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Reforma agraria no expropió los latifundios

Hans-Rudolf Wicker ha enfocado sus investigaciones en Latinoamérica, especialmente en Paraguay. swissinfo.ch

El proceso de globalización tiene dos caras en Paraguay: por un lado promueve un fuerte desarrollo de la agricultura, por otro, agudiza los conflictos sociales. Y no sólo en ese pequeño país.

Como ocurrió con la reforma agraria, la historia es casi la misma en todos los países latinoamericanos.

Aunque es difícil prever exactamente lo que puede pasar en los próximos años, es claro que el neoliberalismo ya tiene sus rasgos en las nuevas constituciones latinoamericanas. Las Cartas Magnas destacan, por ejemplo, que la propiedad privada es inviolable, señaló Hans-Rudolf Wicker, profesor de Etnología de la Universidad de Berna.

El neoliberalismo intensificará la agricultura con la exportación de soja; al mismo tiempo aumentarán los conflictos sociales, subrayó Wicker en Paraguay – ¿Qué tienen que ver las reformas agrarias con los procesos de globalización, la primera de la serie de conferencias Sin derecho a la tierra no hay desarrollo, la cuestión de la tierra en América Latina.

«Creo que los campesinos van a movilizarse, van a defenderse, ellos se están organizando para enfrentar esta nueva situación creada por la política neoliberal», señaló Wicker en diálogo con swissinfo.

Previamente, ante numeroso público reunido en el Käfigturm de Berna para estas conferencias que organiza la Asociación Latinoamérica-Suiza (ALAS), Wicker hizo una reseña histórica de la reforma agraria, proceso que se dio en casi todos los países latinoamericanos con similares características.

La tierra no se distribuyó a los campesinos

La reforma agraria, que permite comprender mejor la situación de los campesinos e indígenas latinoamericanos, comenzó después de la Segunda Guerra Mundial y se caracterizó por la promulgación de leyes a comienzos de los años 60. «No conozco ningún país en América Latina que no haya pasado por la reforma agraria», dijo Wicker en buen español.

El objetivo de esas leyes era distribuir tierras a los campesinos – algo que no se logró – y de paso, evitar nuevas revoluciones como la de Cuba. Paralelamente, la reforma agraria acompañó de alguna manera la modernización en esos países con nuevos procesos de industrialización, tecnificación e intensificación de la agricultura.

Con la reforma agraria no se distribuyeron tierras a los campesinos. En lugar de expropiar los latifundios, se penetró en la selva, se comenzó a invadir los montes altos poblados por indígenas. Lo mismo pasó en Brasil, Bolivia o Colombia, señaló el profesor bernés.

Con la reforma agraria comenzó la deforestación

Manejada como instrumento jurídico, la reforma agraria hizo posible abrir nuevas rutas, caminos cada vez mayores, muchos construidos con créditos del Banco Mundial, para que circulen camiones que transportarían poco después la madera extraída de los montes.

«La explotación maderera fue uno de los resultados de la reforma agraria. Hoy en Paraguay ya no hay madera, ésta salió, en su mayoría, del contrabando al Brasil, y de allí a Europa y a los Estados Unidos», apuntó Wicker, mientras mostraba un antes y un después: los ubérrimos montes y luego, la civilización de cemento.

El Paraguay oriental era monte alto en los años 60. En lugar de árboles hoy se ve una agricultura totalmente tecnificada, que utiliza semillas transgénicas y pesticidas por doquier. Los indígenas, otrora dueños de esos territorios, son empleados de las grandes empresas agropecuarias.

La Triple Alianza diezmó a Paraguay

«Esa es la modernización, la civilización. Y toda esta transformación tiene mucho que ver con la propiedad, con el manejo de la propiedad», criticó Wicker, quien enseguida se refirió a la Guerra de la Triple Alianza, «suceso traumático para los paraguayos que, además, dejó al país endeudado».

Al final de esa guerra, en 1870, el gobierno empezó a vender tierras para disminuir esas deudas, comenzó a abrir las puertas a los extranjeros y ello en un país que hasta 1.870 era casi comunista, en el sentido de que cerca del 90% de las tierras eran del Estado.

Las áreas vendidas eran montes y las tres empresas que las compraron no tocaron la mayor parte, sino que las tuvieron como reserva. Pero la venta se hizo sin que las etnias que habitaban esas tierras fueran consultadas o, por lo menos, informadas. De un momento a otro los indígenas dejaron de ser propietarios de sus tierras.

Capitales ingleses y franceses estaban detrás

Una de las compradoras, la Industrial Paraguaya, era en realidad un consorcio argentino-inglés al frente del cual estaba Carlos Casado, quien se aprovechó de la situación y llegó a comprar hasta 4.200 millones de hectáreas de tierras.

Este argentino que operaba con capital inglés comenzó a comprar tierras en 1888. Sus descendientes son hasta hoy los mayores latifundistas del Paraguay. Detrás de las otras dos grandes compradoras había capital francés. Los paraguayos casi no participaron en las compras por carecer de fondos.

En los años 50 del siglo pasado, los latifundios entraron en contradicción con el proceso económico. Para los latifundistas que no usaban sus tierras tenía poco sentido pagar tantos impuestos. Entonces empezaron a venderlas por partes. Esta división de las tierras en parcelas hizo que los nuevos propietarios- brasileños y norteamericanos especialmente- trabajaran la tierra intensivamente.

En los 50 comienzan los grandes problemas

Las propiedades cada vez menores eran trabajadas con capital, tecnología y semillas híbridas. Según Wicker, en esta etapa comienzan los grandes problemas. Con los latifundios, los indígenas y campesinos no habían sido molestados tanto. Pero cuando los nuevos propietarios empezaron a talar el bosque, aquellos comenzaron a ser desalojados.

En ese momento el movimiento social cobró fuerza y ahí es cuando entró a tallar la reforma agraria, que en realidad no iba a liquidar latifundios que ya no existían, sino que se efectuó con el propietario medio que trabajaba las tierras.

En 1963 las leyes determinaron que la propiedad más grande no podía superar las 10 mil hectáreas; quien tuviera más hectáreas debía concederlas a las comunidades indígenas. Pero como muchas veces las leyes quedan sólo en el papel, 40 años después sólo habían sido expropiadas once personas.

Stroessner no pudo con Casado

A Casado, que seguía siendo uno de los pocos latifundistas y, de hecho, el más poderoso, no se le pudo expropiar nada. La ley de expropiación, firmada por el mismo Alfredo Stroessner, no pudo contra las influencias de Casado.

La reforma agraria en Paraguay, en lugar de expropiar, sólo sirvió para que a partir de los años 60 se crearan colonias agrarias y los montes se dividieran en parcelas que se vendieron a los campesinos a precio fiscal y no de mercado.

Esta situación dio origen a un traslado masivo de campesinos. Hay regiones donde los campesinos brasileños representan hasta el 90% de toda la población, pues fueron principalmente ellos los que compraron esas tierras en lotes.

Si algo positivo trajo la modernización de la región oriental del Paraguay es la asistencia médica para las comunidades indígena y campesina. Las tasas de natalidad y de mortalidad infantil descendieron significativamente.

Después de la era Stroessner comenzó un período presuntamente democrático en Paraguay, indicó Wicker. «Se redactó una Constitución y un Estatuto Agrario. A pesar del proceso democrático, la sola frase ‘la propiedad privada es inviolable’ es una concesión al neoliberalismo, una concesión a posibles inversionistas en Paraguay».

Esta es una contradicción -prosiguió el investigador-, porque impide que hoy se puedan recuperar tierras para los indígenas o para los campesinos, algo que sí se hizo bajo el gobierno de Stroessner, aunque sea artificialmente.

Si hoy se quiere expropiar hay que indemnizar al expropiador con precios de mercado, lo que está lejos del alcance de indígenas o campesinos empobrecidos, puntualizó.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro, Berna

Argentina: los negocios de la agronomía y la tecnología genética ponen en peligro la soberanía alimentaria es la próxima conferencia que organiza ALAS.

Se realizará el próximo 24 de agosto, a las 20.00 horas, en el Käfigturm de Berna, Foro Político de la Confederación.

El ciclo de conferencias es auspiciado por la Cruz Roja Suiza, Terre des hommes , E-Changer y la Fundación para la Población, Migración y el Medio Ambiente (bmu).

Además por Mundo Hispánico, Acción Cuaresma, Pan para el Prójimo, Grupo de Trabajo Suiza-Colombia (ask), Migros Kulturprozent, swissinfo, ecopolitics y la Iglesia Reformista de Berna, Jura, Solothurn.

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