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Los palestinos «también tenemos un sueño…»*

Las pintas en las paredes de Gaza, un ejercicio de catarsis. null

... y para ayudarles a mantener vivo ese sueño de una vida digna, Médico Internacional Suiza aplica una estrategia tendiente a evitar que la población, impotente ante la injusticia, la emprenda contra sí misma y se autodestruya.

De vuelta de Gaza, la doctora Ursula Hauser habla a swissinfo de ese sueño, pero también de la pesadilla de un pueblo que a través de cuatro generaciones lo ha perdido todo, «salvo la dignidad».

«La terrible destrucción de más casas y los rostros de los niños, bellos, a veces sonrientes, pero también cargados de odio y de reproche», son las imágenes que más impresionaron a esta psicoanalista helvética que, sin embargo, conoce de cerca y desde hace tiempo la tragedia humana: en Nicaragua, en El Salvador, en Chiapas…

Apenas en noviembre, las doctoras Ursula Hauser y Maja Hess habían estado en Gaza, también en el marco del programa de entrenamiento en psicodrama que Médico Internacional Suiza (MIS) desarrolla en la región desde el año 2002, aunque su presencia en Palestina data de la primera Intifada (1987-1993).

Muchos de los inmuebles que estaban hacía apenas unos meses eran ya sólo recuerdos, parte de una memoria que los más viejos se afanan en reavivar:

«Los abuelos hablan a sus nietos, les transmiten las llaves de sus antiguas casas. Les dicen: ‘hemos sobrevivido y lo seguiremos haciendo. No seremos víctimas de un genocidio'».

Una angustia terrible

Y es que los palestinos perdieron sus casas: un 70% de la población vive en campos de refugiados. Sus tierras: de la Palestina de antes de 1948 queda sólo el 11%. El derecho a la autosuficiencia: 90% de los habitantes de Gaza carece de empleo. Su libertad: millón y medio de personas se hallan tras el muro.

«Nosotras hemos podido entrar porque somos conocidas, tenemos los avales necesarios, pero prácticamente no hay nadie que entre y los palestinos ahora no pueden salir, ni siquiera los intelectuales invitados a congresos en el exterior, y eso los tiene en una angustia que es como de una muerte lenta.»

En su relato a swissinfo, Ursula Hauser no escatima detalle. Habla de los meses de preparación que requirió el viaje, del tortuoso paso por los puntos de control.

«Entrar a cada área de ‘chekpoint’ es una angustia terrible, es como revivir lo que eran los guetos y es extraño, perverso, grotesco que el gobierno de Israel, que tiene la experiencia de haber sufrido guetos y una persecución al nivel terrible del Holocausto, de una u otra forma los repita».

Rabia, dolor, impotencia

Ursula nos explica el andamiaje del psicodrama, esa representación de lo imaginario a partir de la realidad más profunda que, junto con la presidenta de MIS, Maja Hess, aplicó por primera vez en El Salvador en los años 90 y con el que apuntala en Gaza el dique de la desesperación.

«Hay mucha tristeza, mucha rabia en escena». Una madre a la que el muro impide viajar a Nablus para asistir a la boda de su hija, con la que ni siquiera puede hablar porque no hay teléfono, abraza a la chica que hace las veces de su hija y le habla y le dice cuanto la quiere, cuanto la extraña, y llora, y llora…

«Es una forma de aliviar su dolor. Es una manera de resistir a la depresión, de no caer en actividades del inconsciente autodestructivas y dirigir la agresión contra ellos mismos porque no pueden tomarla contra el muro, contra esa separación».

De 2002 a 2006, una quincena de personas, entre médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, recibieron la formación para el psicodrama, incluida su propia terapia. Ahora ellas la aplican bajo el control de las especialistas de MIS.

Un diálogo surrealista

Los lineamientos culturales y religiosos de los palestinos exigen muchas veces de una gran creatividad.

Por ejemplo, cuando es menester, los «actores» sólo tocan la ropa. Las mujeres enfundadas en los atuendos que no permiten ver más que los ojos, expresan con ellos lo que sienten. Ellas hacen el papel de los hombres cuando hay que llorar. «En el psicodrama hay espontaneidad, imaginación. Hay un diálogo surrealista que permite hablar con los muertos o con los no nacidos».

Como la madre de aquel muchacho asesinado o la joven ésta de 21 años que corre el riesgo de ser repudiada por el hombre que ama, su marido, porque en los tres meses que llevan de matrimonio no ha podido quedar en cinta. «Las mujeres tienen muchos frentes de lucha, también cultural».

Desde sus trincheras, los más pequeños sueñan y estampan sus sueños en esos dibujos de aves que vuelan por sobre el muro. «El trabajo con los sueños es como una fuente de esperanza», subraya la especialista e indica que ‘Terre des Hommes’ Suiza tiene un programa especial para los chicos.

¿Y la esperanza?

-¿Qué se puede ofrecer a esos niños con un futuro tan hipotecado?

«Lamentable o afortunadamente nosotros no somos políticos, lo que hacemos es, desde nuestro pequeño campo de profesionales en psicología, tratar de ayudar a comprender el problema. Por una parte, ser testigos de lo que pasa e informar en el exterior y, por otra, dar a la gente métodos para resistir porque ellos saben que con su propia fuerza no pueden romper ese muro».

Mujeres niños, ancianos, población toda, los palestinos cargan con el fardo de una factura que les endosaron y que les es ajena. «¡Ellos no tienen nada que ver con el Holocausto!». Sin embargo, esa comunidad internacional que supo expiar la culpa con el pueblo judío entregándole la mitad del territorio palestino, no atina a proteger al pueblo palestino del expansionismo israelí.

«Las gentes quieren su dignidad, el derecho a retornar a sus casas, de las que fueron expulsados en 1948 o, al menos, que esa injusticia no quede impune, que se reconozca internacionalmente el Nakba (catástrofe del éxodo palestino que empieza con la creación del Estado de Israel)».

Nuevos asentamientos, nuevos despojos

Cuatro generaciones han pasado desde entonces y lejos de que se les restituya lo expoliado, los palestinos sufren nuevos despojos, nuevos agravios. . . Israel no sólo continúa con sus asentamientos en los territorios ocupados, sino que erigió un muro que separa a las familias, que convierte en guetos a las poblaciones, que las empobrece, priva a sus habitantes de los más elementales derechos humanos, los aísla…

«¡Y se sienten olvidados por Europa, por el mundo!»

¿Y por Suiza…? «¡No!, Suiza ha tenido una actitud diferente. (La ministra de Exteriores) Micheline Calmy-Rey fue a Gaza (2005) y su visita representó para los palestinos un reconocimiento, una forma de decir que existen, que no se puede considerar a todos los palestinos como terroristas o que no merecen la atención, el respeto y la escucha internacional».

Y para mantener ese mensaje de adhesión, Ursula Hauser lanza una invitación a participar en la Conferencia sobre Salud Mental que tendrá lugar del 27 al 29 de octubre en Gaza y que será transmitida en directo en Ramallah, para aquellos a los que no se les permita franquear el muro.

«Esta conferencia es una esperanza para los palestinos, la esperanza de que simbolicemos la posibilidad de romper el bloqueo, la esperanza es que el mundo no los olvida….»

swissinfo, Marcela Águila Rubín

* Eslogan del Centro Palestino de Derechos Humanos, inspirado en la misma frase del Dr. Martin Luther King.

Nacida en Zúrich, vive en Costa Rica desde hace casi tres décadas.

Psicóloga Social y Clínica de la Universidad de Zúrich.
Doctora en etno-psicoanálisis, de la Universidad de Klagenfurt.

Desde los años 70 inicia un programa de formación en psicodrama en diversos países: El Salvador, Cuba, México, entre otros.

En los años 80, a invitación del Gobierno Sandinista, imparte cursos de psicodrama en Nicaragua.

Funda la Asociación de Psicoanálisis y Psicología Social (ASPA) y el Instituto Costarricense de Psicodrama Psicoanalítico (COPSI).

El Programa de salud Mental en Gaza empezó con el Centro Sanitario Suiza, organización que se formó durante la Guerra Civil en España, al lado de los republicanos.

Médico Suiza Internacional tomó el relevo hace 10 años y en 2002 inició el entrenamiento de médicos en técnicas de psicodrama.

En 1947 las Naciones Unidas otorgan legalidad a Israel y establecen un plan de partición que otorga a éste el 55% del territorio palestino.

Sin embargo, en 1948 Israel se establece en 78% del territorio dejando libre sólo Cisjordania y la Franja de Gaza.

En 1968 los palestinos aceptan el acuerdo por el que su territorio se reduce a apenas el 22%, con la esperanza de que el conflicto con Israel quede resuelto.

Empero Israel continúa expandiéndose, con lo que los palestinos tienen ahora apenas el 11% de lo que fuera su territorio.

Lo anterior, amén de que Israel inició la construcción de un muro que ha dividido en guetos a la tierra palestina.

Fuente: ‘Nuestra Historia’, Dr. Moustafá Barghouti, secretario general de la iniciativa Nacional Palestina ‘Al Mubadara’.

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