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Suiza y Europa, hacia el infinito

El chasís del ATV de la Estación Espacial Internacional es hecho en Suiza. Keystone

Pese a su reducida dimensión territorial, Suiza es una potencia espacial. Este país acaba de asumir, junto con Luxemburgo, la copresidencia del Consejo Ministerial de la Agencia Espacial Europea (ESA).

En julio de 1969, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, tras dar los primeros pasos sobre la Luna, se ocuparon de capturar partículas solares con un velo creado por la Universidad de Berna, alma máter que, 43 años más tarde, recibe luz verde de la ESA para el empleo de su CHEOPS, un telescopio espacial que va a observar exoplanetas ya detectados desde la Tierra.

Justo en ese ámbito, los suizos son líderes mundiales desde que Michel Mayor y Didier Quéloz descubrieron en 1995 el primer mundo que gira en torno a  otra estrella que no es nuestro Sol. “Los exoplanetas son un descubrimiento tan importante como el del ADN que merita el Premio Nobel”, dice, entusiasta, Philippe Gillet, vicepresidente de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL).

Ligero y sólido

Lo que hay que enviar a las alturas debe ser, a la vez, ligero y sólido, resume Philippe Gillet, implicado en la candidatura del CHEOPS.

“Tenemos muy buenos conocimientos en la miniaturización y una gran tradición de eficacia. Y ante los pesos pesados europeos, como Francia y Alemania, es necesario ofrecer lo que los otros no tienen”.

Por ejemplo, construir un microscopio de fuerza atómica, de dimensiones menores a las de una cajita de fósforos y capaz de resistir a variaciones y explosiones de temperatura en un vuelo interplanetario. Justo esa es fue la contribución de los especialistas suizos a la misión estadounidense Phoenix. En julio de 2008, el aparato que se desarrolló en dos universidades suizas encontró en suelo marciano nanocristales de hielo.

También en Suiza se desarrolló el altímetro láser BELA, que partirá en dos años hacia Mercurio a bordo de la sonda BepiColombo. Tras seis años y medio de viaje, este instrumento sobrevolará el planeta más cercado al Sol a una altitud promedio de 700 km para diseñar con gran precisión un mapa topográfico de su superficie.

Historias de éxito

Precisión, fiabilidad, innovación. Son cualidades  de los productos de mayor renombre de la industria espacial helvética: las cofias de cohetes, que protegen la carga durante el lanzamiento y el ascenso a órbita contra las presiones dinámicas y las altas temperaturas.

Desde los inicios de Ariane en 1974, este gran capuchón que protege las naves durante los primeros minutos de vuelo en todas las misiones de la ESA  se fabrica en Suiza, en los talleres de Oerlikon, antiguos arsenales del gobierno suizo y hoy retomados por la división Espacio de la empresa RUAG.

En más de doscientas misiones, estas cofias (que deben ser expulsadas en el espacio) no han tenido falla alguna. Una herramienta de gran importancia, pues si no se abre, la misión no puede concluir, lo que implica centenas de millones de euros en pérdidas.

10.000 millones de euros, pese a la crisis

Suiza acaba de asumir, junto con Luxemburgo, la copresidencia del Consejo Ministerial de la ESA hasta el año 2015. El secretario de Estado helvético para la Educación y la Investigación, Mauro Dell’Ambrogio y el ministro luxemburgués de Comunicaciones e Investigación, François Biltgen, dirigieron la reciente reunión en Nápoles.

Pese a las proporciones que ha tomado la crisis económica desde 2008, ambas personalidades lograron mantener sin cambio el presupuesto de 10.000 millones de euros para los próximos tres años.

La ESA renuncia por ahora a su proyectos lunares, pero mantiene sus dos misiones  a Marte, en colaboración con los rusos, al igual que la participación europea en la Estación Espacial Internacional (ISS).

La competencia de los cohetes

Otra decisión crucial fue tomada en Nápoles ante la disyuntiva de lanzarse en el desarrollo del nuevo cohete Ariane 6, como lo preconizaba la ESA y Francia, o dedicarse a mejorar la versión de Ariane 5, como lo pregonaba prudentemente Alemania. ¿

Al término de dos noches de negociaciones, se decidió la construcción de Ariane 5 ME, con el mayor número de componentes utilizables para el futuro Ariane 6, cuya realización se prevé para la década próxima.

Entre tanto, el mercado de los cohetes comerciales se vuelve cada vez más competitivo. Arianespace, que detentaba aún en 2010 el 60% de las ventas, debe ahora tener en cuenta la llegada de los cohetes ruso-estadounidenses Proton, el ruso-ucranio Zenit, el chino Longue Marche y el indio PLSV, sin olvidar el Falcon de Space X, una empresa de California apoyada por la NASA, que ofrece precios más bajos que Ariane por tonelada colocada en órbita.

El futuro se anuncia apasionante para la ESA, que realizará su próximo consejo en 2015 en suelo helvético. Suiza y Luxemburgo tendrán la tarea de vigilar la aplicación de las decisiones tomadas ahora y estar a disposición en el ámbito político y diplomático en caso de eventuales desperfectos “Somos, de algún modo, el último recurso para negociar si la dirección de la ESA nos lo solicitara”, resume Mauro Dell’Ambrogio.

Al sumar los recursos de sus 20 Estados miembros, la Agencia Espacial Europea cuenta con un presupuesto anual equivalente a  4.800 millones de francos suizos. Una suma mayor a la de la agencia rusa Roskosmos (3.500 millones), pero mucho menor que la de la NASA (16.500 millones).

Desde 1975, la ESA lanza satélites de telecomunicaciones (la mitad de todo lo enviado a órbita sirve para la retransmisión de señales de radio, TV o Internet), de vigilancia del medioambiente (incluido el análisis meteorológico) y de geolocalización.

Europa ha enviado sondas a todo el sistema solar: Venus, Titán (satélite de Saturno), la Luna, Marte, los cometas de Halley y de Churyumov-Gerasimenko (donde se debe colocar un pequeño robot en 2013), y pronto a Mercurio.

La ESA estudia también el cielo profundo, con los telescopios Herschel y Planck, que analizan la formación de los sistemas planetarios y el eco lejano del Big Bang, origen del Universo.

Desde 1978, la ESA forma también a astronautas, uno de los tres primeros fue el suizo Claude Nicollier. Estos especialistas vuelan regularmente en misiones estadunidenses y rusas, y recientemente en la Estación Espacial Internacional, donde la agencia tiene su módulo-laboratorio.

Hasta ahora, 33 europeos han partido al espacio con ESA.

Miembro fundador, Suiza ha participado desde 1975 en la mayor parte de las misiones de la ESA.

Su contribución anual es de 150 millones de francos.

En total, y teniendo en cuenta el hecho de que también trabaja para los estadounidenses y los rusos, el sector espacial suizo significa una cifra de negocios anual del orden de los 200 millones de francos y ocupa a 800 personas.

Traducción: Patricia Islas

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