Chile: Los suizos del fin del mundo
La colonia de la emigración histórica suiza en Chile languidece en detrimento de la llegada de una nueva generación de emigrantes helvéticos, más jóvenes y emprendedores.
Los nuevos llegados se desentienden de las organizaciones de suizos existentes y prefieren instalarse en las regiones más aisladas del país.
El pasado mes de diciembre, la colonia suiza debía festejar los 120 años de la presencia helvética en el país y el evento tuvo que anularse a última hora por falta de participantes.
Tampoco en el 2003 tuvo lugar el tradicional encuentro de organizaciones suizas que cada año se celebra en una ciudad diferente. Desde el 2001 que ya no se organizan estos encuentros.
Para salvar la situación el embajador Charles Edouard Held, invitó a su residencia a los presidentes de las 10 asociaciones de suizos que existen en Chile, con la esperanza de relanzar estos eventos que considera “importantes para mantener viva la unidad de sus compatriotas”.
Un poco de historia
Signo de los tiempos, o más bien el tiempo que pasa, borra y continúa. Sucede que las organizaciones de suizos, en su mayoría, nacieron con la emigración misma y, en la medida en que sus fundadores fueron desapareciendo, las actividades asumidas después por sus descendientes comenzaron a decaer con el transcurso de los años.
Chile, junto con Brasil y Argentina, es un país de fuerte concentración de emigrantes helvéticos. En el sur del país tuvo lugar entre 1883 y 1900 un proceso de colonización organizada entre la Confederación y las autoridades chilenas.
El objetivo chileno era poblar con colonias europeas territorios conquistados a los indígenas mapuches, en la región de la Araucanía y en las tierras australes deshabitadas. Más de 8 mil colonos helvéticos recibieron hijuelas en esta región y muchos rehicieron aquí una vida más próspera.
Las autoridades suizas de la época encontraron en este acuerdo migratorio una buena ocasión para desprenderse de su proletariado, campesinos empobrecidos, desempleados y de los ‘malos elementos’ de la sociedad.
Pero hoy en día, los últimos representantes de aquella epopeya migratoria son los nietos de los pioneros, descendientes que ya van por la cuarta generación y, por lo tanto, se encuentran bien enraizados en la sociedad chilena. Muchos perdieron la nacionalidad suiza y la mayoría no habla ningún idioma nacional.
Pero se sienten orgullosos de su pasado helvético y, llegado el momento, reivindican con exacerbado patriotismo sus lejanos orígenes y festejan religiosamente cada 1 de agosto, el día de la Fiesta Nacional. Pocos han visitado Suiza y casi todos viven hoy de pura nostalgia.
Las nuevas generaciones de emigrantes
Desde que Chile recuperó su democracia en 1990, se asiste a la llegada de nuevas generaciones de emigrantes suizos. En su mayoría, se trata de jóvenes emprendedores, independientes, aventureros y parejas binacionales.
El exilio de chilenos en Suiza durante la época de la dictadura del general Pinochet no es ajeno a este fenómeno. Muchos suizos que se han establecido ahora en Chile forjaron una red de relaciones durante esos años, lo que explica el alto porcentaje de matrimonios binacionales.
Y el Sur los atrae. Los nuevos emigrantes ejercen diversas profesiones y en los lugares más inesperados en este confín del mundo. Esta generación no tiene relación alguna con los suizos que llegan representando a las numerosas firmas helvéticas implantadas en todo el país.
En Puerto Williams, por ejemplo, la última comarca poblada en la Patagonia chilena reside el ginebrino Denis Chevallay, que desde hace 3 años se encuentra empeñado en sacar adelante una empresa de turismo extremo, con excursiones a los glaciares y otros lugares inhóspitos.
En Punta Arenas reside otro puñado de jóvenes helvéticos en busca de nuevos alicientes para vivir. Olivia Blank, por ejemplo, abrió una farmacia veterinaria, que bautizó con un vocablo de los indígenas patagones: Timaulken.
Peter Blickenstorfer, trabajaba en Basilea como conductor de locomotoras Diesel para los Ferrocarriles Federales Suizos y ahora en la Patagonia chilena se convirtió en un experimentado florista.
Es decir, en medio del viento y del frío polar instaló un moderno invernadero donde cultiva las flores más hermosas y extrañas para hacer más alegre la vida de la gente que puebla esas tierras inhóspitas.
Su esposa Susana Bórquez Schultz, que es chilena pero de origen suizo, avista cada mañana en dirección del puerto la llegada de un crucero que le traiga turistas. Es guía y se gana la vida describiendo en alemán las bellezas de la naturaleza. Una existencia simple y sin otras preocupaciones.
Pero también la gente termina expatriándose por amor. Una joven de la Suiza de expresión alemana lo encontró durante una expedición a una reserva forestal milenaria, al sur de Puerto Williams. Se enamoró del guardabosques y allí se quedó a vivir hasta ahora. La pareja tiene ya dos hijos.
Este reportaje sigue en ‘Más sobre el tema’.
swissinfo, Alberto Dufey, de retorno de Chile
Chile fue un país de fuerte concentración de emigrantes helvéticos en el siglo pasado.
En el sur tuvo lugar, entre 1883 y 1900, un proceso de colonización organizada entre la Confederación y las autoridades chilenas.
Más de 8 mil suizos recibieron concesiones de tierras, donde muchos rehicieron una vida más próspera de la que llevaban en Suiza.
Las organizaciones creadas por los pioneros languidecen por falta de interés de sus descendientes. Por segundo año consecutivo fracasó el encuentro anual de colectividades suizas y los festejos de los 120 años de la colonización fueron postergados.
Al mismo tiempo nuevos emigrantes están llegando a Chile atraídos por la posibilidad de desarrollar proyectos de vida en calidad de independientes.
Pero estos jóvenes, que lo son en su mayoría, se desentienden de las organizaciones de suizos que consideran arcaicas y elitistas.
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