El CO₂ producido en Suiza se convierte en piedra caliza en Islandia
Los ensayos para almacenar y eliminar, bajo tierra o en el mar, las emisiones de dióxido de carbono procedentes de industrias contaminantes se multiplican. En Suiza se están explorando distintas vías, incluido un proyecto para almacenar CO₂ en Islandia. Pero ¿merecen la pena el coste y la complejidad del proceso?
En Suiza, en el marco de un proyecto para almacenar el material generado en la industria siderúrgica y tratar las aguas residuales, se estudia cómo capturar el CO₂ de las actividades industriales y transformarlo en roca antes de que esas emisiones lleguen a la atmósfera. Berna aspira a lograr cero emisiones de gases de efecto invernadero en 2050.
El CO₂ capturado no se almacenaría en Suiza, sino en depósitos geológicos de Islandia. “Este proyecto técnicamente viable suscita gran interés”, afirma Marco Mazzotti, coordinador de este innovador proyecto y profesor de Ingeniería Mecánica y de Procesos en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETHZ).
“Aunque las cantidades almacenadas tendrán poco impacto en el clima, gracias a los esfuerzos combinados de 23 universidades, institutos de investigación y empresas que colaboran en el proyecto DemoUpCARMA, hemos podido resolver toda una serie de problemas”, explica.
En la práctica, el CO₂ se captura y luego se licua en la principal planta de tratamiento de residuos de Berna. A continuación, en contenedores de 20 toneladas se transporta en camiones a Alemania y de ahí en tren, a los Países Bajos. Llega a su destino final, Islandia, por mar. El material se envía desde Reikiavik, la capital, hasta una estación situada al oeste del país. Se tarda cinco semanas en recorrer los 2.400 km del trayecto; lo cual también genera emisiones. Pero el equipo de investigación, que ha hecho sus cálculos, está convencido de que el planteamiento a gran escala es rentable.
Centrarse en el almacenamiento subterráneo
Hasta ahora se han transportado unas cien toneladas de CO₂ de Suiza a Islandia, una región ideal para este tipo de almacenamiento por la presencia de basalto. Esta roca porosa de color gris oscuro, que se forma al enfriarse la lava volcánica, contiene altos niveles de calcio, magnesio y hierro.
En el emplazamiento costero de Helguvík, el CO₂ suizo se mezcla con agua de mar procedente de un pozo. A continuación, una empresa local inyecta el líquido gaseoso a una profundidad de 300-400 metros para que, al cabo de varios años, el material se una al basalto y forme piedra caliza. Solidificar el CO₂ de este modo tiene la ventaja de que puede almacenarse permanentemente. De aquí a otoño se realizarán más entregas e intentos de inyección, además de un seguimiento científico.
Para el grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), la captura y almacenamiento de carbono (CAC) —que durante mucho tiempo se ha considerado un mecanismo complicado, caro y poco útil para combatir el calentamiento global— ahora es un recurso necesario. Según el Global CCS InstituteEnlace externo, centro que promueve esta técnica, en todo el mundo ya hay más de 390 proyectos en marcha o en desarrollo.
Además de las energías renovables y el ahorro energético, para alcanzar la neutralidad en carbono, Suiza prevéEnlace externo reducir doce millones de toneladas de emisiones de CO₂ queproducen las plantas de tratamiento de residuos, la agricultura y las cementeras. Podrían almacenarse permanentemente alrededor de 500.000 toneladas de aquí a 2030. Y hasta siete millones de toneladas para 2050.
Los grupos ecologistas, sin embargo, critican este tipo de proyecto por su coste y las infraestructuras que requieren. Para la asociación de defensa de la naturaleza WWF, este proceso no es la soluciónEnlace externo milagrosa esperada. “No se ha demostrado que sirva para combatir estas emisiones en Europa a gran escala”, dice la organización en defensa de la naturaleza.
Nathan Solothurnmann, experto en cuestiones climáticas y energéticas de Greenpeace Suiza, opina que Suiza debería prevenir estas emisiones, en vez de desarrollar megaproyectos. En su opinión, hay muchas soluciones previas: mejorar los métodos del reciclaje de residuos, sustituir el hormigón convencional por otros materiales en el sector de la construcción o reducir el número de cabezas de ganado. “Medidas todas ellas que pueden eliminar una parte considerable de las emisiones evitables”, argumenta.
Retos en infraestructuras y transporte
El equipo de investigación suizo que está detrás de este proyecto en Islandia está convencido de sus beneficios ecológicos, a pesar de las emisiones adicionales de CO₂ producidas durante el transporte; y dicen que el proceso elimina más emisiones de las que libera. El equipo ha calculado que por cada cien kilos almacenados de CO₂, solo se emitiría una quinta parte durante el transporte (carretera, ferrocarril, mar).
Según el modelo defendido por DemoUpCARMA, capturar, transportar y almacenar CO₂ cuesta 300 francos suizos por tonelada (328 dólares). Una factura que podría reducirse con un almacenamiento más eficiente, una regulación adecuada y una mejor gestión del transporte.
Marco Mazzotti y su equipo, hasta ahora, han tenido que lidiar con obstáculos normativos y jurídicos, sobre todo. Y, antes de implicarse, muchos inversores esperan a ver cómo evolucionan las tecnologías, los mercados y las normas.
Una situación contradictoria, según la Oficina Federal de Medioambiente, que cofinancia el proyecto en Islandia. “Las empresas que emiten CO₂ solo quieren capturarlo si existen infraestructuras de transporte y almacenamiento, sobre todo. Pero estas solo pueden desarrollarse si hay suficientes clientes para capturar y vender el CO₂”, resume Sophie Wenger, directora de proyectos de la citada oficina federal, en declaraciones a la emisora suiza de radio en alemán SRF.
Este mecanismo, que se ha impuesto en Norteamérica, ahora tiene sus fans en Europa. Varios proyectos en curso en el Mar del Norte pretenden demostrar que existen soluciones transfronterizas. Empezando por el proyecto GreensandEnlace externo, puesto en marcha el año pasado, en el que las emisiones de CO₂ de Bélgica se inyectan en un yacimiento petrolífero desecado situado bajo la parte danesa del Mar del Norte.
Bruselas también se ha puesto a trabajar. La Unión Europea acaba de publicar su estrategiaEnlace externo de gestión del carbono industrial (Industrial Carbon Management Strategy), acompañada de un estudioEnlace externo sobre el desarrollo de infraestructuras, en particular gasoductos para transportar CO₂. El objetivo es eliminar en el futuro la necesidad del transporte por carretera y ferrocarril. Pero Marco Mazzotti lamenta que Suiza no está incluida en estos planes.
“Es triste ver que los gasoductos de este tipo van a tener que evitar Suiza, porque no se ha establecido una colaboración a cierto nivel. No podemos actuar solos, y necesitamos trabajar con Europa”, argumenta.
¿Almacenar CO₂ en suelo suizo?
En su defecto, las autoridades suizas fomentan crear proyectos de este tipo, pero a escala local y más despacio. En el norte del país alpino, un antiguo depósito en el que se enterraban residuos radiactivos ha sido designado como futuro lugar de almacenamiento, con una prueba prevista para 2030. En Suiza, el potencial de almacenamiento definitivo es bajo. Este tipo de emplazamientos, según la Oficina Federal Suiza de la Energía, no estará operativoEnlace externo hasta dentro de 15 o 20 años. De momento, solo se realizan exploraciones. Así que hasta 2030 la Confederación apuesta por opciones en el extranjero.
Basándose en la adición en 2009 de una enmienda al Protocolo de Londres sobre el vertido de residuos, Suiza, desde enero pasado, tiene derecho a exportar CO₂ para que se almacene en los fondos marinos de otros países. Ya se han firmado acuerdos con Suecia, Países Bajos e Islandia para apoyar este planteamiento. Y están en curso conversaciones con Noruega.
Para capturar o eliminar el CO₂ y almacenarlo de manera permanente se necesitan tecnologías. La captura y el almacenamiento de carbono (CAC) permite capturar y almacenar el CO₂ procedente de fuentes fósiles e industriales en instalaciones, como plantas de tratamiento de residuos, para reducir las emisiones, mientras que las tecnologías de emisiones negativas (NET) pretenden eliminar permanentemente el CO₂ de la atmósfera.
Las tecnologías de emisiones negativas incluyen la forestación y reforestación, la gestión de la tierra para aumentar y fijar el carbono en los suelos mediante aditivos como el biocarbón, la producción de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, la mejora de la modificación del clima, la captura directa de CO₂ del aire con almacenamiento de CO₂ y la fertilización de los océanos para aumentar las emisiones de CO₂.
Según el grupo de expertos intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC), alcanzar los objetivos del Acuerdo de París requerirá que las tecnologías CAC y NET se extiendan muy rápidamente en el mundo, además de que se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero de manera sustancial.
“Las empresas suizas ahora son libres de utilizar esta opción para almacenar CO₂ en virtud de acuerdos privados con proveedores extranjeros, especialmente en el Mar del Norte”, confirma Robin Poëll, portavoz de la Oficina Federal de Medioambiente.
Podrían beneficiarse los proyectos que subvenciona la Fundación Centime Climatique Suisse [Céntimo Climático], una asociación creada por empresas para compensar las emisiones de CO₂. Lo mismo cabe decir de la industria del tratamiento de residuos, que, en virtud de un acuerdoEnlace externo con la Confederación Helvética, se ha comprometido a capturar CO₂ de aquí a 2030.
También hay empresas suizas —como las cementeras— que ya participan en el régimen de comercio de derechos de emisión que ha introducido la Unión Europea, y que a partir de 2025 podrían beneficiarse de créditos por capturar y almacenar CO₂ en el lecho marino.
Nathan Solothurnmann pide a las autoridades suizas prudencia. Precipitarse con estas tecnologías podría, a su juicio, tener un efecto perverso a largo plazo, ya que dejaría de haber incentivos para reducir seriamente las emisiones o estudiar otras alternativas naturales. También existe el riesgo de que “se gasten grandes sumas de dinero en construir infraestructuras de captura y almacenamiento, sin vuelta atrás”.
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Texto adaptado del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff
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