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Un puente entre ricos y pobres, entre Norte y Sur

Marianne Spiller Hadorn ha sido postulada por su labor en favor de los pobres en Brasil. R. A. Fierro

Tiene la la calidez, la alegría de vivir de la gente del Sur. Y conserva la disciplina y constancia suizas, tan necesarias para llevar adelante un proyecto de larga data en Brasil.

Por su compromiso con los pobres, Marianne Spiller-Hadorn es una de las cinco candidatas suizas en «1000 mujeres para el Premio Nobel de la Paz 2005».

La vida de Marianne gira desde hace 25 años alrededor de ABAI, la Asociación Brasileña de Amparo a la Infancia. El éxito de este proyecto que empezó ‘de la nada’, se refleja en que no ha dejado de crecer, de diversificarse y multiplicarse.

El esfuerzo que ha desplegado personalmente en ese proyecto no cuenta, según ella. «Por un lado es un trabajo fascinante, por otro, me alegra infinitamente, me distrae, da sentido a mi vida. Recibo mucho cariño de los pobres, eso es algo que tendríamos que aprender de ellos».

«El proyecto es un aprendizaje constante», agrega quien desde muy pequeña tuvo la mente y el corazón siempre abiertos. Marianne es hija de una maestra y organista y de un conocido genetista bernés, quien se ocupó y preocupó de la responsabilidad del hombre frente a sus semejantes y a la naturaleza.

Solidaridad, una herencia familiar

Tanto Marianne como su hermana y su hermano- ambos médicos – fueron marcados por las ideas de sus padres. «Supe desde muy temprano que pasaría mi vida con los pobres, me sentía parte de ellos», dice Marianne.

Apenas cumplidos los 20 años y con el título de maestra, la joven empezó a hacer realidad su sueño. Se fue a París y trabajó en una comunidad de personas marginadas, guiada por Abbé Pierre. «Este clérigo es fundador de la Communauté d’Emmaús, cuyo principio fundamental no es dar dinero, caridad o limosnas, sino un sentido a la vida de las personas».

Pierre fue mi maestro, fue el pionero de la política del desarrollo, expresa Marianne. Ella volvió a Suiza un año después, estudió psicología, trabajó en Zurich con personas marginadas, con los ‘sin techo’, y se casó con Gerhard Spiller, arquitecto de Winterthur.

En 1972 la pareja emigró a Brasil, país que Pierre había recomendado. «América Latina era el continente donde había y hay mucho por hacer, pero no puedo negar que en nuestra decisión también hubo un deseo de aventura», confiesa.

Amigos, parientes, cada vez más involucrados

Los Spiller-Hadorn llegaron a Paraná y allí adoptaron tres niños. Y en 1979 fundaron ABAI. Marianne motivó a los parientes y amigos que había dejado en Suiza a participar del proyecto. Esos amigos a su vez convencieron a otros amigos, a parroquias y colegios. Hoy parte del apoyo financiero proviene también de Alemania.

Desde su fundación ABAI no ha dejado de crecer. «Cuando llegamos a Mandirituba, comunidad de pequeños agricultores donde se realiza este proyecto de desarrollo rural, no había calles, ni electricidad, ni conexión de agua en las casas. Parecía que habíamos llegado al fin del mundo», cuenta Marianne.

La pobreza afectaba tanto a la población autóctona, a los afrobrasileños, como a los descendientes de europeos.

«Hacia allá emigraron polacos, ucranianos que esperaban encontrar el paraíso, pero muchos no lograron escapar de la miseria y llevaron una vida de esclavos», refiere Marianne y de paso recomienda, a quien quiera ahondar en el asunto, el libro «Ibicaba oder das Paradies in den Köpfchen» de la suiza Evelyn Hasler.

Necesidades de la gente en primer plano

Marianne, quien poco después quedó sola al frente del proyecto, pues ella y su esposo se separaron, empezó a atacar la pobreza desde varios frentes: con cursos de capacitación para la producción de derivados lacteos, apicultura, horticultura biológica…

Después vinieron casas en las que huérfanos encuentran un ambiente familiar, una casa diurna a la que hoy asisten 140 niños, un centro comunitario, un proyecto ambiental en el que los niños aprenden a conocer y respetar la naturaleza, cursos de capacitación profesional….

Consciente de que todo proyecto de desarrollo tiene que buscar sinergias para fortalecerse, Marianne trabaja con organizaciones no gubernamentales y con el propio Estado brasileño. «Este nos compra directamente los productos, miel por ejemplo, y nos paga un precio justo. Sí, hay intención del gobierno de Lula de colaborar con proyectos como el nuestro», dice.

Pese a las dimensiones del proyecto, Marianne no ha olvidado a aquellos que hicieron posible realizar, según sus palabras, ‘este trabajo privilegiado’: los niños. «Un 90% de ellos son abandonados por sus padres alcohólicos. El alcoholismo es un problema de salud pública en Brasil, el 11,2% de la población (20 millones de personas), son víctimas de esta enfermedad».

Hacia una cultura de la autodeterminación

Dado que un miembro de la familia alcohólico enferma a toda la familia, Marianne abrió una estación para tratar el alcoholismo y la drogadicción. Allí viven ahora 30 hombres en una comunidad terapeútica y trabajan en todas las áreas del proyecto, por ejemplo en panadería.

Como complemento se creó un restaurante libre de alcohol, que es parte de los talleres terapeúticos. Allí los hombres también adquieren experiencia para reincoporarse a la sociedad y para dirigir su propia vida. Muy cerca está un centro que facilita el contacto con otras personas y donde se realizan actividades culturales y educativas.

«No soy una una mujer caritativa, lo que intento es que la vida de estos seres humanos tenga sentido, que se sientan útiles, muchos de ellos fueron también niños de la calle», expresa Marianne, quien de esta manera demuestra que es posible romper el círculo vicioso de la pobreza.

Trata de unir a los extremos

Marianne asume su postulación para «1000 mujeres para el Premio Nobel de la Paz» no como algo personal. «Es una red que fortalecerá a las mujeres que trabajan por la paz, sobre todo de aquellas que trabajan en condiciones muy difíciles, bajo persecusión, lo que no es mi caso».

De Brasil, su segunda patria, dice que «es un país con tantas y tan grandes posibilidades para la gente creativa. Allá puedo descubrir e inventar, puedo tender puentes entre ricos y pobres, entre el Sur y el Norte. La lucha contra la pobreza es una lucha conjunta».

La pobreza y las necesidades del Sur, y la abundancia en el Norte son errores del desarrollo. Un desarrollo es equivocado si unos tienen tantas necesidades y a otros les sobra todo. Corregirlo es una tarea de todos, afirma.

Suiza y su responsabilidad frente al mundo

Si bien Suiza está dentro de los países líderes en cuanto a ayuda privada al desarrollo, como Estado no asume sus responsabilidades suficientemente, continúa. «Como uno de los países más ricos tiene responsabilidad frente al hambre del mundo. No hay que olvidar que su bienestar es generado internacionalmente, uno de cada dos francos es ganado en el extranjero»

Suiza está concentrada en sí misma, a lo más intercambia con Europa, con Norteamérica y se olvida del resto del mundo, dice quien ha sido también muy influenciada en sus ideas por Dom Hélder Cámara, uno de los propulsores de la Teología de la Liberación.

El escaso tiempo que dejan sus múltiples tareas en ABAI estará dedicado a otro pequeño proyecto por la paz. Marianne Spiller-Hadorn escribe el libro «Adolfo Pérez Esquivel, el rebelde no violento». La suiza tiene una gran amistad con el argentino ganador del Premio Nobel de la Paz y quiere presentarlo como artista y activista de los derechos humanos.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

– Las mil mujeres provienen de todo el mundo y de todos los estratos sociales. Son campesinas, maestras, artistas, políticas…

– Del millar de mujeres elegidas, 98 son de América Latina y el Caribe. Ellas fueron seleccionadas entre unas 450 candidatas.

– Por España han sido nominadas cuatro mujeres.

– Las suizas nominadas son Anni Lanz, Elizabeth Neuenschwander, Elizabeth Reusse-Decrey, Irene Rodríguez y Marianne Spiller Hadorn.

– En noviembre de este año se publicará el «Libro de las mil mujeres por la paz».

– En más de 2000 páginas presentará la biografía de las 1000 mujeres nominadas, sus trabajos por la paz, sus métodos, estrategias de solución y sus visiones.

– La iniciativa de nominar a mil mujeres para el Premio Nobel de la Paz surgió el 2003.

– La suiza Ruth-Gaby Vermot-Mangold, miembro del Consejo de Europa, junto a la Fundación Swisspeace, lanzó la idea de hacer visible el trabajo de miles de mujeres que trabajan en forma anónima para mejorar la vida de las personas.

– La primera fase de este proyecto fue financiada por el Departamento Político IV de la Confederación Helvética.

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