Misión europea a la Luna
Este sábado la Agencia Espacial Europea lanza su primera misión hacia la Luna.
El satélite Smart-1 está equipado con un motor de propulsión iónica. Su objetivo será descubrir con detalle la superficie del satélite terrestre.
El principal objetivo de la misión es verificar el nuevo sistema de propulsión: el motor iónico. De hecho, su principio fue dado a conocer en los primeros años del siglo XX, pero hasta ahora sólo la misión estadounidense Deep Space 1(lanzada en 1998) la ha utilizado en condiciones reales.
Contrariamente a los motores de combustión, capaces de producir una potencia considerable durante un tiempo muy limitado, el motor iónico desarrolla una fuerza de algunos gramos, pero por un periodo prolongado.
El principio es activar eléctricamente las partículas, con propulsión de gran velocidad dirigirlas al reactor.
La cantidad de gas utilizada es mínima y la energía necesaria es, simplemente, la típica corriente eléctrica. Sin embargo, este proceso la consume en grandes cantidades.
Con sus paneles solares de 14 metros de amplitud, el Smart-1 contará con una potencia de 1,9 kilovatios.
Trayectoria en espiral
Queda descartada la opción de utilizar energía iónica para un despegue terrestre. Pero una vez en el espacio, la situación cambia; e incluso se pueden esperar velocidades considerables.
Smart-1 esperará cerca de 6 meses para llegar a la Luna, un largo periodo si se compara con los tres días que requieren las naves Apolo para llegar al satélite terrestre.
Cabe decir que el Smart-1 no hará la trayectoria más corta para llegar a la Luna. Tras su lanzamiento en el cohete Ariane, Smart encenderá su motor propio para continuar su trayecto en espiral.
Una vez en el campo de atracción lunar utilizará su energía iónica para frenar y estabilizarse en la órbita del satélite.
Nueva tecnología
“El aspecto más interesante de esta misión es el probar una nueva tecnología de desplazamiento en el espacio”, comenta Johannes Geiss, director honorario del Instituto Internacional de Ciencias Espaciales en Berna.
Si todo sale bien, las futuras misiones europeas utilizarán este nuevo sistema de propulsión para los trayectos largos, como el de la misión Bepicolombo, que partirá a Mercurio a finales de esta década.
Además Smart-1 experimentará la funcionalidad de un sistema que permite a las naves espaciales navegar solas en el sistema solar y establecer comunicación con la Tierra gracias a un rayo láser.
Tecnología suiza
La misión europea también cuenta con tecnología helvética. Suiza es miembro fundador de la Agencia Espacial Europea con una contribución a su presupuesto en el 2002 de 125 millones de francos suizos.
El “esqueleto” o armadura del satélite fue realizado por APCO Technologies, con sede en Vevey, en el cantón suizo de Vaud. Una estructura muy ligera y resistente de 43 kilos de peso, en forma de emparedado con una cobertura parecida a un nido de abjeas entre dos placas de aluminio.
El sistema que permite orientar la potencia del motor del Smart-1 es también de fabricación suiza. Se trata de un tipo de engranaje electro-mecánico fabricado por Contraves, en Zúrich.
Y la totalidad del satélite está integrada en una “bolsa de velocidades”, producida por la compañía ETEL, instalada en Môtier, en el cantón de Neuchatel.
Space-X, otra compañía con sede en Neuchatel -y que también participa en la aventura marciana de la agencia europea- se encargó en Smart-1 de la cámara en miniatura que permitirá fotografiar la superficie lunar.
La Luna, aún desconocida
Tras 40 años de exploración lunar por rusos y estadounidenses, la superficie del satélite terrestre es aún desconocida.
La teoría más conocida es que, hace unos 4.500 años, un enorme objeto chocó con la Tierra, lanzando pedazos de materia que se unieron para conformar la Luna.
Si la teoría se verifica, la Luna deberá contener menos hierro que la Tierra, y más elementos ligeros como el magnesio y el aluminio.
Smart-1 medirá por primera vez con exactitud las cantidades relativas a estos elementos químicos.
La cuestión del agua
Para hacer esta medición, Smart-1 se colocará a una distancia de entre 300 y 10.000 kilómetros del satélite.
Las imágenes tomadas desde todos los ángulos a través de rayos X e infrarrojos permitirán a los científicos diseñar nuevos modelos tridimensionales de la superficie lunar.
Se tiene un interés muy particular en las zonas situadas en el Polo Sur de la Luna, pues se sospecha que los cráteres cercanos a esa región contienen hielo.
Un descubrimiento capital, porque si se comprueba la existencia de agua en la Luna, se abriría la puerta para la planeación de una base lunar permanente.
swissinfo, Vincent Landon
(Traducción: Patricia Islas)
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