«Me decidí por la vida»
En Suiza mueren decenas de personas al año porque no obtienen el órgano adecuado para que se les transplante. Sara Calzavara tuvo suerte: hace tres años recibió un nuevo pulmón. Con ello, esta joven de 24 años volvió a la vida.
Sara se enfrentó desde joven a un estado de salud endeble, pero hoy no se diferencia de otras chicas de su misma edad. Trabaja, cabalga, sale con amigos y va de vacaciones.
A los cinco años de edad, los médicos le diagnosticaron fibrosis cística, una enfermedad hereditaria con la que nació. Desde ese momento estaba claro que sus expectativas de vida eran mucho más reducidas que las de los otros niños en buen estado de salud: Ella podría sobrevivir hasta los 20 años aproximadamente.
En sus primeros años vivió relativamente sin limitaciones. Pudo asistir a las clases de gimnasia, jugar, cabalgar, aunque cada día ingería e inhalaba medicamentos.
A partir de los doce años -al término de su educación primaria-, su salud empeoró. Fue hospitalizada en múltiples ocasiones, recibió terapias intravenosas y debió dejar de lado su pasión por cabalgar. Inició estudios como diseñadora de ingeniería civil, pero sólo pudo dedicarse de lleno a los estudios durante el primer año. Después redujo a la mitad su actividad, pues dedicaba horas enteras a la fisioterapia y a inhalar los medicamentos que la mantenían en pie.
Sin más aliento
«Tuve grandes dificultades para respirar, no podía ya caminar; estaba agotada y ya no quería comer». Tras una intervención pulmonar en otoño de 2003 ya no pudo reponerse. Debió estar conectada al suministro de oxígeno puro y recibir infusiones de antibióticos casi sin pausa.
Sara rechazaba un transplante de pulmones, pues lo consideraba «el final de mi enfermedad. Lo siguiente parecía la muerte. No había un plan B. Si no funcionaba, no habría más opción».
La palabra transplante de pulmones era para la paciente un «fantasma enorme y malo» que rondaba sus pensamientos. «Debía primero conocerlo para poder aceptarlo».
A lo que siguieron conversaciones informativas en el Hospital Universitario de Zúrich. «Me dejaron en claro que yo había alcanzado ya la fase final de la enfermedad. «Había luchado 20 años por vivir y no quería darme por vencida».
Sin alternativa
Lo importante era establecer el momento adecuado y calcular el plazo de espera para obtener un pulmón, que puede ser hasta de dos años. Incluida en la lista, Sara Calzavara recibió un aparato localizador para esperar su única posibilidad de sobrevivir.
A partir de entonces su salud empeoró gravemente. Cada paso era un gran esfuerzo y luego de 3 meses de ausencia en los estudios, el 4 de abril de 2005 reinició sus actividades; justo el día que recibió el anhelado mensaje: «Tenemos un órgano para usted».
El miedo precedente había desaparecido. «Lo tenía claro; la vida ahora continuaba». Familiares y amigos se recobijaron también.
Sara Calzavara voló en helicóptero hacia el Hospital Universitario de Zúrich. Esa misma tarde tenía un nuevo pulmón. Cuatro semanas y media permaneció en el hospital para adaptarse a su nueva situación.
Suspiro de alivio
Tras el trasplante debe ingerir varias veces al día medicamentos. Los más importantes de ellos son los que impiden el rechazo del órgano extraño. Cada seis meses debe presentarse a los controles de función pulmonar en el hospital.
«Estoy contenta que no sé quién fue el donante», dice Calzavara. «Si este órgano tuviese un rostro, tendría mala conciencia. Aun cuando la persona ha muerto, yo me he beneficiado de su deceso».
¿Cuánto tiempo por vivir le queda a Sara tras el transplante? ¿Diez años? ¿Más? Lo básico es que hoy se siente bien: «Desde hace un año estoy tan estable como nunca», comenta Sara, quien luego de dedicarse de modo tan intensivo al tema de la muerte, ahora intenta relajarse un poco y disfrutar su vida.
Trabaja parcialmente como diseñadora de ingeniería civil en San Gall de lunes a viernes y el fin de semana lo pasa en Berna donde renta un departamento con nuevos amigos que ha hecho tras su nueva vida. En la capital helvética el tema de su enfermedad no es permanente ni ella está en medio de todas las preocupaciones.
Acude a fiestas y hace vacaciones, como cualquiera. Para febrero próximo ha reservado un viaje de seis semanas a Nueva Zelanda. «Tengo una cierta necesidad de recuperarme y de disfrutar momentos hermosos. Y si no me fuera después tan bien como ahora, entonces me alimentaría con esos recuerdos».
swissinfo, Gaby Ochsenbein, San Gall
(Traducción: Patricia Islas Züttel)
En la lista de espera de órganos del 1° de enero de 2008 se encontraban 870 personas, 10% más que en la lista con la misma fecha del año precedente.
En 2007 se registraron 437 transplantes de órganos en Suiza y 50 personas murieron mientras su nombre permaneció en la lista de espera para obtener un órgano.
La ley está en vigor desde el 1° de julio de 2007. Desde entonces se ha establecido un centro de distribución de órganos, encargado también de la lista de espera.
Los criterios de distribución se basan en la urgencia del caso, el tiempo de espera y en una evaluación a cargo de un cuerpo de especialistas.
La donación se hace sin ningún beneficio financiero. El comercio de órganos humanos está prohibido en Suiza.
La remoción de órganos puede ocurrir cuando el donador lo ha estipulado en vida. A falta de ello, los familiares pueden dar la autorización requerida.
La legislación también prevé que la población obtenga informaciones sobre la donación de órganos.
Es la enfermedad hereditaria más frecuente en Europa. En Suiza cada año nace un promedio de 40 niños con ese padecimiento. Actualmente viven en este país 1.500 personas con fibrosis cística.
La dolencia es un defecto genético y puede desprenderse si los dos padres son portadores del gen afectado.
Como consecuencia de esta enfermedad –también denominada como fibrosis quística o mucoviscidosis-, se produce discapacidad progresiva y muerte prematura. La dificultad para respirar es el síntoma más común, emergente de infecciones pulmonares crónicas, que pueden mostrarse resistentes al tratamiento con antibióticos y otros fármacos.
La FC es un trastorno que causa la formación y acumulación de un moco espeso y pegajoso, afectando fundamentalmente a pulmones, intestinos, páncreas e hígado.
En años recientes, los pronósticos han mejorado para los afectados. Más del 60% de los afectados alcanzan o sobrepasan los 20 años de edad.
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