“Podemos prevenir las mutaciones si logramos mantener la cifra de contagios baja”
¿Debemos tener miedo de las variantes del virus? ¿Las vacunas serán realmente eficaces? Hemos entrevistado a Emma Hodcroft, epidemióloga genómica en el Instituto de Medicina Social y Preventiva de la Universidad de Berna.
Las variantes de la COVID-19 preocupan a los científicos y a los gobiernos. Con razón, según Emma Hodcroft. La epidemióloga británico-estadounidense explica a swissinfo.ch por qué es fundamental mantener bajos los contagios y contener la propagación de las variantes del virus. Si bien las mutaciones forman parte de la vida del virus, son raros los casos en los que este mecanismo puede generar variantes muy peligrosas. “No tenemos que subestimar la lección que hemos aprendido en estos meses: aunque sea algo improbable, no significa que no vaya a suceder”, advierte la investigadora.
swissinfo.ch: Comencemos por lo básico: ¿Qué sabemos y qué no de estas mutaciones?
Emma Hodcroft: En primer lugar, son tres las principales variantes que centran la atención de los científicos en este momento. Hay una cuarta variante que está acaparando los titulares, pero los científicos no saben aún hasta qué punto es preocupante. Las variantes se encuentran, sobre todo, en el Reino Unido, Sudáfrica y otras dos han aparecido en Brasil. La que circula en el Reino Unido, denominada a menudo 501Y.V1 o B.1.1.7, es la primera que se anunció y, a partir de los datos que tenemos, se está propagando localmente en la mayoría de los países europeos. Esta variante genera preocupación porque es más contagiosa y, por lo tanto, más difícil de gestionar que, por ejemplo, las variantes del SARS-CoV-2 que circulaban este verano. Aunque no hay una señal clara de que sea más peligrosa o letal, si se contagian más personas y luego caen enfermas, se corre el riesgo de sobrecargar el sistema sanitario, como está ocurriendo en el Reino Unido.
Sobre las otras variantes tenemos menos información. La variante en Sudáfrica comparte una mutación con la variante británica, pero presenta también una mutación adicional a la posición 484 y es esta mutación la que preocupa especialmente a los científicos. También las dos variantes que circulan en Brasil presentan esta mutación. Según algunos estudios, esta variante se transmite con mucha más celeridad, pero no disponemos todavía de datos suficientes para decirlo con certeza. Lo que genera más alarma es que la mutación 484 pueda hacer que el virus sea capaz de reinfectar a las personas que ya han contraído el SARS-CoV-2. Y esto, naturalmente, podría repercutir también en la eficacia de las vacunas. La buena noticia es que los datos recientes que ha publicado Moderna reflejan que la respuesta de la vacuna a la variante 501Y.V1 y a la mutación 484 sigue siendo bastante buena.
¿Esto significa que las mutaciones podrían afectar a las vacunas?
Incluso si las vacunas se volvieran menos eficaces, es improbable que dejaran de funcionar del todo. No nos veremos en una situación en la que la vacuna es esencialmente inútil. La cuestión es que la eficacia podría reducirse, por ejemplo, del 95% al 85-90%. No sería desde luego una buena noticia, pero esto no significa que las vacunas tengan un gran impacto. Tampoco se puede descartar que si las mutaciones influyen en las vacunas, entonces estas no sean eficaces.
La experiencia con otros agentes patógenos ha demostrado que la primera respuesta inmunitaria que se obtiene gracias a las vacunas es mejor que la que se genera naturalmente. Las vacunas enseñan a nuestro cuerpo a defenderse mejor. Si esto vale también para el SARS-CoV-2, entonces podría ser que esta mutación no influya en absoluto – o solo mínimamente – en las vacunas. Según los recientes datos de Moderna, parece que es el caso.
“No debemos subestimar la lección que hemos aprendido en estos meses: aunque una cosa sea improbable, no significa que no sucederá”
Emma Hodcroft
¿Estas variantes le preocupan?
Desde un punto de vista científico, la evolución del virus es completamente normal y no hay nada sorprendente. Pero cada vez que el virus se replica, existe una posibilidad de que se produzca un error y que esto genere la mutación. Cuanto más tiempo juguemos a este juego, con un elevado número de casos y una elevada concentración del virus en circulación, mayor será la posibilidad de que la siguiente mutación sea una que no queremos ver. Nunca podremos descartarlo o prevenirlo del todo, a menos que eliminemos el virus de la faz de la Tierra, pero podemos ciertamente reducir esta posibilidad, asegurando que el virus tenga menos acceso a situaciones insólitas o a personas que no tienen un buen sistema inmunitario, porque es ahí donde el virus encuentra un terreno de juego favorable. No debemos subestimar la lección que hemos aprendido en estos meses: aunque una cosa sea improbable, no significa que no sucederá. Cuando más tiempo damos espacio al virus, más nos arriesgamos a que la próxima mutación sea una mala noticia. Es importante recordar que el virus está en constante evolución y, aunque la gran mayoría de esta mutaciones son inocuas, nos interesa absolutamente mantener el número de casos lo más bajo posible.
En cuanto al término que utilizan los medios para referirse a estas variantes, “variante británica” o “variante sudafricana”, ¿estamos seguros de que provienen realmente del Reino Unido, Sudáfrica y Brasil? ¿Cómo determinan los científicos el origen de las mutaciones?
Es realmente difícil no recurrir a estos nombres geográficos porque ya forman parte del uso diario en la población y en los medios y a menudo es la manera más clara para identificar las variantes. Por nuestra parte, intentamos utilizar lo menos posible estos términos, porque pueden dañar seriamente la reputación de estos países. Además, no son del todo apropiados porque es difícil conocer con certeza el lugar de origen de las mutaciones.
¿Piensa que en Suiza puede producirse una multiplicación exponencial de los casos como en el Reino Unido? ¿Se necesitan medidas más estrictas?
La variante británica ya circula en Suiza y tendremos que estar preparados para un empeoramiento de la situación. Por ello es muy importante mantener bajo el número de contagios para detener esta tendencia. Es una estrategia de la que solo podemos sacar beneficios, porque si lo logramos, entonces detenemos la propagación. Si, por el contrario, no conseguimos contener el virus pero mantenemos el número de casos bajo, nuestro sistema sanitario no estará sobrecargado y estará preparado para reaccionar en el caso de que la situación empeorara. No queremos encontrarnos con un sistema seriamente comprometido y colas de ambulancias delante de los hospitales, como ocurrió en el Reino Unido.
¿Qué le diría a las personas que tienen miedo a la vacuna?
Muchas de las preocupaciones tienen que ver con la rapidez con la que se han desarrollado estas vacunas, porque sabemos que normalmente se necesitan de cinco a diez años para sacar una nueva vacuna al mercado. En primer lugar, quiero aclarar que muchas de las vacunas aprobadas en este momento fueron desarrolladas para otros virus, en algunos casos para otros coronavirus. Por lo tanto, no partimos desde cero porque la tecnología ya existía. En segundo lugar, lo que alarga el tiempo de desarrollo de una vacuna no es la ciencia, sino los trámites burocráticos que requiere. Una gran parte del trabajo de los científicos consiste en encontrar fondos, redactar informes, convencer a un número adecuado de voluntarios para que participen en los ensayos experimentales. Todo esto hace que el procedimiento sea largo y difícil.
La pandemia de coronavirus ha terminado con muchos de estos problemas. Los gobiernos han dado dinero y han puesto infraestructuras a disposición de manera muy rápida y un número increíble de personas ha querido participar en los ensayos de la vacuna. La ciencia no ha acelerado el ritmo, pero sí ha acelerado los trámites burocráticos. Y en cierto aspecto, estas vacunas se han probado más minuciosamente que la mayoría porque ha habido muchos voluntarios. Y esto muestra hasta dónde puede llegar la ciencia cuando hay cooperación entre todos los grupos de interés.
Otra preocupación tiene que ver con los efectos a largo plazo. Referente a este aspecto tengo que decir que las vacunas permanecen en el cuerpo el tiempo necesario para enseñar al sistema inmunitario cómo combatir un virus específico y luego desaparecen.
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¿Qué lecciones nos enseña esta pandemia para el futuro?
Nos enseña que todavía sabemos demasiado poco sobre los virus. Muchas de las investigaciones se han concentrado en el virus de la gripe o del VIH, pero se ha subestimado la importancia de los coronavirus y de otros patógenos. Hay miles de virus ahí fuera y no sabemos cuándo llegará la próxima pandemia. Espero que lo que está ocurriendo ayude a tomar conciencia sobre la importancia de la investigación sobre los virus.
Emma Hodcroft es epidemióloga genómica británico-estadounidense en el Instituto de Medicina Social y Preventiva de la Universidad de Berna.
Traducción del italiano: Belén Couceiro
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