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Una mujer que polariza, una candidata por la paz

Anni Lanz, "una activista por los derechos humanos que en su labor va hasta los límites del derecho y veces, más allá". (Foto: R.A.Fierro). swissinfo.ch

Su lucha por los derechos humanos o su título de Doctora Honoris Causa no parecen ser suficientes para encontrar el empleo que busca desde hace meses.

«Dicen que polarizo. Es que yo miro desde la perspectiva de los de abajo», dice Anni Lanz, una de las cinco suizas nominadas para «1000 mujeres para el Premio Nobel de la Paz 2005».

Anni Lanz nos recibe en su departamento en Basilea, allí donde se han refugiado ‘sin papeles’ y solicitantes de asilo. Cuando se entera de que hablamos español cuenta que está aprendiendo este idioma. «Muchos ‘sin papeles’ hablan solamente español y cuando no puedo entenderles me exaspero», dice.

Por eso aprende el idioma de Cervantes con ayuda de un libro, pues un curso le saldría muy caro. A Anni Lanz no le importa hablar de sus limitaciones financieras. «Para un desempleado hablar de su situación es tabú. Tengo la impresión de que la gente lo toma personalmente, pero es un problema estructural, simplemente hay pocos empleos».

Sin embargo reconoce algunos puntos ‘contrarios’ en su caso. «Soy activista política y tener 59 años hace todo aún más difícil. Varias veces, cuando no obtuve el empleo, me dijeron en confianza que yo polarizaba, que había una razón política para mi no elección». Y eso en círculos que supuestamente se identificaban con sus ideas.

Neoliberalismo en todas las esferas

Lanz no tiene afiliación partidiaria. «Mi ideología es el movimiento de mujeres, su liberación. En realidad, pertenezco a todos los movimientos de liberación», afirma. Sin embargo, da la impresión que aquellas a las que pretende ayudar le dan la espalda.

¿Y la mentada solidaridad femenina? «Hoy, muchas mujeres son incapaces de decir ‘sí, soy feminista’, temen ser encasilladas. Hace 10 años eso se decía abiertamente». ¿Hubo entonces un paso atrás en el movimiento femenista? «No sé si atribuir ese retroceso al movimiento en sí. Lo cierto es que el neoliberalismo ha llegado a todas las esferas», responde.

Uno tiene que amoldarse, aclara, sino está fuera. «Vivimos un tiempo muy dogmático en el que no se toleran otros modelos de vida, sólo el que dicta la economía. La conducta tiene que estar conforme al mercado. Suiza también se ha vuelto individualista. Antes nos uníamos ante un problema, hoy cada persona busca una solución para sí misma».

Nada contra la corriente, más con el tiempo

La vida de Anni Lanz es contraria a la de muchos contestatarios en la juventud y a tono con el sistema en la adultez. Hija de una familia burguesa, estudió para ser profesora de dibujo. Se casó, quiso ser ama de casa, pero como se sentía infelíz en ese rol, su marido le hizo una propuesta fuera de lo común para esos tiempos: que siga una carrera universitaria.

Estudió sociología, empero la teoría le parecía tan lejos de la realidad que empezó a enclaustrarse. Trabajó de camarera en un restaurante autogestionario para observar de cerca el movimiento social, algo que le encantó porque «podía estar cerca de la gente».

Apenas terminó sus estudios, Lanz se juntó con otras personas y abrió un restaurante autogestionario en Basilea. «El tiempo en Hirscheneck fue maravilloso. Allí se desarrolló el movimiento juvenil, era un foco político de la izquierda, por allí pasaban todas las informaciones y yo me enteraba de todo, también de las disputas entre la generación del 68, que se consideraba la ‘Avantgarde’ y los jóvenes, de cuyo lado siempre estuve».

Abrió otro restaurante sin capital

Ante los conflictos, tuvieron que tirar una moneda para ver quién se quedaba en Hirscheneck. Lanz tuvo que irse después de dos años y medio. Poco después abrió otro restaurante autogestionario en el centro cultural Kaserne, con capital cero.

«Si tenía una pequeña ganancia compraba una silla o una mesa. Funcionó increíblemente bien», recuerda. Pero pronto surgieron conflictos políticos porque allí, en vez de organizar ‘noches culturales’, Lanz organizaba ‘noches políticas’.

Lanz dejó ese centro y la idea de un restaurante autogestionario seguía en su cabeza. «Ese es un modelo alternativo en el que cada uno escoge sus productos, pone sus precios, en el que todos los trabajadores son iguales, no hay jerarquías», dice.

No pasó mucho y dos artistas le pidieron abrir un restaurante autogestionario en la Jardinería Vieja de la ciudad. «Allí desarrollamos un proyecto cultural alternativo en el que contribuyó todo el barrio, todos podían participar, ninguno era propietario».

La fama de ser persona incómoda

El proyecto había logrado su propio desarrollo, pero para las autoridades de la ciudad fue algo inquietante porque no había control de un grupo determinado. Hubo un referéndum y por escaso margen se decidió el cierre del restaurante después de dos años.

«A pesar de que allí nunca hubo algo violento, desde entonces tengo la imagen de ser una persona incómoda», indica Lanz, quien en sus tiempos en Kaserne ya había empezado a interesarse por la política de asilo.

«Desde mis tiempos en el movimiento de mujeres sentí que debía ocuparme de los que están en mayor desventaja y ellos son los extranjeros, sobre todo las mujeres. No trabajo por ellos sino con ellos», manifiesta Lanz, quien se ha arriesgado más de una vez a chocar con las leyes suizas apoyando a solicitantes de asilo denegados.

Migración, una consecuencia del Neoliberalismo

Lanz no hace diferencias. «Es igual si es un solicitante de asilo político, económico o social.

«Ellos tal vez no son los más pobres ni los más débiles, pero vienen por la inseguridad en sus países, por la falta de perspectivas», responde interrogada por su opinión sobre el controvertido abuso del derecho de asilo.

Por regla general- añade- los migrantes tienen buena formación, muchas latinoamericanas que limpian en Suiza tienen diplomas universitarios. «Y esto también tiene que ver con la economía neoliberal, cuya prioridad es el curso de las acciones y no la creación de empleo».

Lanz está en contacto con migrantes latinoamericanos – que según una estadística es el grupo de extranjeros ‘sin papeles’ más grande en Basilea – desde hace 12 años. «Ellos vienen no sólo por la falta de perspectiva en sus países sino también porque hay demanda de ellos».

Hacer visible un trabajo que nadie reconoce

Lanz recuerda que la primera ‘sin papeles’ latinoamericana que conoció era una joven a la que un suizo le había prometido matrimonio. Como él no quiso casarse y su visa de turista caducó, ella quedó en la ilegalidad y bajo una total dependencia de aquel hombre que se aprovechó de la situación. A otras les prometen un buen trabajo y terminan en la prostitución, agrega.

Desde 1996 hasta el 2003 Anni Lanz fue secretaria política de Solidaridad sin Fronteras, «un trabajo de ensueño». En noviembre del 2004 recibió el título de Doctora Honoris Causa de la Facultad de Derecho de la Universidad de Basilea por su lucha en favor de los derechos humanos, especialmente de las mujeres y los refugiados.

De quién la nominó para el Premio Nobel de la Paz de este año Lanz dice no tener «ni idea, tal vez es un error». De lo que sí está convencida es de que esta candidatura hará visible el trabajo ‘ad-honorem’ de muchas mujeres. «No soy la única y todas somos diferentes. Lo que nos une es que cada una de nosotras se concibe como luchadora por los derechos humanos».

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

– La iniciativa de nominar a mil mujeres para el Premio Nobel de la Paz surgió el 2003.
– La suiza Ruth-Gaby Vermot-Mangold, miembro del Consejo Europeo, junto a la Fundación Swisspeace, lanzó la idea de hacer visible el trabajo de miles de mujeres que trabajan en forma anónima para mejorar la vida de las personas.
– La primera fase de este proyecto fue financiada por el Departamento Político IV de la Confederación Helvética.

– Las mil mujeres provienen de todo el mundo y de todos los estratos sociales. Son campesinas, maestras, artistas, políticas…
– Del millar de mujeres elegidas, 98 son de América Latina y el Caribe. Ellas fueron seleccionadas entre unas 450 candidatas.
– Por España han sido nominadas cuatro mujeres.
– Las suizas nominadas son Anni Lanz, Elizabeth Neuenschwander, Elizabeth Reusse-Decrey, Irene Rodríguez y Marianne Spiller Hadorn.
– En noviembre de este año se publicará el «Libro de las mil mujeres por la paz».
– En más de 2000 páginas presentará la biografía de las 1000 mujeres nominadas, sus trabajos por la paz, sus métodos, estrategias de solución y sus visiones.

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