Suiza, un gigante discreto de la robótica
Aquí nacen los robots del mañana, flexibles, ágiles, colaborativos y tan inteligentes como pueda serlo una máquina. Visitamos un laboratorio de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) y una empresa emergente (start-up) que ha surgido de él.
No es un eslogan de marketing, sino un hecho. En robótica, Suiza es campeona del mundo. «Si se observan los 20 mejores laboratorios del mundo, casi una cuarta parte de ellos están en Suiza, aunque solo seamos ocho millones de habitantes», afirma Aude Billard, que dirige el Laboratorio de Algoritmos y Sistemas de Aprendizaje (LASAEnlace externo) de la EPFL. En la primera planta de uno de los edificios futuristas del vasto campus, esta pionera suiza de la inteligencia artificial (IA) y su equipo hacen que los robots convivan con los humanos, a menudo elaborando programas (software) para los robots ya existentes.
En principio, Suiza no es un país que fabrique robots. Más bien, salen de fábricas japonesas, coreanas, chinas, alemanas o estadounidenses. Su fuerza reside sobre todo en la investigación y en las start-ups que surgen de ella, especialmente en los ámbitos de nuevos materiales, programación e IA. La Fundación Nacional Suiza para la Ciencia (FNSEnlace externo), un organismo público de apoyo a la investigación, puso en marcha en 2010 el Centro Nacional de Competencia en Investigación (NCCR) de RobóticaEnlace externo, que reúne a seis universidades e institutos bajo la dirección de la EPFL.
Del laboratorio a la fábrica
Tras 12 años y unos 85 millones invertidos, ha llegado el momento de pasar a una nueva fase. Innosuisse, la agencia pública de promoción de la innovación, ha puesto en marcha una Red Temática Nacional (NTN)Enlace externo en robótica el 1 de enero de 2022, con un presupuesto anual de medio millón de francos suizos.
«Vamos a apoyar al menos diez proyectos al año, y también vamos a acompañar a estas empresas de nueva creación, para ayudarles a obtener una financiación más amplia», explica el nueva directora. Porque si el NCCR se centraba principalmente en la investigación de vanguardia, ahora es necesario acceder los mercados, que cada vez demandan más robots de todo tipo. Como resume Aude Billard, «crear una start-up es una cosa, pero elaborar un producto real es otra.
¿Y en qué ámbitos surgirán estos productos? Uno de los grandes retos de la robótica es pasar de estructuras rígidas, de metal o plástico duro, a materiales más flexibles, porque solo la mano de un «robot blando» podrá acercarse a la suavidad y eficacia de la mano humana. Es algo más que una cuestión de comodidad a la hora de interactuar con el entorno o las personas. «La investigación ha avanzado mucho. Hay algunas áreas que ahora podrían dar lugar a productos industriales. Así que espero ver grandes logros», predice la jefa de LASA.
Sin embargo, estos materiales no rígidos plantean todo tipo de problemas nuevos en términos de control y precisión, especialmente en la captura de objetos. Imagínese enseñar a una máquina a coger un cartón de leche sin aplastarlo ni dejarlo caer. «En cuanto se dispone de estos materiales flexibles, se vuelven menos seguros, y también generan dudas a la hora de hacer cálculos. Así que habrá que desarrollar algoritmos para controlar esa cuestión, y eso incluye la IA. Creo que pronto será posible», explica Aude Billard.
>> Un brazo robótico controlado directamente por el cerebro humano: es uno de los proyectos de LASA (vídeo en inglés).
Medicina y ética
La robótica en la asistencia sanitaria es otro ámbito en el que Suiza destaca. Constituye una gran parte de la investigación llevada a cabo en el NCCR. El abanico es muy amplio, desde los robots quirúrgicos hasta los microrobots que se implantan en el cuerpo humano, las prótesis activas o los famosos exoesqueletos, que ayudan a la rehabilitación o dan autonomía a las personas con movilidad reducida.
Además, la nueva NTN Robotics se abrirá también a campos que no sean estrictamente técnicos. El auge de los robots plantea cuestiones éticas y jurídicas que Aude Billard considera «absolutamente esenciales. Estaremos al tanto y si se dan buenas propuestas, las apoyaremos».
Programación para todos
LASA no esperó a que NTN introdujera las innovaciones en el mercado. Ya se han creado tres start-ups, entre ellas AICA, que desde 2019 trabaja para que la programación de robots utilizados en la industria o la artesanía sea accesible para todos.
«Cuando se compra un robot, la programación cuesta al menos tanto como la propia máquina», explica Baptiste Busch, cofundador de la empresa. Diplomado en las escuelas técnicas de Nantes, Burdeos y Varsovia, este doctor en robótica llegó a las orillas del lago de Ginebra en el marco de un proyecto europeo. Y se siente como pez en el agua.
«Tuvimos bastantes industriales que vinieron a LASA para pedirnos que aplicáramos las soluciones que estábamos desarrollando a sus máquinas. Pero no es la vocación de un laboratorio hacer eso», señala el director de AICA. «Por eso decidimos, con el profesor Billard, crear esta start-up«.
>> Hacer que el uso de un robot sea tan fácil como usar un teléfono móvil. Eso es lo que promete el vídeo de presentación de AICA (en inglés)
Al principio, AICA obtuvo pedidos de consultoría, pero muy pronto empezó a trabajar con integradores de robótica, es decir, con las empresas que establecen el vínculo entre el fabricante de una máquina y su usuario.
«Les ofrecemos soluciones de software para cambiar la forma de programar los robots. Durante nuestra investigación hemos desarrollado soluciones más flexibles que las actuales», explica Baptiste Busch.
AICA ofrece una interfaz que permite a los clientes reprogramar el robot cuando quieran encomendarle otra tarea. Una actividad que no requiere un título de ingeniero. El software funciona de forma intuitiva. Además, gracias a los algoritmos de aprendizaje, el cliente puede mostrar a la máquina la tarea que debe realizar sin tener que reprogramarla.
Así, todo el mundo, desde los grandes industriales hasta los pequeños artesanos, podrá utilizar robots en sus empresas.
Involucrada también en la política (en la Asamblea Municipal de Lausana como miembro del Partido Socialista), Aude Billard no se anda con rodeos: «Tenemos que ser honestos. No creo en los robots sostenibles. Por otro lado, podemos garantizar la eficiencia energética y no utilizar robots cuando no sean necesarios. Es como los coches. Siempre los necesitaremos, aunque solo sea para las ambulancias o los bomberos, pero hay que preguntarse realmente cuál es el coste para la sociedad en general.
Obviamente, cuando se habla de robots, se habla de baterías, cargadas con electricidad que no necesariamente se produce de forma sostenible. Y cita dos casos concretos: «Por ejemplo, tenemos que plantearnos la cuestión de la utilidad de un perro robótico, comparado con un perro real. Pero si hablamos de una silla de ruedas automática, en lugar de una silla de ruedas manual, creo que la sociedad se inclinará por la solución que proporcione a la persona mayor movilidad, mayor autonomía y una vida más agradable.
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