Suiza paga el precio de su secreto bancario
Ataques por parte de gobiernos europeos, procesos judiciales en Estados Unidos, banqueros bajo mandato de arresto internacional. El antes exitoso secreto bancario es hoy una carga para el centro financiero suizo.
“Hoy tuve una reunión con banqueros en la ciudad de Zúrich. Todo el mundo sacudía la cabeza: en 40 años de actividad, jamás habíamos visto una crisis así, ni tampoco una guerra de esta magnitud contra el sistema bancario suizo. Estamos en la mira de la artillería internacional y, cada día se registra un nuevo ataque”.
Es lo que afirma el abogado Paolo Bernasconi, profesor de Derecho Bancario y Fiscal y uno de los principales expertos legales dentro del sector financiero helvético.
“Numerosos directores de la banca no pueden salir de Suiza sin arriesgarse a ser detenidos”, agrega el ex procurador del cantón del Tesino. La tormenta que ha golpeado al sector bancario helvético alcanza dimensiones increíbles. A principios de agosto, los agentes aduaneros estadounidenses interrogaron a dos adolescentes, hijos de un banquero ginebrino, sobre las actividades de su padre, cuando se disponían a pasar unas vacaciones en Estados Unidos.
Jamás visto
No es la primera vez que el secreto bancario suizo está en la mira de la comunidad internacional. Pero hasta hace unos años, se trataba exclusivamente de ataques aislados. Jamás se había visto una acción concertada por parte de las potencias económicas mundiales.
Los bancos suizos, pero también los de otros países considerados como paraísos fiscales, tenían la posibilidad de trasladar sus actividades hacia una zona gris.
Hoy, en cambio, dicha zona es considerada como negra para la mayoría de los gobiernos. En Estados Unidos, once instituciones bancarias suizas son sospechosas de violar sistemáticamente el derecho estadounidense.
“Durante 50 años, los bancos suizos se ajustaron a la siguiente regla: Aplicamos estrictamente las normas del derecho suizo, pero pasamos de las del extranjero. De esta forma se ganó mucho dinero. No solo los bancos, también nosotros. Hoy, se paga la factura. Y desgraciadamente, no solo los responsables deben pasar por caja, sino también la nueva generación, que pierde sus empleos y sufre las consecuencias de la crisis”.
Hasta hace algunos años, los dirigentes políticos y bancarios de Suiza proclamaban que el secreto bancario “no era negociable”. Con ello subestimaron la velocidad a la que avanzaba la lucha internacional contra la evasión.
En 2009, la Confederación Helvética se descubrió de pronto inscrita en una lista gris de países considerados como no colaboradores en materia de intercambio de información para luchar contra la evasión. Y éste fue el detonante oficial de la guerra que emprendieron el G-20 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) contra el secreto bancario.
Entre dos fuegos
Para evitar ingresar en una lista negra, Suiza tuvo que realizar una serie de ajustes inmediatos para adecuarse a los estándares de la OCDE en materia fiscal. El primero de ellos fue suprimir la distinción histórica entre fraude y evasión fiscal, algo inaceptable para otros países que consideran que ambas prácticas deben ser tipificadas como delito.
Así, y ante la presión del gobierno de EEUU, las autoridades suizas tuvieron que entregar a Washington las coordenadas de miles de clientes de bancos suizos.
El gobierno helvético se encontró, pues, atrapado entre dos fuegos. Mientras la izquierda demandaba urgentemente normas de transparencia absoluta para la plaza financiera, la derecha conservadora (la UDC con el respaldo de la Acción por una Suiza Independiente y Neutra, ASIN) le culpaba por ceder ante las presiones del extranjero.
“Tenemos un gobierno débil que se ha dejado atrapar de una forma humillante por la Unión Europea (UE) y EEUU, que buscan fragilizar nuestra plaza financiera y también nuestro secreto bancario”, sostiene Hans Kaufmann, diputado de la Unión Democrática del Centro (UDC).
Una visión “suicida”, en opinión de Paolo Bernasconi: “La UDC y ASIN tendrían que darse cuenta de que Suiza solo es un enano frente a EEUU, la UE y la OCDE. Nuestro país, totalmente integrado en el sistema mundial del comercio, la banca y los pagos, no puede permitirse la inscripción en una lista negra. Y hoy, ya nadie puede evadir los estándares de la OCDE”.
No hay remedio universal
Para alejar el espectro del intercambio automático de información –que equivaldría a la muerte definitiva del secreto bancario–, el gobierno explora la vía de nuevos acuerdos bilaterales llamados Rubik. Firmados ya con Alemania, Gran Bretaña y Austria, estas convenciones prevén el pago de un impuesto liberatorio sobre el patrimonio no declarado para regularizar la situación del pasado y una retención directa sobre los rendimientos futuros de las cuentas.
Sin embargo, la derecha ha lanzado un referéndum contra estos acuerdos.
“Los convenios no son aceptables. No prevén reciprocidad alguna, implican una carga administrativa muy alta para los bancos y establecen tasas impositivas prácticamente confiscatorias. Y de aquí a dos años, un vez embolsado el dinero (de la regularización de fondos), los países concernidos denunciarán los acuerdos e intentarán imponer de todas formas el intercambio automático de información fiscal”, afirma Hans Kaufmann.
“Rubik no es el remedio para todos los males, pero elimina muchos de ellos. El intercambio automático de información llegará inexorablemente, porque la OCDE y EEUU están determinados a que así sea. Pero al menos habremos tenido el tiempo de adaptarnos y recibiremos menos golpes de otros países”, replica Paolo Bernasconi. “Y no hay que olvidar que estos acuerdos fiscales también sirven para garantizar una amnistía para los banqueros, que hoy no pueden arriesgarse a salir de Suiza”.
Estabilidad ante todo
Confrontada a estos ataques sin precedentes, ¿podrá la plaza financiera suiza sobrevivir a la pronosticada muerte de su secreto bancario, o se arriesga a perder de forma masiva los activos que gestiona hoy?
“La mayor fuerza de la plaza financiera suiza no reside en el secreto bancario, sino en la estabilidad del país. Suiza es percibida como una isla segura en el ámbito político, económico y monetario. Podemos observarlo en el comportamiento del franco suizo”, sostiene Jan-Egbert Sturm, director del KOF, Centro de Investigación Coyuntural de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich.
Para el economista, “esta estabilidad es particularmente importante en tiempos de crisis como la que atraviesa la zona euro. Y pese a los ataques contra el secreto bancario, en el terreno práctico los fondos extranjeros continúan fluyendo masivamente a las arcas de los bancos suizos”.
“El rol de Suiza como refugio fiscal ha terminado”, sostiene el ex gobernador del Banco Nacional Suizo (BNS), Philipp Hildebrand.
El secreto bancario tal como existe hoy pasará a ser historia en los próximos años, debido a que cada vez más países adoptan medidas contra los evasores fiscales, declaró Hildebrand anoche en una entrevista televisada.
“Suiza y su sistema bancario deben asumir que dentro de cinco a diez años, el nombre del cliente extranjero que abra una cuenta en un banco suizo, la fecha de apertura de la cuenta y el nombre del banco serán transferidos automáticamente a la hacienda pública de su país”.
Hildebrand dimitió de su cargo al frente del BNS en enero, debido a la controversia desatada en torno a una transacción de su esposa para la que supuestamente utilizó información privilegiada.
Hildebrand calificó de “terrible” el mes de octubre 2008, cuando el BNS se vio obligado a socorrer el primer banco privado suizo, el UBS, con un préstamo de 6.000 millones de francos y a asumir activos tóxicos. En ese momento era miembro del directorio. Fue nombrado presidente del BNS en 2010.
Entre el 20 de marzo y el 13 de abril, Suiza firmó nuevos convenios de colaboración fiscal y financiera con Gran Bretaña, Alemania y Austria.
A partir de los denominados acuerdos Rubik, Berna se compromete a pagar a estos países un impuesto liberatorio, aplicable a los depósitos en cuentas suizas de ciudadanos de estos tres países y no declarados a sus respectivos fiscos.
En los casos de Alemania y Gran Bretaña, el impuesto oscilará entre el 21 y el 41% del valor de los patrimonios no declarados, dependiendo del monto de los fondos y del tiempo que permanecieron opacos en Suiza. En Austria, la tasa prevista será del 15 al 38%.
A partir de la entrada en vigor de la convención, Suiza desembolsará a Alemania una retención directa equivalente al 26% de los intereses del capital; del 27 al 48% a Gran Bretaña; y del 25% a Austria.
Aprobados en el mes de mayo de 2012 por el Parlamento helvético, los convenios han sido, no obstante, cuestionados en Suiza y serán sometidos a referéndum. En Alemania y Gran Bretaña aguardan su ratificación parlamentaria.
(Traducción : Andrea Ornelas)
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