entre la gente más comprometida con el proyecto y los jóvenes del pueblo que solo se habían involucrado marginalmente. Hay adultos jóvenes que se han dado cuenta de que necesitan dedicar parte de su energía a salvar su propio futuro, así que en su tiempo libre visitan negocios y realizan actividades para ayudar a que el proyecto final llegue a buen puerto, según Schlaubitz.
Pero queda mucho por hacer. Aunque el proceso de recaudación de fondos avanza con solidez, aún es necesario que el Gobierno de Vaud y el Parlamento den ‘luz verde’ su luz verde al proyecto. A los habitantes locales les preocupa que otros proyectos, que atraerán atención y recursos en otros sitios de cara a los Juegos Olímpicos Juveniles de Lausana 2020, arruinen en el último minuto las expectativas de Les Diablerets.
"Perder Isenau sería un desastre. No podemos permitir que esto suceda. Ningún inversor estará dispuesto a invertir en nuestro pueblo si dejan de funcionar las pistas de esquí. Es la peor señal que podemos esta sería la peor señal que podríamos enviar”, puntualiza.
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