Se abre un nuevo frente contra el cáncer
Es el Santo Grial de la ciencia médica. Hace más de 2000 años, Hipócrates, el medico griego, hablaba ya por primera vez del cáncer, esta enfermedad que generación tras generación de médicos trata en vano de curar.
Una historia de los fracasos acumulados que ha vuelto precavidos a los oncólogos. Por ello, resulta sorprendente escuchar que la ciencia médica estima que vive su mejor momento –en décadas- con el hallazgo de terapias para abatir el cáncer.
“He sido oncólogo durante mucho tiempo y jamás había experimentado tanto entusiasmo”, dice Edward Bradley, jefe del Área de Medicamentos Innovadores contra el Cáncer en Medimmune, entidad que forma parte de la farmacéutica británica AstraZeneca. Entusiasmo que se hizo patente en Chicago durante el pasado fin de semana, cuando miles de científicos se dieron cita en la asamblea anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO en inglés), en la que los grandes protagonistas fueron medicamentos experimentales que están abriendo un nuevo frente de ataque contra este mal.
Mientras los tratamientos tradicionales -como la quimioterapia y la radioterapia- son comparados con verdaderos bombardeos para el cuerpo, la nueva generación de medicamentos de inmunoterapia actúa como misiles que, dirigidos con una gran precisión, cazan y destruyen las células cancerosas. Su potencial llena de entusiasmo a los científicos y a los pacientes, pero también a inversionistas que están cada vez más convencidos de que estas nuevas terapias generarán miles de millones de dólares a cuatro farmacéuticas en particular: Merck & Co, Bristol-Myers Squibb, Roche y AstraZeneca.
Andrew Baum, analista de Citigroup, estima que antes de 10 años la inmunoterapia se convertirá en la columna vertebral del tratamiento de 60% de los casos de cáncer registrados y será un negocio que podría reportar ingresos de más de 35.000 millones de dólares. Un dato que superaría la facturación registrada durante los últimos años por fármacos ‘estrella’ de la industria como las estatinas para la lucha contra el colesterol. Y podrían convertirse en la clave de la recuperación de una industria que desde hace años brega para crecer.
Baum defiende el potencial de la inmunoterapia, a la que el año pasado consideró en uno de sus reportes como “el principio del fin del cáncer «. A 12 meses de entonces, afirma que se siente aún más confiado y optimista ya que los ensayos clínicos recientes confirman su intuición de que los nuevos medicamentos convertirán al cáncer en “algo parecido a una enfermedad crónica”.
La inmunoterapia considera una serie de técnicas que aprovechan la capacidad del sistema inmunológico del cuerpo para atacar el cáncer. Un concepto con el que experimentan los científicos desde el año 1850, cuando médicos alemanes descubrieron que los tumores podían reducirse cuando llegaban a infectarse, dado que esto estimulaba la respuesta del sistema inmune. “La idea no es nueva, pero finalmente estamos viendo que esto va a funcionar”, dice Paul Higham, director ejecutivo de Immatics, compañía biotecnológica germana que trabaja en asociación con Roche en el ámbito de la inmunoterapia. “La pregunta ahora es cuál es el mejor camino para lograrlo”, añade.
Hasta ahora, la empresa líder en este rubro ha sido la farmacéutica estadounidense Bristol-Myers Squibb, cuyo tratamiento Yervoy para el melanoma avanzado -la más mortal de las variantes de cáncer de la piel- fue el primer producto de su tipo que llegó al mercado. El año pasado, las ventas del Yervoy sumaron 1.000 millones de dólares. Sin este medicamento, un paciente con melanoma en estado avanzado suele morir en un año. Utilizando este tratamiento, el 22% de los pacientes consiguen vivir tres años más y existe un 17% que sobrevive siete años.
Y algunos de los medicamentos por venir lucen incluso más prometedores. La prioridad de la ASCO será la categoría de tratamientos conocida como anti-PD-1 y anti-PD-L1, cuya meta es remover la “capa de invisibilidad” característica de las células cancerosas, ya que ésta les permite multiplicarse desenfrenadamente en el cuerpo. El llamado receptor de muerte celular programada 1 (PD1) está constituido por proteínas que frenan la capacidad del sistema inmunitario de defender a las células saludables de un ataque y complica la detección de las células cancerosas. Si se logra bloquear el PD1, súbitamente, las células malignas quedarán expuestas y podrán ser aniquiladas por los linfocitos-T.
“Los tumores son endemoniadamente astutos”, dice Mr Bau. “Es una especie de juego de combate. Tan pronto has bloqueado un camino, encontrarán otro. Pero con un poco de ayuda, el sistema inmune es lo suficientemente inteligente para dar batalla”.
Bristol-Myers Squibb también está al frente de este nuevo mercado con el nivolumab, un medicamento que ha permitido que 43% de los pacientes con melanoma avanzado que forman parte de sus ensayos clínicos se mantengan con vida durante dos años. Sin embargo, se enfrenta a la férrea competencia de su rival estadounidense Merck -que podría ser la primera que reciba el visto bueno de los reguladores de este mercado para comercializar sus productos- y tendrá que medirse también con la suiza Roche y con AstraZeneca, que no se rinden fácilmente. Algunos analistas estiman que los cuatro grupos podrían lograr el aval de los reguladores a finales del año próximo.
Habiéndose demostrado que para el cáncer de pulmón también podría existir un futuro igual de prometedor que el del melanoma, la información presentada durante la asamblea de la ASCO estará buscando demostrar el potencial de algunos medicamentos para atacar otros tipos de cáncer, como el de riñón, vesícula, cerebro y cuello. Y otra prioridad de los ensayos clínicos será el uso combinado de terapias porque esto augura en principio una mejora en los resultados para el paciente.
Pero Baum advierte que “mirar esto como una carrera de caballos en la que el ganador será el primero que llegue al mercado es verlo de forma simplista. La mayor recompensa económica estará determinada por una serie de factores, incluyendo quien realiza las combinaciones correctas (de tratamientos)”. Esto explica que Roche y AstraZeneca, que poseen amplios portafolios de medicamentos contra el cáncer que pueden suministrarse de forma combinada, aún confíen en que pueden ser muy competitivos aunque hoy estén por detrás de Bristol-Myers Squibb y Merck.
Novarits, por su parte, otro gran jugador del mercado oncológico, está apostando más bien por otro tipo de inmunoterapia. Propone remover linfocitos-T del cuerpo de los pacientes, realizar una reingeniería en ellos eliminando las células cancerosas, y después reinyectarlos al cuerpo. En los primeros ensayos que existen, de un total de 22 niños que sufrían leucemia linfoblástica aguda, 19 presentaron una remisión total de la enfermedad tras la aplicación del tratamiento.
Pero los científicos advierten que ninguna terapia estará exenta de contratiempos. Por ejemplo, había grandes esperanzas cifradas en el uso combinado de nivolumab y Yervoy de Bristol-Myers Squibb como poderosa terapia, pero los ensayos del último mes evidenciaron que casi la mitad de los 46 participantes del mismo sufrieron efectos secundarios negativos y se registraron tres muertes “relacionadas con el tratamiento”, lo que acrecienta las dudas sobre si los beneficios realmente supera a los riesgos.
El precio es otro de los desafíos. El gasto global destinado a la compra de medicamentos contra el cáncer se ha duplicado durante la última década, para alcanzar los 91.000 millones de dólares en 2013. Una cifra que se prevé aumente sensiblemente dado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) augura un repunte del 57% en la incidencia de casos de cáncer durante los próximos 20 años debido a que tanto la población de los países desarrollados como la de los emergentes está adoptando estilos de vida cada vez menos saludables.
Una tendencia que aseguraría una sólida demanda de esta nueva generación de medicamentos destinados a combatir el cáncer, pero que también ejerce una gran presión –a la baja- sobre sus precios ya que países como EEUU o China están en plena lucha por recortar su presupuesto de sanidad.
No obstante, Baum considera que la sociedad recompensará a la industria si llega con nuevas soluciones para combatir una enfermedad que hoy es responsable de la cuarta parte de las muertes del mundo desarrollado. Y refiere el éxito de Bristol-Myers Squibb con el Yervoy, cuyo tratamiento completo para un paciente tiene un costo de 120.000 dólares. “No se trata de medicamentos que añaden un par de meses de vida extra, sino de fármacos que son transformadores”.
Copyright The Financial Times Limited 2014
Traducción del inglés, Andrea Ornelas
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