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Estudiantes de Suiza promueven el desarrollo de cohetes espaciales

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Por razones de seguridad, todavía está ligeramente conectado a una grúa pluma con un cable. No obstante, el cohete «Colibri» del Programa Espacial de Gruyère ya aterriza de forma independiente en el lugar donde despegó. Gruyère Space Program

Todo parece indicar que la tendencia en los viajes espaciales está focalizada en los cohetes reutilizables. En Suiza, esta propensión viene marcada por una serie de proyectos llevados a cabo por jóvenes estudiantes. Reportaje.

Audrey Vorburger se encarga de investigar los instrumentos espaciales y el funcionamiento de nuestro sistema solar. La astrofísica y planetóloga de la Universidad de Berna confía en los cohetes para su trabajo.

«Suiza ya es conocida por su ingeniería de alta precisión y su capacidad para desarrollar instrumentos científicos complejos», afirma la experta. Un programa espacial acentuaría y ampliaría aún más estos puntos fuertes.

«El acceso al espacio ya no es exclusivo de las grandes naciones espaciales; los avances tecnológicos y las capacidades de lanzamiento accesibles internacionalmente significan que los países más pequeños también pueden desempeñar un papel importante».

Los proyectos estudiantiles, de los que hay varios en Suiza, podrían desempeñar un papel importante en el desarrollo y la promoción de la tecnología espacial suiza y en la formación de futuros especialistas en este campo. SWI swissinfo.ch ha asistido al lugar donde se llevan a cabo dos de estos proyectos.

El cohete que puede aterrizar verticalmente

El escenario es una gravera en el interior de Gruyère, en el cantón de Friburgo. Son poco más de las cuatro de la tarde. Un joven equipo se afana en los últimos preparativos. Cada movimiento debe ser preciso y perfecto.

El objeto principal de la investigación se encuentra en un contenedor sobre un banco de trabajo, donde se está llevando a cabo una pequeña reparación en una de sus cuatro patas.

Sus dimensiones: 2m45 de altura, 100kg de peso. Su nombre: Colibrí. Lo que hace que este cohete sea único en toda Europa es que puede aterrizar con seguridad en la Tierra erguido sobre sus patas. Pero no ha sido fácil llegar hasta aquí.

Detrás del proyecto «Gruyère Space Programme » (GSP) hay cinco jóvenes estudiantes que se conocen desde la escuela secundaria y que, hoy en día, continúan su carrera juntos en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL).

«Nadie en Europa ha lanzado nunca un cohete con una carga útil y ha conseguido que vuelva a aterrizar de pie», afirma Julie Böhning, estudiante de robótica de 25 años y portavoz del equipo. «Es genial que hayamos realizado todo este proceso juntos».

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Julie Böhning, responsable de los sistemas de dirección, navegación y control del equipo, estuvo presente desde el principio. swissinfo.ch / Michele Andina

Böhning y sus cuatro compañeros llevan seis años trabajando en proyectos con cohetes. Se inspiraron en el proyecto estadounidense SpaceX, cuyo cohete puede aterrizar en la Tierra utilizando el mismo principio. Ellos mismos desarrollaron y construyeron ‘Colibrí’ de la A a la Z.

En el contenedor, el equipo ensambló todas las piezas individuales del cohete en estado totalmente funcional en una mesa o banco de pruebas para poder probarlas independientemente unas de otras. Tanques, motor, electrónica, sensores. Entretanto, han ido llegando más personas para colaborar. Contamos un total de 15 estudiantes alrededor del cohete.

Comienza la cuenta atrás

Hoy hay ocho personas en la gravera, entre ellas los miembros fundadores Jérémy Marciacq (26) y Simon Both (25). Están comprobando varias cifras en sus ordenadores portátiles. Tras la prueba, analizarán los datos en detalle.

El equipo ha instalado rápidamente un centro de control móvil a una distancia segura. El cohete se reabastece de combustible y un pequeño avión no tripulado da otra vuelta de inspección alrededor del Colibrí. Es demasiado peligroso acercarse con los depósitos llenos.

«Cinco, cuatro, tres, dos, uno», comienza la cuenta atrás. Luego sucede un ruido estrepitoso y el cohete se eleva unos metros en el aire, como estaba previsto. Hoy, en su 25º intento, tiene que desviarse ligeramente en el aire para demostrar que es capaz de volver a la pequeña plataforma donde ha despegado.

Aparte de algunos problemas menores, el intento se desarrolla satisfactoriamente. El objetivo del día se ha cumplido, afirma Both. Era importante probar los nuevos algoritmos para el aterrizaje del cohete. Que, por supuesto, también programaron los propios estudiantes.

Una prueba de este tipo requeriría una autorización especial en Suiza. Pero como el cohete está suspendido por su punta de un cable con función de parada de emergencia en un brazo de grúa, Colibrí se considera legalmente un objeto terrestre. Y la prueba debe realizarse a una distancia mínima de 200 metros del edificio residencial más cercano, lo que aquí se cumple con creces.

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Prueba del cohete «Colibri» en una gravera cerca de la pequeña ciudad de Gruyères. Gruyère Space Program

Claude Nicollier como mentor

Construyeron el cohete con materiales sencillos y baratos. «En general, los depósitos de Colibrí son tubos de una obra que conseguimos y modificamos», explica Böhning. El equipo también confía en la impresión 3D para poder sustituir ciertas piezas en muy poco tiempo, independientemente de los proveedores.

Los estudiantes lo hacen todo ellos mismos. Por supuesto, no sería posible sin patrocinadores. Ahora tienen 55 socios industriales. Entre ellos, la empresa que les proporciona gratuitamente parte de la gravera y la grúa. Marciacq tuvo que completar una formación adicional para poder manejar la grúa.

Con Claude Nicollier, el primer astronauta suizo, el joven equipo aficionado a los cohetes ha incorporado al proyecto a un mentor de renombre. Además, su condición de estudiantes les permite ponerse en contacto con todo tipo de expertos de todo el mundo que estarían encantados de pasar unas horas dándoles consejos, afirma Böhning.

Pero ¿cuál es el objetivo de su proyecto? «Queremos utilizar ‘Colibrí’ para demostrar que también somos capaces de lanzar cohetes en Europa y hacerlos descender de nuevo», explica.

También puede leer nuestro reportaje sobre los robots que algún día viajarán en cohete a la Luna u otros cuerpos celestes:

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El sistema del paracaídas

Otro día, otro lugar. Esta vez nos encontramos en un hangar del aeródromo militar de Dübendorf, en el cantón de Zúrich. El lugar donde la aviación suiza tuvo sus comienzos. Hoy, algunos de los hangares albergan el Parque de la Innovación. Allí tienen lugar varios proyectos de estudiantes y empresas de nueva creación.

Entre ellos, el proyecto espacial ARIS, dirigido por estudiantes y apoyado por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH) y otras universidades e institutos. Varios cohetes pequeños y grandes de proyectos anteriores están posicionados en fila.

El actual proyecto «NICOLLIER» lleva el nombre del astronauta suizo Claude Nicollier, quien también participó en la segunda revisión técnica del cohete y dio su opinión al equipo, dice Felix Hattwig, el joven director del proyecto de 21 años, estudiante de física en la ETH.

Este proyecto también se basa en un cohete reutilizable. Lleva incorporados dos paracaídas, lo que se conoce como sistema de recuperación guiada.

Un pequeño paracaídas frena el cohete en cuanto alcanza su punto más alto de vuelo, explica el estudiante de ingeniería mecánica Matteo Vass (20 años), jefe del equipo de recuperación y, por tanto, responsable del sistema de frenado.

El paracaídas de guiado más grande, controlado por un sistema de software autónomo, se despliega a unos 800 metros del suelo. Está diseñado para llevar el cohete hasta el punto de aterrizaje.

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Felix Hattwig (izquierda) y Matteo Vass fijan la electrónica para el control autónomo del paracaídas. swissinfo.ch / Christian Raaflaub

El equipo realiza pruebas de lanzamiento. Las Fuerzas Armadas suizas les ayudan dejando caer el misil desde un helicóptero para simular el aterrizaje. Por supuesto, esto no tiene lugar sobre zonas pobladas, sino en bases militares, por ejemplo en el cantón de Glaris o en el Oberland bernés.

Sin embargo, la abundante lluvia de esta primavera supuso un verdadero obstáculo para el equipo ‘Nicollier’: solo pudieron realizar dos de las 13 pruebas de caída previstas. En el vídeo que ambos nos muestran, no obstante, la prueba se realiza con éxito y el cohete encuentra su lugar de aterrizaje.

El control autónomo es cada vez más importante

«Esta es la nueva era de los viajes espaciales, en la que no se trata sólo del cohete en sí, sino de los nuevos sistemas que lo rodean», afirma Hattwig. Sobre todo, el control autónomo. Pero no solo eso: «Nuestro cohete va más allá de la recuperación guiada. Aunque eso suponga un gran reto», afirma.

«También intentamos lograr innovaciones técnicas en otras áreas». Por ejemplo, en el ámbito de las placas informáticas, que son intercambiables en el cohete. O con los frenos de aire, donde también están abriendo nuevos caminos.

Además, las 43 personas que trabajan en este proyecto lo hacen paralelamente a sus estudios y no reciben ni salario ni créditos para sus asignaturas. Hay mucha pasión de por medio.

A los dos estudiantes les fascinan los viajes espaciales desde que eran niños y ahora están deseando hacer realidad su sueño. También tienen entre 40 y 50 patrocinadores a bordo.

Su cohete nunca ha sido lanzado, pero los proyectos ARIS anteriores ya han sentado las bases para ello. El primer lanzamiento está previsto para finales de octubre en Suiza, explica Hattwig. En última instancia, el objetivo es lanzar tres cargas útiles diferentes, es decir, satélites.

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El cohete del proyecto «NICOLLIER» con su paracaídas principal durante una de las pruebas de aterrizaje. ARIS

El Programa Espacial de Gruyère ha programado su primer vuelo de demostración para finales de septiembre, con Claude Nicollier entre los invitados. A continuación, los estudiantes revelarán también lo que ocurrirá una vez finalizado el proyecto.

«Nos llevamos todos tan bien que queremos continuar hacia nuevos horizontes como empresa», explica Böhning. Ya no se tratará de cohetes, sino de la misma tecnología en la que llevan años trabajando, y precavido, prefiere no revelar nada más.

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«Una base buena y práctica para la formación»

«Lo que estos y otros estudiantes están logrando merece un gran respeto», escribe la Oficina Espacial Suiza, el centro de excelencia del Gobierno federal para asuntos espaciales nacionales e internacionales, en respuesta a una consulta.

Los proyectos suizos son «muy exitosos» en comparación con los estándares internacionales. Dichos proyectos «constituirían una buena base práctica para la formación de estudiantes, con el fin de prepararlos para futuras tareas en el sector espacial».

Es «obvio que el equilibrio entre coste, reciclabilidad y sostenibilidad» seguirá siendo sin duda un reto para todas las personas que trabajan en la investigación espacial y las agencias espaciales en el futuro.

Texto editado por Veronica DeVore; y adaptado del alemán por Carla Wolff; vídeo adaptado del alemán por José Kress

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