¿Qué coste medioambiental tiene el superordenador suizo Alps?
Suiza acaba de presentar Alps, un superordenador diseñado para satisfacer la creciente demanda de datos de la investigación científica y los complejos sistemas de inteligencia artificial (IA). Aunque muestran potencial para mitigar el cambio climático, estas máquinas contaminan y consumen enormes cantidades de energía. ¿Hasta qué punto es sostenible el último salto tecnológico de Suiza?
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La IA, tal y como han demostrado varios estudios, puede analizar patrones climáticos complejos y ayudar a predecir olas de calor, por ejemplo. También puede encontrar formas de distribuir la electricidad a los hogares y a las empresas de manera más eficiente; algo que será crucial para cambiar a fuentes de energía renovables. Pero hay un inconveniente: el desarrollo y el funcionamiento de los sistemas de IA requieren cantidades enormes de recursos, como son la electricidad y el agua. Lo cual genera una huella medioambiental que podría neutralizar los beneficios de la IA.
La Agencia Internacional de la Energía calculaEnlace externo que en 2026 las tecnologías de IA podrían consumir diez veces más electricidad. Y las necesidades de electricidad a nivel mundial para el cálculo de la IA podrían alcanzar niveles comparables a los que consumen en un año países como Austria o FinlandiaEnlace externo. Una electricidad que generalmente procede de combustibles fósiles.
Incluso Sam Altman, el consejero delegado de OpenAI —la empresa que está detrás de ChatGPT—, en el Foro Económico Mundial de Davos del año pasado defendió que será necesario un “gran avance energético” para sostener la expansión de la llamada IA generativa (las herramientas que generan texto, imágenes o audio). Con casi 4.000 millones de visitas mensuales, para refrigerar los servidores, ChatGPT ya consume tanta energía como 33.000 hogares y el 6 % del aguaEnlace externo del distrito estadounidense en el que está ubicado su centro de datos.
Al mismo tiempo y para soportar grandes modelos lingüísticos (LLM, por sus siglas en inglés), como los que están detrás de chatbots como ChatGPT, los dos Institutos Federales Suizos de Tecnología (ETH) han desarrollado Alps, uno de los superordenadores más potentes del mundo. El objetivo de los ETH es crear sistemas de IA públicos y de código abierto para la investigación científica, especialmente en los campos del clima y la medicina. ¿Pero cuál será su coste medioambiental?
Un superordenador alimentado por agua
En la lista Top500 de superordenadores del mundo Alps ocupa actualmente el séptimo puesto. Su impacto ambiental, no obstante, sigue siendo relativamente limitado si se compara con sus homólogos de Estados Unidos, según Vlad Coroama, investigador independiente y fundador del Centro Roegen para la Sostenibilidad de Zúrich.
Según los cálculos de Coroama, Alps —equipado con 10.000 unidades de procesamiento gráfico (GPU, por sus siglas en inglés)— consume una media de siete megavatios de electricidad, el equivalente a 10.000 hogares suizos o el 0,09 % del consumo total del país.
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El superordenador suizo Alps aplicará la IA a la ciencia
“Esta demanda la podrían cubrir dos molinos de viento. No es insignificante, pero está justificada si el objetivo es avanzar en la investigación científica fundamental”, afirma Coroama. El Capitán, el superordenador más potente del mundo, por su parte, consume 29 megavatios —más de cuatro veces más de energía— procedentes también de fuentes no renovables.
Grandes empresas tecnológicas privadas —como Amazon, Google y Microsoft—están invirtiendo mucho en energía nuclear para satisfacer sus crecientes necesidades energéticas.
Para la subdirectora del Centro Suizo de Computación Científica (CSCS, por sus siglas en italiano), Maria Grazia Giuffreda, “seguir construyendo centros de cálculo alimentados por energía nuclear en todas partes es impensable”. Su organización alberga Alps y otros grandes sistemas informáticos. “Debemos centrarnos en fuentes de energía limpias y alternativas” dice y señala que el CSCS —financiado con fondos públicos— ha adoptado este enfoque.
De hecho, Alps solo depende de la energía hidroeléctrica, lo cual significa que sus emisiones directas de CO2 son mínimas. Mientras que los centros de datos estadounidenses suelen tener generadores diésel para emergencias, el CSCS cuenta con baterías de apoyo y una reserva de agua. Esto permite que, mientras los superordenadores están inactivos, los servicios críticos —como la plataforma nacional de previsión meteorológica MeteoSwiss— funcionen de forma autónoma durante unos 20 minutos. El CSCS también reutiliza el agua de refrigeración de sus servidores como agua caliente para la ciudad de Lugano.
Coroama calcula que el superordenador Alps genera solo el 0,013 % de las emisiones anuales de CO2 de Suiza. Según él, una cantidad insignificante.
Los costes medioambientales de los superordenadores
Gigantes tecnológicos como Microsoft están invirtiendo miles de millonesEnlace externo en superordenadores de inteligencia artificial, como su proyecto Stargate. Solo en 2025Enlace externo invirtió 80.000 millones de dólares.
Según algunas estimaciones, la máquina para funcionar necesitará hasta 5 gigavatios, la producción de energía anual de cinco reactores nuclearesEnlace externo.
Coroama prevé y fomenta un futuro centrado en modelos de IA más pequeños y especializados, como los que pretenden desarrollar quienes trabajan con el superordenador Alps. Estos modelos requieren menos energía.
Pero el impacto medioambiental de la IA va más allá de la energía que utilizan los centros de datos. Shaolei Ren, profesor asociado de Ingeniería de la Universidad de California en Riverside, declara que “los centros de datos de IA ya tienen consecuencias importantes para la salud pública”.
Ren y sus colegas —en un estudio recienteEnlace externo que aún no ha sido revisado por pares— estiman que los costes sanitarios estadounidenses relacionados con la contaminación atmosférica causada por las tecnologías de IA en 2030 podrían alcanzar los 20.000 millones de dólares, lo que para la salud pública equivale a todos los vehículos de California. La contaminación atmosférica contribuye a enfermedades como el asma, el cáncer de pulmón y los infartos de miocardio.
Soluciones sostenibles y beneficios sociales
El CSCS suizo ha mitigado estos riesgos evitando los generadores diésel, una de las principales fuentes de contaminación atmosférica. Pero Ren ve margen de mejora, ya que afirma que el impacto medioambiental de la supercomputación es enorme, incluso con el uso de energía verde y agua de refrigeración reciclada. Esto se debe a que la enorme demanda energética de los superordenadores puede sobrecargar las redes locales y sus amplios sistemas de refrigeración provocan pérdidas de agua por evaporación. Compara la trayectoria de la IA con la de la industria automovilística, que al principio era muy contaminante, pero luego se hizo más eficiente.
“Podemos hacerlo mejor”, manifiesta, y sugiere medidas prácticas como situar los centros de datos en regiones con energía renovable abundante y barata y recursos naturales de refrigeración, como lagos y ríos fríos, reservas de nieve y zonas subterráneas para refrigeración geotérmica. Los países nórdicos serían —según Ren— ideales para externalizar las capacidades informáticas locales. Una opción que ya apoyó públicamente el director del CSCS, Thomas Schulthess.
La subdirectora del CSCS, Maria Grazia Giuffreda, sin embargo, cree que esta posibilidad debe considerarse con cautela. “Tendremos que pensar si realmente es concebible trasladar infraestructuras estratégicas a lugares en los que no tenemos un control total”, observa.
Vlad Coroama opina que el éxito de la iniciativa suiza se medirá, sobre todo, por sus beneficios sociales.
“Un superordenador es esencial para las grandes simulaciones científicas y climáticas”, dice, señalando que los modelos generativos de IA, como ChatGPT o Google Gemini, con beneficios menos tangibles, consumen cantidades de recursos mucho más importantes que Alps. “Utilizar estos modelos enormes y muy potentes para tareas pequeñas, como escribir correos electrónicos, es un derroche de energía”. El superordenador Alps podría ofrecer más, según él. “La buena ciencia cuesta dinero, pero merece la pena cuando aporta un valor real al conjunto de la sociedad”.
Editado por Sabrina Weiss y Veronica De Vore. Adaptado del inglés por Lupe Calvo / CW
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