Conferencia examina el problema de los desechos
Ministros de medioambiente y expertos debaten esta semana en Ginebra sobre cómo intensificar los esfuerzos de la industria privada en la gestión de sus desechos peligrosos.
Suiza defiende el principio de quien contamina paga. Es decir, milita por una mayor responsabilidad de las empresas privadas.
«Uno de nuestros objetivos principales es incluir el mundo de los negocios en la eliminación responsable de todo tipo de objetos y sustancias que van desde los ordenadores hasta los contaminantes químicos», declara Beat Nobs, jefe de la delegación suiza.
«También queremos ver una sinergia más significativa entre las multinacionales, autoridades responsables del medioambiente y las Naciones Unidas», añade.
Las prioridades del gobierno suizo comulgan con el tema de la 7a Conferencia de Partes de la Convención de Basilea. El encuentro comienza este lunes con el fin de promover una asociación entre el sector público y privado para resolver con más eficacia el reto de la eliminación de desechos.
Quedan muchos problemas
La Convención de Basilea fue adoptada en 1989. Su objetivo inicial era impedir que los países ricos eliminen sus desechos desplazando sus productos peligrosos a sus vecinos más pobres.
A juicio de Beat Nobs, ese «comercio de (elementos) tóxicos» ha sido ampliamente controlado con la entrada en vigor de la convención, en 1992.
No obstante, Nobs previene: «aún queda mucho por resolver. Por ejemplo evitar el desmantelamiento de los barcos petroleros en países como India, Bangladesh o China».
«Esos petroleros son llevados a tierra y desguazados por obreros que a menudo no saben que están tratando materias peligrosas como el amianto», explica el responsable de la delegación suiza.
«Por eso debemos trabajar con las compañías marítimas y los órganos de la ONU, como la Organización Marítima Internacional, para promover un reciclado durable de los buques», añade.
Esta postura cuenta con el respaldo de Greenpeace. La organización ecologista asiste a la conferencia como observador y entre las prioridades que lleva a este encuentro de cinco días en Ginebra figura también el desmantelamiento de los barcos.
«La industria química debe ser responble de lo que hace, indica Wangpo Tethong, portavoz de Greenpeace Suiza. Esperamos que los gobiernos encuentren un marco legal para evitar que las empresas actúen de esa manera».
Montaña de desechos electrónicos
Gestionar los desechos de manera responsable no sólo incumbe a los productos tóxicos, sino también a los electrónicos.
Beat Nobs cita al respecto el éxito de una iniciativa suiza que ha logrado convencer a la industria telefónica de que debe reciclar sus aparatos en desuso.
Eso prueba que las empresas activas en la electrónica pueden y deben compartir la carga del reciclado de sus productos.
La iniciativa suiza, anunciada en 2002, fue la primera en su género. Ya ha permitido que miles de teléfonos antiguos recobren vida en los países en vías de desarrollo.
Beat Nobs subraya que el transporte y la eliminación de productos electrónicos se convierten cada vez más en un problema para los países industrializados y también para países en desarrollo, con millones de toneladas de productos obsoletos.
«Las descargas peligrosas representan un problema para todos. Sufrimos estando expuestos a productos tales como el arsénico, mercurio, plomo, níquel y zinc», precisa.
En 2003, en China había unos 900 millones de televisores, ordenadores, máquinas lavadoras, refrigeradores y otros climatizadores. Se calcula sin embargo que unos 28 millones de esos aparatos ya han llegado al límite de su utilidad.
Suiza puede hacerlo mejor
Suiza no está al margen. Un estudio encargado por la Oficina Federal del Medioambiente, muestra efectivamente que unos 82.000 toneladas de desechos eléctricos y electrónicos son producidos cada año.
Para luchar contra esos desechos, Suiza aplica un sistema denominado Swico, que obliga a las empresas a retomar sus pruductos usados.
Es decir que en la compra de un aparato eléctrico o electrónico, el consumidor paga por adelantado un impuesto de reciclado. De manera que cuando el artefacto cae en desuso puede entregarlo gratuitamente en cualquier tienda del ramo.
Según Greenpeace, este sistema no es todavía perfecto. «No sabemos lo que exactamente ocurre con los desechos llevados a las tiendas», sostiene el portavoz de la organización.
Las empresas deben recibir esos objetos, pero no hay controles que permitan saber lo que hacen con ellos. No se sabe si subcontratistas compran estos bienes y en seguida transfieren el problema a los países pobres.
La delegación suiza y Greenpeace desean que los debates de esta semana en Ginebra permitan mejorar la colaboración entre la industria y el sector público para evitar eventuales abusos.
swissinfo, Anna Nelson, Ginebra
(Traducción: Juan Espinoza)
La 7a Conferencia de Partes de la Convención de Basilea se desarrolla desde el 25 hasta el 29 de octubre en Ginebra.
La delegación suiza está presidida por el embajador Beat Nobs, jefe de la División de Asuntos Internacionales de la Oficina Federal del Medioambiente.
Durante el encuentro, Suiza pondrá acento en las asociaciones concretas que tiene la ONU con la industria.
– La Convención de Basilea se refiere al transporte de los desechos peligrosos.
– Es una de las tres convenciones internacionales sobre productos químicos y desechos.
– Las otras dos son la Convención de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes y la Convención de Rotterdam sobre productos químicos y pesticidas.
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