Cambian las reglas… el pueblo iraquí bloquea a la policía
«Lo siento, no puedo dejarles pasar sin órdenes», dice un civil iraquí que vigila un puesto de control improvisado a un policía que le hace señas en Bagdad. El agente no da crédito.
Después de un mes desafiando los toques de queda oficiales y el cierre de carreteras para protestar, los iraquíes han cambiado las reglas.
Una tarde hace unos días, unos policías levantaron muros de hormigón en la calle, sellando el acceso a la plaza Tahrir, centro neurálgico de las protestas en la capital.
Los manifestantes, uno de ellos en un triciclo rojo motorizado conocido como tuk tuk, entraron en acción, persiguiendo a la policía.
El tuk tuk se detuvo frente al camión y bloqueó su salida. Entonces unos jóvenes presionaron a los oficiales para que volvieran a abrir la carretera hacia Tahrir.
Sorprendentemente, los oficiales cedieron, y el enorme camión retrocedió para levantar las barreras mientras el victorioso tuk tuk lo seguía.
«¡Reabierto por orden del pueblo!», se leía en el cartel que los manifestantes se apresuraron a colgar.
Las manifestaciones estallaron el 1 de octubre en protesta contra la corrupción y el desempleo. La violenta represión se saldó con decenas de muertos. Se reanudaron a finales de mes, con campañas de resistencia no violenta.
– ¡Por orden del pueblo! –
En el sur del país, los iraquíes organizan sentadas en escuelas, autopistas, puentes y cerca de edificios gubernamentales.
«¿Sin país? ¡No hay clase!», es el eslogan de miles de estudiantes que se niegan a volver a las aulas hasta que vean reformas radicales.
Y el sindicato de profesores ha extendido su huelga pese a las amenazas de consecuencias legales.
La mayoría de las administraciones de las grandes ciudades están cerradas, con pancartas en las que se lee: «¡Cerrado por orden del pueblo!»
En Diwaniya, a 200 km al sur de Bagdad, la sede provincial del gobierno se ha convertido en un vertedero.
El edificio está cerrado desde que en octubre los manifestantes irrumpieron en él. Ahora, cada día, los camiones y residentes apilan allí la basura.
Y en Rumaitha, una ciudad del sur conocida por desencadenar la revolución de Irak de 1920 contra el mandato británico, los habitantes están dando a probar al gobierno su propia medicina.
En una protesta reciente, un manifestante agarró un megáfono. «¡Declaramos un toque de queda para todos los empleados y vehículos del gobierno, y el cierre de todos los cuarteles generales del partido!», dijo, mientras la gente vitoreaba a su alrededor.
Las ciudades y pueblos del sur han impuesto toques de queda en un intento de reprimir las protestas, pero como el movimiento sigue adelante, los residentes los ignoran.
– Desafíos –
En Bagdad, el ejército anunció la semana pasada que comenzaría a imponer un toque de queda nocturno desde la medianoche hasta las 6 de la madrugada.
Esa noche se produjeron las protestas más multitudinarias hasta la fecha en Tahrir. Una marea de gente desafió la orden.
Han permanecido acampados en la plaza, levantando tiendas de campaña y ocupando un edificio de 18 pisos. Desde allí, los jóvenes observan a la multitud congregarse en Tahrir y en el puente Al Jumhuriya que conduce a la Zona Verde.
La policía antidisturbios ha levantado barricadas a lo largo de ese puente para evitar que los manifestantes entren en esta zona, que alberga oficinas gubernamentales y embajadas.
Los que observan desde arriba se hallan en una posición idónea que aprovechan para monitorear -y burlarse- de las fuerzas de seguridad.
«¡Bienvenidos al turno de la mañana!», gritan a través de los altavoces a las unidades de policía.
Abajo, los manifestantes entregan documentos de identidad falsos. En la casilla de la nacionalidad se lee «Honorable iraquí», y en la de la profesión, «manifestante pacífico».
Las manifestaciones han adquirido un tono más serio en los últimos días. Los grupos hablan de política y economía o debaten la Constitución, artículo por artículo.
Algunos abogan por una vuelta al sistema presidencial, otros estiman que el país necesita a un dictador. Pero están unidos en la condena al sistema actual.
«Las personas competentes están aquí en Tahrir, no allá», comenta un manifestante, señalando a la Zona Verde.