Suiza debe reducir el consumo de carne de aquí a 2050. Pero ¿cómo lograrlo?
La carne domina la dieta y la agricultura suizas, pero eso tendrá que cambiar si el país quiere cumplir sus objetivos climáticos para 2050. Tendencias como el aumento del consumo de pollo preocupan a los expertos. Sin embargo, hay una salida.
La mayoría de nosotros ya hemos oído muchas veces que deberíamos comer menos productos animales, sobre todo carne. Yo cambié mi dieta hace dos años, como ya conté en esta serie, y ahora solo como carne una o dos veces al mes.
Me sorprendió mucho que incluso el Gobierno suizo empezara a promover dietas con menos carne para reducir las emisiones de carbono y cumplir los objetivos climáticos para 2050. Y eso en un país conocido por sus vacas subvencionadas por el Estado, donde varios ganaderos se sientan en el Parlamento y defienden la fuerte tradición suiza de productos cárnicos y lácteos.
Sin embargo, la estrategia climáticaEnlace externo del país señala que el consumo de carne «sigue siendo demasiado elevado». Cierto: la cantidad de carne disponible en Suiza (más de 50 kg por persona y año) es menor que en Francia, España y Alemania, pero sigue siendo aproximadamente el dobleEnlace externo de la media mundial.
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Por otro lado, la estrategia del gobierno carece de medidas concretas para convencer a la gente de que coma menos carne y consuma más productos vegetales, según los expertos. «Sin la participación de los consumidores, esta estrategia no es más que papel mojado», afirma Michael Siegrist, profesor de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ).
Siegrist, que lleva casi 20 años estudiando el comportamiento de los consumidores y las consumidoras, sabe que es muy difícil que la gente cambie voluntariamente sus hábitos alimentarios. “Si la gente no ve un incentivo, no lo hará», afirma.
Los sustitutos de la carne, por ejemplo, siguen siendo un nicho: tras un auge inicial, las ventas se han estancado, según una encuestaEnlace externo de Coop Suiza, uno de los mayores minoristas del país. Los consumidores aducenEnlace externo los elevados precios y las preocupaciones sanitarias relacionadas con los productos procesados como razones para no comprar más de ellos.
Sin embargo, la investigadora y agrónoma Priska Baur considera que la estrategia del Gobierno es un importante paso adelante.
“Hace uno o dos años no habría sido posible hablar de reducir el consumo de carne», afirma. Baur, que dirige el proyecto de investigación Novanimal para una dieta sana y respetuosa con la naturaleza, es vegetariana desde la adolescencia. Dice que solo volvería a comer carne si ella misma tuviera que sacrificar al animal que pretende poner en su plato. «He trabajado en la agricultura, sabría cómo hacerlo… pero no quiero», afirma.
Baur reconoce que el camino hacia la reducción del consumo de carne en Suiza está plagado de obstáculos. No solo la carne sigue siendo un elemento central de la cultura alimentaria suiza -pensemos en las salchichas, la fondue de carne o el estofado de ternera al estilo zuriqués-, sino que también domina la producción agrícola del país.
Menos ternera y cerdo, más pollo en la diera suiza
En Suiza, la agricultura se centra en la carne y los productos lácteos, y es responsable de más del 15%Enlace externo de las emisiones de gases de efecto invernadero del país. Para reducir estas emisiones también sería necesario reducir el número de animales de granja, pero esto no se menciona explícitamente en la estrategia gubernamental, afirma Baur.
En general, la agrónoma no ve que se estén produciendo cambios significativos. La producción de carne, por ejemplo, lleva creciendo desde los años 60, al igual que el consumo, «aunque la política nos haga creer lo contrario», afirma. El informe agrícolaEnlace externo federal 2023 muestra que, aunque la gente come menos carne de vacuno y de cerdo, el consumo de pollo aumenta constantemente.
Se trata de una tendencia mundial: el consumo de aves de corral se ha triplicadoEnlace externo en los últimos 60 años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
La gente cree que es mejor comer pollo que otros tipos de carne, ya que se considera más sano y menos problemático para el medio ambiente. A diferencia de las vacas, los pollos no emiten metano. En cambio, no se alimentan de hierba y dependen totalmente de los piensos, sobre todo de la soja, que la comunidad ganadera suiza importa a bajo precio del extranjero. Las personas que consumen las aves de corral también se sienten atraídas por el precio generalmente más bajo. «Los pollos están sustituyendo a otras carnes», afirma Baur.
Suiza, el país de los pollos
Cuando se trata de contar el número de animales de granja en Suiza, Baur no se deja engañar por las apariencias. Asegura que las estadísticas del Gobierno federal son engañosas y opacas, principalmente porque «el cálculo se hace sobre un día concreto y no sobre todo un año. Y no tiene en cuenta que la vida de los pollos es muy corta», afirma. De hecho, en las granjas industriales se sacrifican al mes de vida aproximadamenteEnlace externo.
Baur hizo los cálculos a lo largo de un año en lugar de un día y descubrió que en 2022 el número de animales de granja en Suiza superaba los 96 millones, el 94% de los cuales son aves de corral. Esta cifra es notablemente superior a los 16,6 millones de animales declarados ese mismo año por la Oficina Federal de Estadística y AgristatEnlace externo.
El número de aves de corral sacrificadas en Suiza en 2022, unos 80 millones según ProviandeEnlace externo, confirma los cálculos de Baur. Eso significa que hay más de 10 pollos por cada residente en Suiza, sin contar la gran cantidad de carne de ave importada.
Dos tercios menos de carne y vacas alimentadas con pasto
¿Pero no es Suiza más conocida por sus vacas que pastan en los hermosos prados de montaña? Sí, y este es el camino a seguir para una agricultura más ecológica, afirma Matthias Meier, catedrático de Sistemas Alimentarios Sostenibles de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berna.
Más del 60% de la superficie agrícola suiza está formada por prados permanentes que no pueden utilizarse para cultivos. Por eso, utilizarlos como pastos para el ganado vacuno y ovino es la única forma de rentabilizarlos. «Necesitamos rumiantes. Pero el problema actual es que tenemos demasiados animales y producimos de forma demasiado intensiva», afirma Meier.
Meier subraya que en el futuro Suiza debería alimentar a las vacas solo con hierba. De este modo, ya no sería necesario importar piensos y la mayor parte de las tierras cultivables destinadas a la alimentación animal podrían destinarse a cultivos para el consumo humano. Es un modelo que Alemania, Suecia, Italia y algunas granjas suizas ya están experimentandoEnlace externo. El Gobierno suizo también lo menciona en su estrategia. Eso significaría que las vacas producirían menos leche y menos carne, al no ser sobrealimentadas con piensos concentrados (que contienen principalmente soja y proteínas de cereales) para engordarlas.
Según Meier, entonces comeríamos dos tercios menos de carne, pero tendríamos una producción más sostenible y una dieta más variada.
“No tenemos por qué eliminar por completo la carne y la leche, que son valiosas fuentes de proteínas», afirma. Aunque se describe a sí mismo como «vegano a tiempo parcial», es de los que no creen que el veganismo sea la solución: tanto en Suiza como en el resto del mundo, la extensión de las tierras cultivables es demasiado limitada y es más complicado asimilar todos los micro y macronutrientes necesarios con una dieta basada en plantas.
Una parte de mí se siente aliviada. Yo también puedo ser «vegana a tiempo parcial» sin sentirme demasiado culpable: lo que marca la diferencia es la cantidad.
Lo queramos o no, sin embargo, un día nos veremos obligados a cambiar nuestros hábitos alimentarios, dice Meier, porque los recursos y las materias primas para sostener la producción actual de carne y otros productos animales empezarán a agotarse.
«El cambio climático no nos dejará otra opción», afirma.
Artículo realizado con la colaboración de Priska Baur en la recogida de datos y editado por Sabrina Weiss y Veronica DeVore. El texto en español fue adaptado del original en italiano por Carla Wolff
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