Los grandes lagos de Suiza concentran un potencial energético alto. Sus aguas pueden ser utilizadas para enfriar el clima en los edificios durante el verano y calentarlos en invierno, como ocurre en el Palacio de las Naciones en Ginebra. Un sistema medioambiental respetuoso, pero con limitaciones.
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Periodista del Tesino residente en Berna; me ocupo de temas científicos y de sociedad con reportajes, artículos, entrevistas y análisis. Me interesan las cuestiones climáticas, energéticas y medioambientales, así como todo lo relacionado con la migración, la ayuda al desarrollo y los derechos humanos en general.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o la sede europea de las Naciones Unidas tienen un punto en común: en los edificios que las albergan en Ginebra circula el agua del lago Leman. El principio es simple, explica Cliff Moesching, responsable de la explotación térmica de los Servicios Industriales de Ginebra (SIG): “Tomamos el agua de una cierta profundidad, donde la temperatura permanece más o menos constante, y la hacemos circular en los inmuebles. Después la devolvemos al lago”.
El objetivo del proyecto ‘Genéve Lac Nations’ (GLN), la primera red hidrotérmica que utiliza las aguas del lago Leman y funciona desde 2009, es enfriar las sedes de las organizaciones internacionales y otras construcciones del barrio Sécheron-Nations, al norte de la ciudad. “La particularidad es que podemos utilizar ese sistema también para calentar los edificios”, indica Moesching, con quien nos citamos a orillas del lago.
Consumo eléctrico reducido de 80%
El colaborador de SIG nos señala un punto en el lago, a unos 2,5 km de distancia al noreste y una profundidad de 40 metros. Allí fue instalada la bomba de agua capaz de aspirar hasta 2,7 millones de litros por hora.
“En ese sitio, la temperatura del agua, entre los 6 y los 10 ºC, permanece relativamente estable durante todo el año”, añade Moesching.
Luego de haber sido bombeada hacia un estanque subterráneo cercano, el agua del lago pasa por un sistema de tubos. Para enfriar los edificios y los centros informáticos durante el verano, circula a través de un modificador de calor, enlazado al sistema de enfriamiento de los inmuebles. “El agua jamás entra en contacto con otras sustancias. Es la razón por la que puede ser devuelta directamente al lago”, precisa Cliff Moesching. Para calentar los edificios se sigue el mismo principio, pero en este caso se acciona una bomba de calor, con el paso del flujo acuífero.
La bomba que produce calor necesita electricidad, pero el impacto medioambiental de este consumo energético es muy bajo con relación a la calefacción clásica, que requiere de energía fósil (fuel). “Al producir calor con este sistema, se reducen en un 80% las emisiones de CO2. Y cuando enfriamos, ahorramos un 80% de electricidad”, explica Cliff Moesching.
El lago para compensar el recalentamiento climático
En la óptica de un suministro energético sostenible y de una reducción progresiva de emisiones de CO2, hacer uso del calor y del poder de enfriamiento de los lagos profundos de Suiza representa una opción interesante, según el Instituto Suizo de Investigación del Agua (EawagEnlace externo).
Energía de lagos y ríos
La idea de explotar las aguas superficiales no es nueva. En 1938, Zúrich instaló en el edificio del Parlamento cantonal una termo-bomba alimentada por el agua del río Limmat.
En St. Moritz, el agua del lago se utiliza desde 2007 para calentar un hotel, una escuela y edificios residenciales.
Además de la red GLN de Ginebra (la mayor instalación de este género en Suiza), también la Escuela Politécnica Federal de Lausana y muchos hoteles y empresas situadas a orillas del lago Leman extraen agua del mismo.
Gracias al lago Ceresio, en el Tesino, se enfrían los locales del Centro Suizo de Cálculo Científico en Lugano.
En Horw, en el cantón de Lucerna, una solicitud de concesión fue depositada a fin de poder usar el agua del Lago de los Cuatro Cantones para calentar o enfriar una zona residencial (unas 500 casas) y comercial que se extiende sobre una superficie de 1,1 millones de m2.
En invierno, por ejemplo, se podría extraer del lago de Constanza un gigavatio (GW) de energía, lo que corresponde al potencial eléctrico de una central atómica moderna, y cubrir así las necesidades de un millón de personas, relevan los autores del estudio publicado a finales de 2014. Esas tomas de agua caliente descenderían la temperatura del lago menos de 0,2 grados centígrados. No habría efecto notorio en el balance térmico de las aguas lacustres.
Además, esa extracción de calor podría servir para compensar el aumento de la temperatura en los lagos, causada por el efecto invernadero, agrega Alfred Wüest, responsable del estudio
Según las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el recalentamiento global aportará al lago de Constanza unos 40 GW suplementarios de energía, de aquí a finales del siglo.
Alfred Wüest indica que este balance puede también transferirse a otros casos. Al tomar en cuenta una variación de la temperatura del agua de 1º C como máximo, el potencial térmico que podría recuperarse de los lagos suizos (como el Leman, los de Constanza, Neuchâtel, Zúrich, Cuatro Cantones y Thun) es de más de 60 GW, estima el investigador.
Explotar las aguas de los grandes lagos es “muy juicioso”, desde el punto de vista energético, advierte la Oficina Federal de Energía (OFEN). “Mientras que los hospitales, las casas y las escuelas requieren de calor, los centros informáticos y las empresas del sector gastronómico, necesitan refrigeración”, escribe a swissinfo.ch.
Suiza es particularmente adecuada para este tipo de sistemas, agrega Alfred Wüest. “Es una de las raras regiones, junto con Norteamérica, donde los lagos y las ciudades suficientemente grandes colindan. También en el norte europeo hay muchos lagos, pero pocas personas viven alrededor de ellos”.
¿Qué efectos para el ecosistema?
La Oficina Federal de Energía advierte de que la explotación de los lagos debe respetar las normas de protección de las aguas y de la naturaleza. La cuestión de la polución térmica (cuando se hace fluir agua más caliente o más fría) queda abierta, subraya el Instituto Suizo de Investigación del Agua (EawagEnlace externo).
No más de 3 ºC
La disposición federal para la protección de las aguas estipula que “el aporte o la toma de calor no debe provocar una variación de temperatura del agua de más de 3 ºC con relación al estado natural”. En las zonas donde haya truchas, la diferencia no debe rebasar LOS 1,5 ºC.
Hoy no es posible definir la variación de temperatura a partir de la que podrían producirse cambios significativos en los lagos y los ríos. El único dato más o menos seguro: un aumento o una reducción de 0,5% no tiene un impacto determinante.
En el caso de Ginebra, el agua restituida al lago Leman no provoca ninguna incidencia medioambiental en la flora y fauna, releva un estudio del Instituto F.-A. Forel, de la Universidad de Ginebra.
“Consideramos que para los grandes lagos, las consecuencias en la biodiversidad se mantienen insignificantes”, indica a swissinfo.ch Pierrette Rey, portavoz del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), sección Suiza. “Está claro, sin embargo, que hay que permanecer vigilantes: Este método podría volverse problemático si se calientan ulteriormente aguas que ya eran cálidas”, observa.
Ayer, la electricidad; hoy, la térmica
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Tener una fuente renovable, abundante y disponible en permanencia, independientemente de las condiciones meteorológicas, no es suficiente. “El calentamiento a distancia tiene sentido en zonas de gran densidad. Sin embargo, los conductos tienen un diámetro importante (hasta un metro) e implican hacer obras que perturban el espacio púbico”, observa Julien Ducrest, ingeniero del SIG.
En Ginebra, fue posible realzar el GLN (6 km de tubos y 33 millones de francos invertidos) en el marco del desarrollo urbano del barrio de Naciones Unidas, iniciado en la década pasada. Los viejos edificios fueron renovados y las nuevas construcciones se realizaron bajo exigentes estándares energéticos, una de las condiciones indispensables para enlazarlos a la red de frío y calor del GLN. Hoy, la red conecta a una veintena de edificios.
SIG desarrolla actualmente una nueva red con la misma tecnología para el centro de la ciudad de Ginebra. Christian Brunier, director general de SIG, sabe que la rentabilidad de este tipo de inversiones solo resulta visible a largo plazo, como lo ha indicado al diario ‘Tribune de Genève’:
«Por ahora, las actividades térmicas del SIG son deficitarias. Es normal. Lo mismo ocurrió cuando se construyeron las primeras redes de electricidad y de gas. Pero en 15 o 20 años, la energía térmica será uno de nuestros motores económicos”.
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Una revolución fiscal para lograr el giro energético
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Subir los precios de los combustibles y los carburantes para reducir el consumo de energías fósiles. Es lo que proponen los Verdes Liberales en una iniciativa que quiere sustituir el IVA por un impuesto energético. Casi todos los demás partidos se oponen al proyecto.
Cambio climático, contaminación atmosférica, efectos dañinos para la salud y el medio ambiente: las energías fósiles – petróleo, gas, carbón – causan graves problemas, con los que cargarán las futuras generaciones. En Suiza, el debate sobre el giro energético comenzó hace treinta años. Sin embargo, el 66% del abastecimiento energético del país aún proviene de fuentes fósiles, mientras las nuevas energías renovables – sol, viento, biogás – representan apenas el 2%.
En 2011, tras el accidente nuclear de Fukushima, el Gobierno decidió elaborar una nueva Estrategia Energética 2050, que prevé mejorar la eficiencia energética y desarrollar las fuentes renovables para prescindir progresivamente de la energía atómica y reducir el consumo de fuentes fósiles. Este paquete de medidas – que se ha sometido al Parlamento – constituye un paso en la buena dirección, pero su aplicación avanza a paso de tortuga, a juicio de los Verdes Liberales (VL).
Con la iniciativa Reemplazar el IVA por un impuesto sobre la energía, el partido de centro propone una revolución del sistema fiscal para acelerar el giro energético. Según el texto, el impuesto sobre el valor añadido (IVA) deberá sustituirse en el plazo de cinco años por un gravamen sobre la producción y la importación de energías no renovables. Este nuevo gravamen llevará a un fuerte encarecimiento de los carburantes y los combustibles fósiles, por lo que favorecerá el ahorro energético y aumentará la competitividad de las energías limpias.
Iniciativa de los Verdes Liberales
En texto estipula que se suprima el impuesto sobre el valor añadido (IVA) el plazo de 5 años. En su lugar, se aplicará un gravamen sobre la producción o la importación de energías no renovables.
La recaudación de este impuesto deberá corresponder inicialmente a los ingresos del IVA durante el quinquenio precedente a su supresión. Luego, los ingresos se calcularán para que correspondan a un porcentaje fijo del Producto Interior Bruto.
Para evitar distorsiones de la competitividad internacional, la ley puede contemplar excepciones para los sectores industriales que consumen mucha energía e introducir un impuesto sobre la energía gris, que pesaría principalmente sobre las importaciones.
El 5% de los impuestos recaudados se utilizarían para reducir las primas del seguro médico de las clases con ingresos bajos u otras medidas de desgravación en su favor.
IVA, un impuesto equivocado
“En el marco de la nueva estrategia energética se discuten miles de propuestas de decretos, impuestos, subvenciones. Con nuestra iniciativa podemos resolver de un solo golpe todos estos problemas. Un impuesto energético reduciría, además, la menor carga administra respecto al IVA que pesa no solo sobre el Estado, sino también sobre más de 300 000 empresas”, explica Martin Bäumle.
Según el presidente de los VL, el nuevo gravamen permitirá, entre otras cosas, reducir más rápido la dependencia energética del extranjero. Cada año, Suiza gasta más de 13 000 millones de francos para comprar petróleo y gas que provienen en gran parte de países inestables. El fomento de las energías renovables, en cambio, dará un empujoncito a la industria helvética de las energías limpias (cleantech) y generará un valor agregado, así como miles de puestos de trabajo en el país.
“El IVA es un impuesto concebido de modo erróneo. Afecta al valor añadido que han creado nuestras empresas. Y afecta a la innovación, o sea, justo uno de los puntos fuertes de nuestra economía. Es mucho más sensato introducir en su lugar un impuesto que grave las energías no renovables importadas de regiones lejanas”, subraya Bäumle.
Turbulencias económicas
La iniciativa no cuenta con el aval del Gobierno, que recomienda al pueblo que la rechace. El Ejecutivo está convencido de que no se podrá reducir el consumo energético y las emisiones de CO2 sin aumentar los precios de las energías fósiles. Para compensar los ingresos del IVA, estimados en cerca de 23 000 millones de francos al año, los gravámenes sobre los carburantes y los combustibles de origen fósil deberían fijarse a un nivel demasiado alto: la gasolina, por ejemplo, aumentaría al menos 3 francos el litro.
Así, el nuevo sistema fiscal penalizaría los hogares con ingresos bajos y restaría competitividad internacional a las empresas suizas. Para evitar distorsiones de competitividad, la iniciativa contempla excepciones para los sectores industriales que más energía consumen. Según el Gobierno, sin embargo, el impuesto energético amenaza con provocar “turbulencias económicas” a corto y medio plazo.
El Consejo Federal se niega a suprimir el IVA, que constituye la principal fuente fiscal del Estado (35%) y garantiza unos ingresos estables. Para fomentar el giro energético, el Gobierno prevé introducir a partir de 2012 un sistema de incentivos que prevé un gravamen sobre las energías fósiles cuya recaudación se distribuirá a los hogares y las empresas. Este proyecto, aunque aún incierto, provocará seguramente luchas encarnecidas entre los grupos parlamentarios.
Impuestos energéticos
En Suiza ya se han aplicado gravámenes para alcanzar los objetivos en materia de política climática y energética.
La Confederación cobra un impuestos CO2 sobre la producción y la importación de combustibles fósiles. Un tercio de la recaudación se destina a financiar un programa de ahorro energético y el resto se distribuye a la población.
Desde hace muchos años se habla de introducir un impuesto análogo sobre los carburantes de origen fósil. Una propuesta que hasta ahora ha rechazado el Parlamento, donde la derecha tiene mayoría.
También se gravan los costes de transporte de la energía eléctrica para costear el suministro de electricidad producida a partir de fuentes renovables, el tráfico pesado, así como los aceites minerales.
Financiación no duradera
La iniciativa de los VL ha cosechado algún que otro apoyo de sus ‘primos’ de izquierda, el Partido Ecologista (Verdes), promotores de una propuesta análoga que fracasó rotundamente (77%) en las urnas en 2001. Según los otros partidos, el gravamen energético representa una solución inviable. Considera arriesgado que la fuente de ingresos de un Estado dependa de una fuente – las energías fósiles – que se pretende reducir gradualmente.
Según la derecha y el centro, el impuesto energético constituye, además, una amenaza para el futuro de la plaza industrial y un obstáculo a la movilidad. “Suiza va muy avanzada en lo que se refiere a las medidas para reducir las emisiones de CO2 que prevé el Protocolo de Kioto. No podemos ir aún más lejos que los demás países con nuevos impuestos energéticos. Solo debilitarían nuestra economía y apenas tendrían efectos sobre el clima”, sostiene Albert Rösti, diputado de la Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora).
La izquierda defiende el IVA por razones de índoles social, entre otras. “El encarecimiento de las energías fósiles es indispensable para lograr un giro energético y medioambiental, pero debe hacerse en el marco de un sistema de incentivos. Sería peligroso privar al Estado de una fuente fiscal sólida como el IVA, que sirve para financiar parte de la seguridad social”, sostiene Eric Nussbaumer, diputado socialista.
Penalizar el despilfarro
“Ha llegado el momento de actuar, pero tal vez vayamos 20 años por delante de los demás partidos”, afirma Martin Bäumle en respuesta a las críticas. “No cabe duda de que un gravamen sobre la energía puede garantizar una financiación duradera al Estado: si se reduce el consumo de carburantes y combustibles fósiles, bastará con aumentar la tasa impositiva. Y si dentro de 100 años desaparecieran las energías fósiles, no sería un problema gravar las demás fuentes, que también dañan el medioambiente, aunque en menor medida. Siempre necesitaremos energía”.
“Además, nuestra iniciativa no tendrá repercusiones negativas para las empresas y los hogares, ya que el aumento de los precios de los carburantes y los combustibles se compensará con la supresión del IVA. Solo se penalizará a quienes consumen mucha energía de origen fósil”.
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