«¡No a los monopolios sobre la vida!»
Swissaid y la Declaración de Berna piden que la Confederación renuncie a las patentes sobre seres vivos.
Especialistas de diversos países del mundo avalan la advertencia de las ONG helvéticas sobre los riesgos de las patentes biotecnológicas.
«En algunos años van a ser las empresas multinacionales las que tendrán el control sobre la alimentación, las que podrán decidir quién va a cultivar qué y quién puede comer tal cosa. Entonces, hay que parar esa visión terrorífica», enfatizó a swissinfo, Tina Goethe, co-organizadora de la conferencia internacional ‘¿Monopolios sobre la Vida?’, que tuvo lugar este miércoles, en Berna.
Al encuentro, convocado por Swissaid y la Declaración de Berna, asistieron especialistas en genética, ética, propiedad intelectual, farmacéutica y ecología, de diversos países del mundo, amén de representantes de organizaciones campesinas de países en vías de desarrollo.
«Quisimos que la perspectiva de los países del Sur y de los indígenas fuera escuchada en el debate», puntualizó la también responsable del Departamento de la política de Desarrollo de Swissaid.
En ese tenor, la senadora Simonetta Sommaruga, presidenta de Swissaid, advirtió que «serán los países del Sur los que deberán pagar los derechos de las licencias a las empresas del Norte».
«Tales costos son particularmente chocantes cuando se trata de ‘invenciones’ sobre plantas alimenticias que provienen originalmente de los países del Sur», añadió.
En debate desde hace más de un lustro
En Suiza, la revisión de la ley sobre las patentes está en debate desde hace más de seis años y en este 2006 el Parlamento deberá tomar una decisión al respecto.
«¿Los genes humanos, los borregos y el arroz deben ser patentables de la misma manera que los refrigeradores y los relojes despertadores?», inquieren los organizadores del coloquio. Para ellos, la legislación en estudio reviste una importancia capital puesto que, aun cuando su vigencia se limite al ámbito suizo, su impacto podría ir más allá de las fronteras helvéticas.
En febrero pasado, Swissaid lanzó una campaña de información que denuncia «los efectos perversos de la privatización del patrimonio genético de la humanidad por parte de los países en desarrollo» y «las amenazas que plantean las patentes sobre la seguridad alimentaria».
Florece una «nueva era»
Participante en la conferencia sobre las patentes, Paul Oldham, del Centro de Investigación sobre los Aspectos Económicos y Sociales de la Genómica (ESRC, Reino Unido), se refirió a las similitudes u homologías que existen entre las especies, géneros y clases de organismos.
«Utilizando esas homologías genéticas entre los organismos, las reivindicaciones de la propiedad intelectual sobre componentes biológicos y genéticos de un organismo particular podrían ser ampliadas a otros organismos, por ejemplo, células embrionarias de primates y de seres humanos».
Más aún: Dado que está probado que ciertos genes participan solos en la codificación de numerosas proteínas, las reivindicaciones de las patentes sobre el ADN y los genes podrían tener consecuencias imprevisibles sobre la ciencia y la innovación, apuntó el especialista.
Proceso de desapropiación
«Nosotros nos oponemos completamente al hecho de patentar seres vivos y partes de la vida. Estamos completamente en contra de esa tendencia, pero sabemos que no vamos a poder impedir que en la ley en Suiza haya patentes sobre genes, por lo menos, y sobre plantas transgénicas», señaló Tina Goethe a swissinfo.
Añadió que ese es un proceso que ya no se puede detener, «pero queremos que la gente sepa qué está pasando, que estamos en un proceso de desapropiación de la base fundamental de la vida y la base fundamental de los alimentos para el mundo».
Para las ONG helvéticas, una de las preocupaciones principales de las patentes en seres vivos tiene que ver con la pérdida de la biodiversidad que representaría para la parte del mundo conocida como el ‘Sur’.
Con el objetivo de dar voz a las comunidades de esos países en desarrollo, los organizadores de la Conferencia invitaron a Francisca Rodríguez, coordinadora de la organización internacional Vía Campesina, que lucha por la defensa de las «semillas como patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad», y a Susana Ortiz Murillo, del Consejo Comunitario del Río Calambre (Colombia).
En su mensaje, la chilena Francisca Rodríguez puntualizó la oposición del movimiento labriego a la propiedad intelectual sobre cualquier forma de vida.
«El único custodio de la vida es quien la porta, quien la detenta, quien la vive, quien la alimenta y quien la conserva. Esto corresponde a las naciones, países y sus pueblos, a las comunidades indígenas, aborígenes y campesinas y campesinos del mundo», dijo.
Por ello, agregó, «no aceptamos que quienes siempre hemos custodiado las semillas de la sobrevivencia alimentaria de la humanidad, hoy tengamos que pagar regalías por nuevas semillas, nacidas de otras que fueron saqueadas en nuestras tierras, manipuladas o modificadas genéticamente en países extranjeros, y que nos obligan a cambiar nuestras prácticas agrícolas ecológicas o, simplemente, a depender de ellas, porque son estériles».
Un ejemplo mundial
En representación de la comunidad afrodescendiente del Río Calambre, en el Valle del Cauca, municipio de Buenaventura, región considerada como un espacio de biodiversidad biológica singular en el mundo dada su riqueza natural, Susana Ortiz Murillo, exigió el respeto de las empresas internacionales al entorno ecológico y a los conocimientos de los habitantes de la región.
«La preocupación nuestra radica en que con el tratado de libre comercio (recientemente firmado con Estados Unidos) y con la ley que se acaba de aprobar en nuestro país sobre los bosques, las comunidades quedamos totalmente desamparadas porque está bien claro que todas estas leyes se encaminan a permitir que estas empresas de investigaciones vayan a nuestras comunidades a informarse, para luego despojarnos tanto del conocimiento tradicional como de nuestra naturaleza, todo lo que tenemos y que hemos conservado por años».
A fin de proteger su biodiversidad, la comunidad estableció un plan de manejo territorial que tiene cuatro ejes fundamentales: fortalecimiento organizativo; seguridad alimentaria; ordenamiento territorial y gestión de la economía local. Además, y para dar cumplimiento a ese proyecto, la comunidad estableció un reglamento que, entre otros, impide la biopiratería.
A decir de Tina Goethe, se trata de un modelo particular que no existe en muchos países del mundo y en el que las comunidades indígenas realmente definen su derecho.
«Como en Colombia este derecho no está protegido, y en la discusión internacional y la nacional los derechos de los indígenas siempre se olvidan, creemos que es una experiencia muy importante y puede servir como modelo para otros países, para apoyar otras iniciativas de protección de comunidades campesinas indígenas».
swissinfo, Marcela Águila Rubín
Swissaid y la Declaración de Berna se oponen resueltamente a las patentes sobre seres vivos, bajo las consideraciones siguientes:
Como elementos constitutivos de lo vivo, los genes no son invenciones, sino descubrimientos.
Un sistema mundial de patentes, que autorice las patentes sobre seres humanos penaliza a los países en desarrollo.
Ese tipo de patentes favorece la biopiratería.
Las patentes impiden el acceso a las semillas y los medicamentos.
Los agricultores quedan en situación de dependencia ante los grupos alimentarios.
Posición de Swissaid y la Declaración de Berna, respaldada por otras 30 ONG, en torno a la revisión de la ley suiza sobre las patentes (extracto).
Las patentes pueden jugar un papel importante para el desarrollo económico, ya que pueden proteger las invenciones y promover las innovaciones.
Pero no es conveniente ampliar el campo de las patentes al mundo vivo, puesto que se crean monopolios injustificables. Las patentes son un sistema de protección perfectamente adaptado a las máquinas o a las substancias químicas, pero no a los seres vivos.
Las plantas, animales y ‘elementos’ del cuerpo humano no deberían ser patentables. Para proteger las invenciones en el campo biológico, habría que recurrir a sistemas de protección idóneos que respeten los límites éticos, socioeconómicos y políticos ampliamente reconocidos.
Se requiere, entonces, un sistema de protección intelectual menos extendido que el que pregona la ley sobre las patentes.
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