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Una psicóloga inusual

La voluntaria suiza Vanda Mathis conversa con Delfín, portero de la ETI. swissinfo.ch

Así se define Vanda Mathis, una joven profesional suiza que en vez de un consultorio prefirió ir a Sucre, Bolivia, a trabajar con discapacitados físicos en un programa de integración laboral.

Enviada por INTERTEAM, acaba de concluir dos años de voluntariado en la Escuela Taller de Integración (ETI) de la capital histórica del país andino.

De estatura alta y una mirada que detrás de sus gafas parece escrutar su entorno mientras conversa con voz pausada, Vanda Mathis cuenta a swissinfo que ha trabajado más como pedagoga social que psicóloga en sí.

A la hora de juzgar su labor en la Escuela Taller de Integración (ETI) es severa consigo misma y cree que «ha cumplido parcialmente sus metas», juicio que no comparten las personas discapacitadas con las que tuvo relación diaria.

«Vanda me ha hecho ver que puedo ser útil y confío en ella», decía por ejemplo, Juana Cardozo, una mujer que a pesar de la incapacidad física en sus pies aprendió costura para entrar en el mercado laboral.

Experiencia e ideal

Haber nacido y pasado 10 años de su vida en Venezuela han dado a Vanda Mathis una visión distinta de la vida en el Norte y de las situaciones dispares en el Sur. Con ese cuadro en la mente encaró, apenas egresada en Suiza, su primer trabajo de voluntaria en Croacia.

En aquel país balcánico castigado por la guerra civil participó en un programa de reconstrucción y ayudó a levantar un jardín infantil para niños de las tres etnias.

La siguiente etapa, Bolivia

La importancia de hacer un trabajo que tenga sentido y las dificultades propias del mercado laboral en Suiza llevaron a Vanda a la ciudad de Sucre. Desde marzo de 2003 hasta febrero de 2005 formó parte del personal de la Escuela Taller de Integración, una ONG boliviana que ayuda esencialmente a personas con discapacidades físicas y a madres solteras.

La ETI cuenta con talleres de carpintería, costura, muñequería, guardería y un centro de rehabilitación donde los 20 minusválidos que se alojan por un año pueden aprender a compensar las deficiencias físicas y un oficio que les permita entrar en el mercado del trabajo.

Además de ellos atiende también a personas que, viviendo en otra parte, acuden diariamente a los tratamientos de fisioterapia o a los cursos de aprendizaje.

Con el cuidado de 3 enfermeras, 2 practicantes, 3 fisioterapeutas, una cocinera y el portero, las personas como Juana Cardozo, de 36 años, consiguen formarse.

«Antes me costaba manejar los pedales de la máquina de coser; hoy, con esta máquina más industrial y computarizada me es más fácil», nos dijo hace algún tiempo sin dejar de trabajar. Gracias a ese oficio suele ganar entre 300 y 350 bolivianos por mes, lo suficiente para ayudar a su madre y a su hermano.

Oscar Ortega fue afectado por la poliomielitis, y aunque sus dos pies no tienen mucha fuerza consigue apretar el acelerador de la máquina y sigue empeñado en su deseo de «tener su propio taller», meta que algunos de los egresados de la ETI lo han logrado.

Los talleres de la ETI fabrican muebles, cosen prendas o fabrican muñecas por encargo de tiendas o instituciones, y con esos ingresos costean una pequeña parte de los gastos que implica mantener el establecimiento.

Contribuir donde sea necesario

Durante sus dos años en la ETI, Vanda Mathis ha colaborado en tareas diversas, desde la revisión de los cuartos (habitaciones), la planificación de actividades del día y de la semana, pasando por la coordinación con las enfermeras fisioterapeutas y el acompañamiento a las revisiones médicas de los internos hasta las de carácter administrativo. «Un poco de todo», dice.

Alentada por su filosofía de orientar bien los recursos, promover la autonomía y la autoayuda, propuso y participó en labores de grupo, así como en actividades psicosociales que gracias a métodos sencillos como la representación teatral simple de los dramas cotidianos, cuadros y juegos alienten la incorporación de las personas minusválidas en el mercado del trabajo y en la sociedad.

«Esos medios facilitan además la transmisión de enseñanzas sobre la alimentación sana, los buenos modales y el mejoramiento de las relaciones humanas», señala.

Trabajo riguroso e interesante

Vanda recalca que hacer un trabajo exigente es siempre gratificante desde el punto de vista humano. Así, nos dice, ver que una persona llegue a la ETI casi rechazada por la sociedad y hasta por su familia constituye un reto que con la debida atención y cuidado suele tener una solución favorable.

Por eso no extraña que personas sin plena capacidad de movimiento aprendan a hacerlo valiéndose de piezas ortopédicas o de ayuda mecánica (por ej. del burrito) y, más aún, se conviertan en costureras, expertas en hacer muñecas o en carpinteros que pueden valerse por sí mismos.

La ETI tiene capacidad para sólo 20 personas que permanecen un año en la institución tras ser enviadas por instancias sociales de la ciudad u hospitales para someterse a un proceso de rehabilitación física. Vienen sobre todo del campo y de barrios marginales.

Puntualidad y limpieza

La psicóloga suiza recibe como sueldo 400 francos que son casi nada en Suiza, en Bolivia le permiten «viajar en cómodos autobuses y no en camiones como lo hacen muchos bolivianos, comer en un restaurante no lujoso y vivir bien».

Tras dos años en la ETI, «Tía Vanda», como la llaman, ha dejado su marcado apego a la puntualidad en las horas de comidas (por que se enfría, dice) y la limpieza y el orden en las habitaciones de cada una y cada uno de los «huéspedes» temporales.

Por lo demás, Vanda Mathis aprecia la amabilidad y la apertura de los bolivianos, pero aún no se acostumbra al incumplimiento, no siempre, de la palabra empeñada ni a la percepción particular que tienen del tiempo (alusión hecha al retraso involuntario o por costumbre).

Con todo destaca: «En Suiza cada uno va por su camino, aquí se preocupa más por el otro». No descarta la idea de fundar una familia en su patria pero que no sabe si sería para echar raíces. «Creo que siempre voy a tener esa tendencia de querer ir a otros lugares», predice.

Por ahora, Vanda Mathis queda como voluntaria de INTERTEAM en Bolivia y lo hace con ganas de aportar otro «granito de arena».

swissinfo, Félix Espinoza R, La Paz.

Unos 200 voluntarios suizos parten cada año a participar en diversos proyectos de cooperación al desarrollo en África, Asia y América Latina.

INTERTEAM es una de las ONG suizas que envian voluntarios a países del Sur.

La psicóloga Vanda Mathis, 33 años, es una de los nueve voluntarios de esta ONG que trabajan en proyectos de desarrollo en Bolivia.

La Escuela Taller de Integración prepara e integra en el mercado del trabajo a personas con deficiencias físicas.

Bolivia es considerado como el país más pobre de América Latina.

La Escuela Taller de Integración (ETI)en Sucre acoge a 20 personas minusválidas que durante un año reciben rehabilitación y la enseñanza de un oficio: carpintería, costura o muñequería.

Se financia parcialmente con fondos de la cooperación internacional y con la venta de productos hechos en sus talleres de carpintería, costura y muñequería.

Los residentes son gente con pocos o ningún recurso que provienen de barrios marginales de la ciudad de Sucre o de zonas rurales.

la psicóloga suiza Vanda Mathis cooperó durante dos años en la ETI.

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