¿Quién teme a la nanotecnología?
Las ciencias y las técnicas infinitesimales crean esperanzas y temores. En Suiza, los pioneros en la materia: los investigadores, conservan la serenidad.
Mientras queden en los laboratorios, las nanopartículas son relativamente inofensivas. Pero en el estadio de la producción, los industriales deben asumir sus responsabilidades.
Si se trabaja con objetos tan pequeños como la molécula o el átomo, es una gran ventaja poder verlos. Pero eso es posible sólo si se cuenta con un buen microscopio, porque un millón de esas partículas apenas podrían ocupar el espacio del punto que cierra esta frase.
Ese microscopio, con el denominado «efecto de túnel», nació hace 25 años en el Centro de Investigaciones del gigante informático estadounidense IBM, situado en Rüschlikon, a orillas del lago de Zúich. Heinrich Rohrer y Gerd Binnig obtuvieron por ese descubrimiento el Premio Nobel de Física en 1986.
El propio Gerd Binnig participaba años después en la construcción de un microscopio con «fuerza atómica», capaz de penetrar mucho más en el corazón de la materia.
En esta escala, las leyes que rigen el comportamiento de los elementos con estructuras más grandes no tienen vigencia. El silicio emite luz y el carbono deja de pulverizarse para hacerse más resistente que el acero.
Flor de loto y biotransistor
De la medicina a la informática, pasando por la industria textil, las perspectivas de aplicación son innumerables.
El director del Polo nacional de investigación de «Nanociencias» de la Universidad de Basilea, Hans-Joachim Güntherodt, cita como primer ejemplo los tejidos que son capaces de limpiarse por sí mismos.
Los científicos adviertieron que la superficie de la flor de loto tenía esta asombrosa facultad. De ahí que adaptándola a las fibras textiles quisieran convertirlas en auto-lavables.
«Tanto aquí como en otras partes la naturaleza nos sirve de modelo; nosotros sólo tratamos de imitarla», explica el profesor Güntherodt refiriéndose además a otro ámbito en el cual Suiza está muy adelantada: la bioelectrónica.
Cada vez más potentes, los circuitos informáticos (chips) de nuestros ordenadores no han agotado todavía los límites abiertos por la tecnología en materia de miniaturización. El eficaz transistor de silicio fue sustituido hace mucho por moléculas de carbono.
Esos son apenas dos ejemplos. En medicina, el dominio de lo infinitesimal promete medicamentes cuyos principios activos se fijen directamente allí donde sean útiles (sobre un tumor, por ejemplo); los análisis serán más precisos a partir de una sola gota de sangre, y muchas otras cosas más…
¿El asbesto de mañana?
Las nanopartículas también pueden crean temor. ¿Y si llegaran a expandirse en el medio ambiente o en los pulmones de quienes las manipulan?
Animador de la organización ETC (Erosión, tecnología y concentración), el canadiense Pat Mooney ha hecho de las nanotecnologías su nuevo caballo de batalla, junto con los OGM (organismos genéticamente modificados). En su opinión, es urgente decretar una moratoria para no repetir los errores cometidos hasta ahora.
Esos temores son relevados en Suiza por la Suva, la caja aseguradora oficial en caso de accidentes, institución que el mes pasado organizó en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) un debate precedido por el provocador título de «Nanopartículas, ¿el amianto de mañana?».
¿Consiguieron los investigadores de la EPFL tranquilizar a los profesionales de la prevención contra enfermedades? Al término de la reunión, Roland Conus, secretario sindical del sector químico-farmaceútico admitía que «el asbesto fue producido sin preocuparse por los peligros, pero que ese no es el caso con las nanotecnologías».
No obstante, dice no hacerse muchas ilusiones porque «algunas empresas buscarán beneficios, aún corriendo riesgos».
La ciencia antes que la tecnología
Hans-Joachim Güntherodt tampoco espera «un nuevo escándalo parecido al del amianto».
«En caso de producción industrial, habrá ciertamente riegos, pero las empresas deberán encararlos», señala el profesor basilense, al tiempo de recordar que la química trabaja desde hace mucho tiempo con nanopartículas, por ejemplo en la fabricación de barnices, o de las cremas bronceadoras.
Por lo demás, Hans-Joachim Güntherodt prefiere hablar de «nanociencias» en vez de «nanotecnologías».
«La microelectrónica, por ejemplo, es una tecnología. Antes de fabricar los circuitos informáticos de los ordenadores hicieron falta descubrimientos en física. Por tanto, la ciencia está en el principio; y cuando se empieza a construir los objetos, se convierte en tecnología».
A su juicio, es importante dejar a los científicos investigar, sin imponerles moratoria.
swissinfo, Marc-André Miserez
Traducción y adaptación: Juan Espinoza
– Las nanopartículas son objetos en la escala del nanómetro, es decir de una millonésima de milímetro. Son moléculas (conjunto de varios átomos), e incluso directamente átomos.
-Para formarse una idea de su tamaño podemos decir que la relación entre un átomo y una manzana es casi la misma que vemos entre una manzana y el globo terrestre.
– Las nanotecnologías permiten utilizar los átomos y las moléculas como se hace con los ladrillos para construir materiales dotados de propiedades inéditas.
– Es importante no confundir las nanopartículas con las partículas elementales que agitan los físicos del CERN, en Ginebra, y que son los ladrillos fundamentales de la materia, todavía más pequeños que los átomos.
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