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Sobrepeso y obesidad: pandemia del siglo XXI

Keystone

En 30 años Chile pasó de un país mal alimentado por déficit, con alta mortalidad infantil, a ser uno mal alimentado por exceso, incluido los bebés. Subsiste la creencia "bebé gordo igual a bebé sano".

Siguió el patrón del Viejo Continente que, a su vez y con dos décadas de diferencia, siguió los pasos de EEUU. ¡ Por algo la OMS declaró la obesidad como pandemia del siglo XXI!

De acuerdo a las estadísticas, casi la mitad de los chilenos es obesa, vale decir que su peso excede 20% en relación con su estatura: 7,4% menores de 6 años, 17% de 1º básico y el 25% de los adultos.

Hay más mujeres que hombres obesos; las primeras se encuentran preferentemente en los estratos económicos intermedios; en el caso de los hombres la relación es a la inversa. En el nivel mundial Chile ocupa el lugar 23 y en América Latina recibe la medalla de bronce.

En Suiza -según el grupo referencial que se investiga-, entre el 38 al 58% de los hombres y entre el 22 al 33% de las mujeres tienen sobrepeso; entre el 6 al 14% de los hombres y entre el 4 al 17% de las mujeres padecen de obesidad o adiposis. Igual que en Chile, los estratos económicos más modestos son los más afectados.

Sabemos qué o quienes son los causantes

No sólo en ambos países sino en todos los del mundo las causas son las mismas:

Exceso de comida de bajo valor nutritivo. La comida casera más natural, que a veces implicaba horas en la cocina, fue reemplazada por alimentos altamente procesados y, sobre todo, por la comida «chatarra» (junk food) de las cadenas de comida rápida.

Los jugos naturales cedieron a las bebidas gaseosas – en Chile se venden botellas de hasta 3 litros –, y la fruta al dulce o los ‘chips’ que se comen entre las comidas frente al televisor se compran en el kiosco de enfrente o en el interior de la escuela.

Vida sedentaria: el trabajo en una oficina, a donde se llega en autobús o automóvil, así como al colegio, a donde a veces se va caminando o en bicicleta, no se llega a quemar las calorías ingeridas.

Poca actividad física en el tiempo libre: se perdió la costumbre de salir de paseo en familia o hacer deporte en forma sistemática, para pasar el tiempo libre frente al PC o mirando el partido de fútbol en la tele en vez de jugar a la pelota en la cancha del barrio. La gran mayoría, tanto de los chilenos como de los suizos, no camina ni tres veces por semana la media hora diaria recomendada por la OMS.

Hay, por supuesto, excepciones.

Los trastornos hormonales y factores genéticos tienen una incidencia menor en esta pandemia: si los hijos de padres obesos también lo son, es porque los condiciona su entorno e imitan otras buenas o malas costumbres.

Los problemas de salud que acarrean el sobrepeso y la obesidad son por conocidos: hipertensión y aumento del colesterol, diabetes tipo 2 hasta en niños, problemas en las articulaciones y diferentes tipos de cáncer; ello sin mencionar los problemas de estética o sicológicos (burlas, baja autoestima) sin contar las horas de trabajo perdidas o los gastos médicos.

Actitudes distintas ante el mismo problema

Mientras que en Chile se declaró la obesidad como problema de salud pública que se trata de combatir con la iniciativa EGO= Estrategia Global contra la Obesidad, en Suiza hay múltiples iniciativas, raras veces relacionadas entre sí, pero ninguna política nacional.

Todos sabemos que más vale prevenir que curar, pero también que el camino está pavimentado de buenas intenciones. El curar implica terapias con equipos multidisciplinarios y el indispensable apoyo del entorno y gastos elevados. No hay estudios concluyentes sobre sus éxitos. Prevenir significa en primer lugar involucrar a los niños muy influenciables y a los adolescentes que imitan a sus pares.

Ante tanta publicidad de cadenas de comida rápida y las cuñas en la televisión de programas infantiles cuesta resistir. Tanto los supermercados como las empresas que producen alimentos envasados viven de sus ventas y ganancias. Hasta es más barato producir este tipo de alimentos que cultivar fruta y verduras de buena calidad.

Persuadir a los implicados

No es sólo imposible, sino inconstitucional prohibir todo tipo de publicidad, pero no limitarla o instar a que a las empresas ofrezcan productos más saludables e indiquen en las etiquetas los valores calóricos y nutritivos. Tal como en Suiza aquí lo están haciendo McDonalds o la Nestlé. A semejanza de allá, aquí hay colegios que prohíben en su interior la venta de comida «chatarra» y bebidas de fantasía. Pero eso no es suficiente.

Mientras que en Suiza ya pasó el apogeo del consumismo – sólo queda consumir productos más sofisticados- Chile con su economía en recuperación sigue aumentando su consumo. Y si en Suiza las verduras y la fruta en los supermercados o escasos mercados de productos biológicos no son precisamente baratas, aquí hay en todos los barrios por lo menos una vez por semana una feria de frutas y verduras donde los comerciantes ofrecen sus productos a viva voz.

Los productos son más frescos y más baratos que en los supermercados. Por lo general las madres, no sólo de sectores populares, acuden con sus hijos pequeños a comprar. Pero en vez de darles una manzana en medio de este vergel de colores llamativos, les compran un dulce o una bolsa de chips.

Aquí y allá falta conciencia, y eso hace que el sobrepeso y la obesidad tengan las puertas abiertas.

Regula Ochsenbein, Santiago de Chile.

Regula Ochsenbein nació en Lucerna el 15 de marzo de 1949. Cursó sus estudios primario y secundario en Basilea y Berna, donde obtuvo su ‘Matura’ (bachillerato), en 1968.

En aquel año de efervescencia estudiantil en Europa comenzó la carrera de Sociología y la terminó en 1977 graduándose de licenciada en Historia Moderna y Sociología de los países en desarrollo y derecho público.

Durante sus estudios participó en intercambios estudiantiles (Checoslovaquia); trabajó de voluntaria en un pueblito de Grecia y en un Kibutz de Israel.

Su vida profesional la llevó, tras un curso de preparación, al servicio diplomático, ámbito en el que permaneció desde 1978 hasta 1985. En ese año decidió abandonar la carrera y quedarse en Chile tras haber ocupado funciones en Portugal, Santiago de Chile y Londres.

Actualmente combina en Chile sus actividades de socióloga con las de artesanía en madera.

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