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La legalización del hachís polariza las opiniones

Imágenes de la feria del cáñamo celebrada en febrero pasado en Berna. Keystone

Dentro de una semana la cámara baja del Parlamento suizo vota la despenalización del cáñamo. Pero en varios cantones se han multiplicado las acciones contra los cultivadores.

Varios expertos se declaran partidarios de la legalización de una droga no del todo inofensiva.

El profesor Kurt Hostettmann, director del Instituto de Farmacognosia y Fitoquímica de la Universidad de Lausana observa el debate en curso desde el punto de vista de un científico.

«Soy más bien partidario de la despenalización, ya que los daños que provoca el hachís son claramente menores que los del alcohol y el tabaco».

Lo que preocupa, sin embargo, al catedrático es el efecto sobre los consumidores jóvenes. «Un joven que fuma un porro de vez en cuando, no veo nada de malo en ello. Por el contrario, el consumo de dosis fuertes, especialmente por vía oral, puede llevar a tendencias suicidarias».

Es por ello que Kurt Hostettmann se declara «bastante favorable» a la iniciativa de la Comisión de Salud del Consejo Nacional (cámara baja), que propone un impuesto sobre el cáñamo en función de su contenido de THC (sustancia activa).

Aprender a conducir

Para el antropólogo Jeremy Narby, de Porrentruy (cantón Jura), «las plantas con propiedades alucinógenas son vehículos. Aprender a utilizarlas, es como aprender a conducir. Se necesitaría autoescuelas, así como un código de carretera».

«Pero estamos a años luz de ello. Ni siquiera hemos logrado iniciar un debate público coherente sobre el tema, como demuestra la situación actual», precisa.

«Dicho esto, el cannabis es (una droga) relativamente inofensiva y provoca muchos menos accidentes de carretera y violencias conyugales que el alcohol. Hay no obstante entre un 5% y un 10% de personas que no lo soportan, que empalidecen y vomitan cuando lo consumen, y no es bueno para los jóvenes cerebros en pleno desarrollo», prosigue Narby.

«Insulto a la inteligencia»

Para este especialista de la Amazonia y de los alucinógenos, el ejemplo del tabaco es revelador: «Se ha sacado de su contexto a la planta sagrada más extendida entre los Amerindios y se ha convertido en una toxicomanía. No hagamos lo mismo con el cáñamo. Pero es exactamente lo que está ocurriendo con el hachís ‘indoor'».

«En principio, pienso que es una buena iniciativa despenalizar el cáñamo, declarar una planta ilegal es absurdo. El cannabis inspira a miles de artistas, músicos, arquitectos, escritores. Prohibirlo equivaldría a un insulto a la inteligencia», puntualiza.

Prohibir el tabaco

François Couplan, etnobotánico en Massonnens (cantón Friburgo), es especialista en plantas salvajes y su uso gastronómico.

En su opinión, si hay que prohibir algo, es el tabaco, que es «una planta tóxica, mortal si se ingiere, mientras que el cáñamo puede entrar tal cual en la categoría de plantas alimentarias».

«Pero cuidado, no es una planta benigna: Mal utilizada y, especialmente, en caso de abuso, puede destruir una personalidad poco sólida», agrega Couplan.

«No hay que sacar las cosas de quicio ni satanizar a la planta. Vivimos en una sociedad de dependencias y el cáñamo no va a provocar trastornos sociales graves. Hay que informar a la opinión pública, así como a los políticos para que tomen decisiones con conocimiento de causa», opina.

Debate de fondo

El botánico lamenta que el debate se haya polarizado en los últimos tiempos. «Hay extremistas en ambos campos», señala. «Cuando las opiniones se polarizan, (el debate) adquiere matices abstractos y morales. Y es una pena.»

El debate en el Consejo Nacional será agitado. En diciembre del 2001, la cámara alta aceptó el principio de la despenalización del cannabis por 32 votos contra 8.

swissinfo y agencias

Entre 500 y 600 mil personas consumen regularmente hachís en Suiza.

El 6,5% de los jóvenes entre 15 y 19 años y el 5,4% de los jóvenes entre 20 y 24 años lo consumen una o más veces por día.

En 1997, la iniciativa ‘Para una juventud sin droga’ (política represiva) fue rechazada por 70,7% votos en las urnas.

En 1998, el 77,9% de los suizos rechazó la iniciativa ‘Droleg’ (legislación general).

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