En el laboratorio del lobo
El lobo reapareció en Suiza hace más de veinte años y desde entonces ha sido un tema de debate en la política y los medios. Hablar de estos animales es fácil. Otro cantar es conocer sus desplazamientos y cuántos ejemplares hay.
Observar los lobos es difícil. Capturarlos, casi imposible. Para estudiar cómo evolucionan sus poblaciones, hay que basarse en las huellas que dejan en el terreno (pelos, excrementos, saliva,…) y someterlas a un análisis genético. Esta es la misión, nada sencilla, que Luca Fumagalli, director del Laboratorio de Biología de la ConservaciónEnlace externo de la Universidad de Lausana (UNIL) desarrolla desde hace más de quince años por encargo de la Oficina Federal del Medio AmbienteEnlace externo (OFEV).
Cada semana, el instituto KoraEnlace externo en Berna envía las muestras recogidas al laboratorio universitario. La primera pregunta a la que Fumagalli y su equipo intentan responder es: ¿El ADN que contienen las muestras se corresponde con el de un lobo? En caso afirmativo, realizan más análisis para determinar si el ejemplar ha sido identificado previamente. Los resultados se comunican a la OFEV y a los cantones, y ambos los utilizarán de acuerdo a sus necesidades.
La pregunta del millón: ¿Cuántos hay?
Con los datos obtenidos se puede establecer solo aproximativamente el número mínimo de lobos que hay en el territorio suizo. Y esto por varias razones.
En primer lugar, los lobos se mueven mucho y recorren enseguida el arco alpino, lo cual no significa que dejen rastro de su ADN o que sea fácil de encontrar, por ejemplo, en su presa.
Todos “italianos”
El lobo desapareció en Europa Occidental en el transcurso del siglo XIX al XX. ¿En todos los lugares? No. Algunas poblaciones residuales sobrevivieron, por ejemplo, en Italia, en los Apeninos meridionales.
A partir de allí comenzaron a extenderse en los años 70. Los primeros ejemplares de esta recolonización natural llegaron a los Alpes franceses a finales de los años 80 y a Suiza a mediados de los 90.
La presencia de lobos en 2017 abarca todo el arco alpino. Presentan todas las variantes genéticas típicas de las poblaciones salvajes italianas, lo cual es una prueba de su origen.
En segundo lugar, la compilación de muestras no es exhaustiva en todo el territorio suizo. La mayor parte del material genético analizado en Lausana se recopila después de un ataque a un rebaño. De los lobos que se alimentan únicamente de sus presas naturales apenas se recogen muestras.
Y por último, los análisis son complejos y su éxito (sobre todo para establecer el perfil genético individual) depende de la “calidad” del ADN encontrado. Cerca del 40 al 45% de las huellas que recibe el laboratorio pueden identificarse como las de un lobo, pero solo el 60% de ellas se pueden atribuir a un individuo preciso.
Desde su creación, el laboratorio ha podido identificar más de 90 ejemplares diferentes que han transitado por suelo helvético.
¿Ya habéis visto este?
En Francia y en Italia existen laboratorios de la misma índole con los que Fumagalli está en contacto. Sin embargo, los materiales y los métodos de análisis que utilizan son diferentes, por lo que es complicado comparar los resultados para saber si un determinado ejemplar ya ha sido identificado en otros centros.
“Por razones políticas, económicas, de tiempo y de voluntad no se ha llegado a un acuerdo sobre los protocolos de laboratorio que se deben utilizar”, explica el científico. Y lo lamenta: “Después de todo este tiempo, tendríamos datos muy interesantes que nos hubieran permitido avanzar más en la investigación”.
Traducción del italiano: Belén Couceiro
Traducción del italiano: Belén Couceiro
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