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¿Aliado de EE.UU. o un suizo neutral? El diplomático Schneider defiende el acuerdo clave sobre IA

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El diplomático suizo Thomas Schneider ha presidido la Comisión de IA del Consejo de Europa desde abril de 2022 a septiembre de 2024. A sus 52 años, es también director adjunto de la Oficina Federal de Comunicación, donde dirige la Unidad de Relaciones Internacionales. Thomas Kern / Swissinfo.ch

El diplomático suizo Thomas Schneider ha negociado un tratado histórico sobre la inteligencia artificial, alcanzando un consenso mundial para proteger los derechos humanos frente a la evolución de las tecnologías digitales. Pero hay quien le acusa de comprometer principios fundamentales. Hemos hablado con él al final de su mandato en el problemático Consejo de Europa.

¿Debemos permitir que la inteligencia artificial (IA) nos discrimine por sexo y color de piel, decida si podemos acceder a créditos y servicios sanitarios y explote nuestros datos para manipularnos y vigilarnos? Hasta hace unos meses, no existían acuerdos mundiales jurídicamente vinculantes para abordar las violaciones de derechos humanos cometidas mediante sistemas de IA. Pero tras años de trabajo, el Consejo de Europa (CdE) ha creado uno, gracias a la decidida implicación de Suiza.

Llevar a cabo negociaciones internacionales sobre cuestiones tan complejas puede poner a prueba incluso a los diplomáticos más experimentados. Sin embargo, cuando Thomas Schneider entra en la sala de reuniones del CdE, parece sereno. El diplomático suizo, que dirige las negociaciones del acuerdo desde hace dos años, ya ha superado la parte más difícil: en marzo de 2024, los 46 Estados que integran el Consejo, junto con 11 observadores -entre ellos Estados Unidos, Canadá e Israel-, acordaron la primera convención mundial sobre la IAEnlace externo.

Este tratado histórico, que protege a la ciudadanía de los usos peligrosos de las tecnologías de IA, se considera un paso decisivo para contrarrestar las amenazas de la IA a los derechos humanos, la democracia y el estado de derecho, así como un triunfo personal de Schneider.

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Francesca Fanucci representa a la Conferencia de organizaciones on gubernamentales internacionales, órgano de la sociedad civil en el Comité sobre Inteligencia Artificial (CAI) del Consejo de Europa. Thomas Kern / Swissinfo.ch

Hoy, en una mañana de mediados de septiembre en Estrasburgo, justo un día antes del final del mandato de Schneider como presidente de la Comisión de Inteligencia Artificial (CAI), los debates se han centrado en un instrumento no vinculanteEnlace externo que permitiría a los gobiernos evaluar los riesgos e impactos de la IA y apoyar la aplicación de la convención. Los representantes de ONG y organizaciones de la sociedad civil presentes no cifran sus esperanzas en un verdadero avance para los derechos humanos.

«Hay Estados que insisten en cambiar el texto porque no quieren asumir ni la más mínima obligación», afirma Francesca Fanucci durante un receso de las negociaciones. A la asesora jurídica del Centro Europeo de Derecho no Lucrativo le preocupa la falta de limitaciones precisas, que convertirían los acuerdos en «meras declaraciones de intenciones».

Algunas organizaciones de la sociedad civil temenEnlace externo que el propio Convenio sobre AI sea demasiado ambiguo para ser eficaz y que su incumplimiento sea imposible de demostrar, lo que no daría lugar a sanciones o castigos reales. 

El Consejo de Europa bajo presión para llegar a un acuerdo sobre la IA 

Varias organizaciones han acusadoEnlace externo al Consejo de Europa (CdE) de haberse apresurado a acordar una convención mundial por motivos equivocados. Voces críticas han afirmado que el objetivo del Consejo, en plena crisis de legitimidad, no era tanto proteger los derechos humanos como recuperar la credibilidad y el prestigio internacionales. En su opinión, el acuerdo resultante exime a las empresas tecnológicas de la responsabilidad de cómo prevenir sesgos o manipulación humana en sus sistemas de inteligencia artificial. Los representantes de la sociedad civil aseguran que en las negociaciones se hicieron concesiones para complacer a Estados Unidos, sede de las mayores empresas tecnológicas del mundo.

«Hay Estados que insisten en cambiar el texto porque no quieren asumir ni la más mínima obligación»

Francesca Fanucci, representante de una ONG ante el Consejo de Europa

«Desde el principio, la intención era incluir a varios Estados observadores», afirma un representante de una ONG suiza que desea permanecer en el anonimato. Los Estados observadores no tienen derecho a voto, pero sí voz en las negociaciones. «Esto aumentó la presión para llegar a un compromiso y dificultó la creación de un acuerdo muy prescriptivo y estricto», añade.    

Schneider, el lobo de mar 

Schneider ha sido calificado de «títere» por haber cedido supuestamente a las exigencias de Washington durante las negociaciones de la Convención sobre AI. No obstante, él asume las críticas pero sigue adelante. En resumen, afirma que la versión de que Estados Unidos dicta la ley y el títere se pliega a ella «conviene a algunos actores de Bruselas para presionarme a mí y a la secretaría durante las negociaciones». Este hombre de 52 años sabe que no puede contentar a todo el mundo.

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Thomas Schneider nació en un pueblo rural del cantón de San Galo. Después se trasladó a Dietikon, en los suburbios de Zúrich, un lugar que describe como «honesto y poco hipócrita», donde vive con su mujer, una política local, y sus dos hijos. Thomas Kern / Swissinfo.ch

En su aspecto vagamente alternativo -botones de colores en una chaqueta pastel y una camisa adornada con iconos al estilo de las aplicaciones de mensajería- se vislumbra a una persona que no parece tomarse demasiado en serio a sí misma. Se presenta como un humilde servidor del Estado, que nunca ha tomado decisiones por el bien de su carrera. Su experiencia habla por sí sola: el diplomático ha trabajado durante casi dos décadas en gobernanza y regulación en las principales organizaciones internacionales, desde Naciones Unidas al organismo de gobernanza de Internet ICANN, entre otros.

Sus dotes negociadoras se remontan incluso a su época escolar en un pequeño pueblo del cantón de San Galo, al este de Suiza. «Empecé la escuela primaria un año antes y era más pequeño y débil que muchos de mis compañeros», cuenta Schneider. Entonces aprendió a abrirse camino con el arma de la persuasión. Así llegó lejos: en 2017 fue nombrado director de Asuntos Internacionales de la Oficina Federal de Comunicaciones (OFCOM), cargo por el que recibió el título de embajador.

«Somos un país pequeño. Para convencer, tenemos que tener buenos argumentos, mejores propuestas que los demás y trabajar duro. Y entonces quizá nos sigan», dice Schneider, que ha presidido varios comités y grupos de expertos en el Consejo de Europa desde 2006 y preside el Comité sobre IA desde 2022. 

¿Fue realmente un éxito la convención sobre IA? 

«Los 46 Estados miembros acordaron por unanimidad que el Tratado debía tener un alcance mundial y no limitarse a Europa»

Thomas Schneider

En este cargo, Schneider logró el importante hito de la primera convención mundial sobre IA, que además impulsó a países no pertenecientes a la Unión Europea (UE) a comprometerse a utilizar las nuevas tecnologías en cumplimiento del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), principal instrumento jurídico establecido por el Consejo de Europa en 1950, un año después de su fundación.

Hasta ahora, nueve países -entre ellos Estados Unidos- y la Unión Europea han firmado el CEDH, pero aún está pendiente la firma de muchos otros, entre ellos Suiza. Para que el tratado sea vinculante, los Estados deben ratificarlo a nivel nacional. Cada uno puede hacerlo a su tiempo, lo que significa que el camino hacia la aplicación es largo.

No obstante, el Convenio sobre IA ha sido aclamado como un éxito del Consejo de Europa y del historial de Schneider. Varios miembros del Comité de IA lo reconocen así.

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Monika Milanovic, jefa de Política Jurídica del Ministerio del Interior holandés, con sus colegas de delegación Floris Kreiken y Giulia Bössenecker. Thomas Kern / Swissinfo.ch

«Ha sido un reto muy difícil aunar las opiniones de todos los países. Pero ahora tenemos un tratado internacional», afirma Floris Kreiken, miembro de la delegación holandesa. «Tras varios años de trabajo, estamos muy orgullosos de este convenio», se hace eco su colega Monika Milanović. El sucesor de Schneider, el español Ramos Hernández, que asumió la presidencia de la comisión en septiembre, afirma también que será difícil igualar el éxito de su predecesor. «Ha hecho un trabajo extraordinario».

El Departamento de Estado de EE.UU. también se deshizo en elogios: en un correo electrónico calificó el trabajo de Schneider de «decisivo para el éxito de la convención». Sin embargo, el único delegado estadounidense presente en la reunión del comité en Estrasburgo afirmó que no estaba autorizado a conceder una entrevista sobre el tema.

La responsabilidad de las empresas, «objeto de trueque» para la firma de EE.UU.

«Para convencer a EE.UU. [y a otros países] de que aceptaran y firmaran el convenio, es posible que se haya llegado a un compromiso que permita a cada país excluir a las empresas privadas de las obligaciones del tratado», afirma por correo electrónico el experto de la asociación Digital Society David Sommer. Sommer indica que algunas organizaciones de la sociedad civil creen que Thomas Schneider desempeñó un papel importante a la hora de orientar las negociaciones en esa dirección. Otros sospechan que su supuesto cortejo a EE.UU. fue dictado por la dirección del Consejo de Europa. «No sé hasta qué punto Thomas tenía libertad para actuar», escribe Sommer.

Francesca Fanucci coincide con esta opinión, pero critica a Schneider por acortarlo, a pesar de algunas protestas de la sociedad civil, para no retrasar demasiado el objetivo. Nos molestó un poco la forma en que la proverbial neutralidad suiza se perdía a veces en las sesiones», afirma la jurista.

Junto con Estados UnidosEnlace externo, CanadáEnlace externo y el Reino Unido se pronunciaron también en contra de las obligaciones jurídicamente vinculantes de la Convención sobre la IA para las empresas privadas que desarrollen y utilicen esta tecnología con fines comerciales. Los representantes de ambos países tampoco han querido hacer declaraciones.

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La última reunión plenaria del Comité de Inteligencia Artificial del Consejo de Europa se celebró del 17 al 19 de septiembre en Estrasburgo. Thomas Kern / Swissinfo.ch

Había que alcanzar un acuerdo

El Consejo de Europa rechaza las acusaciones, las califica de «especulaciones infundadas» y aclara que son los Estados miembros en el seno del comité los que concluyen las negociaciones y determinan el resultado final, escribe un portavoz del CdE por correo electrónico.

Schneider apoya esta postura y rechaza las críticas vertidas contra él. En su defensa, recuerda que el presidente modera el debate y busca puntos en común, pero son los 46 Estados miembros los que deciden el contenido del entendimiento. «Los 46 acordaron por unanimidad que el tratado debía tener un alcance global y no limitarse a Europa», señala. También subraya que dio la palabra a todo aquel que quiso plantear críticas.

Schneider considera extrañas las críticas a la influencia de EE.UU., teniendo en cuenta el innegable poder de los 27 países de la UE, que constituyen más de la mitad de la comisión. «En total, la UE y los demás Estados miembros tuvieron más tiempo de palabra que Estados Unidos y Canadá», recuerda Schneider. Dice que no presionó para lograr un consenso, sino que se limitó a intentar que todos los países se pusieran de acuerdo sobre un borrador antes de la fecha límite del 15 de marzo.   

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Kristian Bartholin, jefe de la Unidad de Desarrollo Digital y secretario de la Comisión de Inteligencia Artificial (CAI) del Consejo de Europa. Thomas Kern / Swissinfo.ch

Kristian Bartholin, secretario de la Comisión de IA, sale también en defensa de Schneider y afirma que se esforzó por mediar en un acuerdo neutral que incluyera tanto a los Estados europeos como a los no europeos. Si queremos proteger a nuestros ciudadanos, tenemos que asegurarnos de que las normas básicas sean respetadas no sólo por los Estados europeos, sino también por los principales productores de tecnologías de IA», señala.

Sin embargo, persiste la sospecha de que el CdE quería a toda costa un acuerdo que mostrar al mundo para reforzar su legitimidad. En las dos últimas décadas, la UE ha asumido un papel cada vez más central en la defensa de los derechos civiles y la seguridad. Y la presencia de Rusia en el Consejo de Europa hasta 2022Enlace externo ha socavado la credibilidad de una institución que sólo debería estar compuesta por Estados que respeten los derechos humanos y los valores democráticos.

Los sofás agrietados y el mobiliario espartano del edificio más reciente del Consejo en Estrasburgo subrayan una opinión sostenida por varios analistas: el CdE lleva «mucho tiempo en declive, sin poder y sin credibilidad», como escribía recientemente un profesor de la Universidad de Ginebra en el diario Le TempsEnlace externo. Otros, sin embargo, creenEnlace externo que son la «discreción» y la «modestia» del CdE las que le permiten avanzar en materia de derechos incluso en países no pertenecientes a la UE.

Suiza: una presencia fija en el Consejo de Europa

Una cosa es cierta: la carrera de Schneider no está en declive, sino en su apogeo. El diplomático ha concluido su última reunión como presidente de la Comisión de IA y se siente aliviado de ceder el timón, según dice. Pero no está ni mucho menos fuera de juego, ya que seguirá con un pie en Estrasburgo como vicepresidente del Comité.

Y Suiza, que no es miembro de la UE, seguirá estando bien representada en una de las principales instituciones europeas en la que puede desempeñar un papel importante. En septiembre, el exconsejero Federal Alain Berset tomó posesión como nuevo secretario general del CdE. Berset considera la IAEnlace externo un «cambio de paradigma» y una «amenaza para la democracia», y es partidario de regularla.

Schneider, por su parte, cree que esta tecnología será crucial para afrontar retos inmensos como el cambio climático y la gestión de los recursos energéticos. Pero es consciente de las crecientes amenazas que suponen los algoritmos para la libertad de pensamiento y la democracia. Espera que la convención pueda ayudar a crear un ordenamiento jurídico que mitigue los daños y riesgos de la IA.

«Si funcionará lo veremos dentro de diez o veinte años», afirma.

Editado por Sabrina Weiss y Veronica De Vore. Adaptado por J.Wolff / Carla Wolff 

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