Viktoriia y Polina viven un torbellino de emociones
La ciudad de Mykolaïv, en el sur de Ucrania, padece cada día más los bombardeos violentos del ejército ruso. Una situación difícil a soportar para Viktoriia Bilychenko y su hija Polina, quienes vivían allí antes de la guerra y ahora residen en mi casa, en Berna. La visita relámpago de la madre de Viktoriia a Suiza fue un pequeño rayo de esperanza.
El tercer intento finalmente fructificó: Marina viajó de noche en micro desde el oeste de Polonia hacia Suiza, visitó las cascadas del Rin, la ciudad de Lucerna y el Monte Pilatus. En el programa del segundo día de su viaje organizado estaban la visita a las cascadas de Lauterbrunnen y luego la ciudad de Berna. Aquí, el tan esperado encuentro con su hija y su nieta.
Le hicieron visitar la ciudad, donde la bandera ucraniana flamea sobre el Erlacherhof, sede de las autoridades municipales. Y por supuesto, mi casa, donde ellas viven desde fines de marzo. El bus de su excursión partió de regreso de Berna a medianoche: la despedida fue emotiva. Dieciocho horas más tarde Marina ya estaba en Polonia, a tiempo para comenzar su trabajo nocturno en una fábrica de transformación de carne.
En Berna, en este momento, Polina (11 años) goza de sus vacaciones escolares. Duerme hasta tarde, habla por teléfono con su padre, sus abuelas, su amiga. También se entrena para andar en bicicleta.
En casa recibimos la visita de la autoridad cantonal competente para las personas que se encuentran en situación de protección. Con el apoyo de una traductora ucraniana, la educadora social preguntó por nuestra salud e inspeccionó nuestra vivienda.
Fuga al campo
Una mañana, Viktoriia me mostró por enésima vez las fotos de su ciudad. Esta vez se trataba de un edificio comercial del centro que fue atacado. Otra vez, había sido el estadio y antes, un edificio administrativo. Situada en la ruta principal entre Odesa y la ciudad de Jersón, controlada por Rusia, Mykolaïv sufre, prácticamente sin cesar, los bombardeos. El presidente ucraniano Volodomir Zelensky anunció una contraofensiva en el sur del país y pidió a los civiles de desalojen la ciudad.
Andreï, el marido de Viktoriia, abandonó el centro de la ciudad con sus padres para instalarse en la granja familiar. Las alertas frecuentes de ataques con bombas, las incontables horas que debieron soportar guarecidos en el sótano, los cohetes que caen del cielo, el ambiente apocalíptico, describe una situación muy difícil. En el campo, las detonaciones se escuchan menos fuerte. Además, es más simple el aprovisionamiento de agua.
Viktoriia explica que su marido está agotado y que pierde la esperanza de ver que esta guerra “tan absurda” termine pronto. Muchas infraestructuras fueron destruidas, la ciudad abandonada, el precio de los alimentos aumentaron significativamente: la leche cuesta ahora cinco veces más.
Impotencia y rabia
Durante las primeras semanas de su estadía en Suiza, Viktoriia todavía pensaba que la guerra podría concluir rápidamente. Pero la realidad contradice esa hipótesis. Es desesperante y la situación le da mucha rabia.
Para liberarse de sus sentimientos de impotencia y estrés, Viktoriia sale a correr. Y hay otra razón adicional para este esfuerzo matutino: por cada kilómetro que corre, la empresa canadiense para la que trabaja en tanto entrenadora informática dona un dólar al ejército ucraniano.
Adaptado del francés por Sergio Ferrari
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