Rompiendo el tabú de la salud cerebral de las mujeres
En todo el mundo la depresión afecta al doble de mujeres que a hombres. ¿Significa esto que hay que cambiar el modo de considerar el género, la salud y la ciencia? Ese es el argumento de la iniciativa Women’s Brain Project (El Cerebro de las Mujeres), que reclama un enfoque claro para investigar y tratar las enfermedades cerebrales.
Cuando los científicos utilizan en sus experimentos animales como ratones, unificar es clave. Y para que los resultados no se vean comprometidos, todos los animales objeto de estudio deben mantenerse en condiciones estrictamente controladas. Aunque los científicos podrían estar ignorando una gran desigualdad: si los sujetos investigados son hombres o mujeresEnlace externo.
“En la actualidad, la mayoría de los laboratorios solo utiliza ratones machos o hembras, según el estudio. Quienes realizan experimentos de neurociencia del comportamiento, por ejemplo, por lo general prefieren trabajar con ratones machos, porque se supone que son más estables y menos inestables que las hembras por el ciclo del celo. Algo que es incorrecto. De cualquier manera, es un error”, dice a swissinfo.ch Maria Teresa Ferretti, jefa de grupo en el Instituto de Medicina Regenerativa de la Universidad de Zúrich.
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Tal y como explica Ferretti, el problema de los ratones es revelador respecto al reto principal del proyecto El Cerebro de las MujeresEnlace externo (WBP, por sus siglas en inglés), con sede en Suiza, del que es directora científica. Una iniciativa que trata sobre cómo determinar y gestionar las diferencias de género en la investigación cerebral y la atención sanitaria.
Este programa (fundado en 2016) se distingue de otros que estudian la salud femenina por su enfoque en la ciencia. Asimismo, aboga por un enfoque claro de la investigación, el tratamiento y la prevención de las enfermedades cerebrales con relación al sexo y al género. Sus objetivos inmediatos incluyen la publicación de informes basados en las diferencias de género en las enfermedades cerebrales, así como sensibilizar sobre estas diferencias a distintos niveles: investigación, médicos y de políticas. El consorcio (que aúna a expertos internacionales en neurociencia, medicina, farmacología y psicología) espera, en el fondo, establecer un instituto de investigación en Suiza.
Para cada uno de estos objetivos, el WBP tiene un trabajo difícil, sobre todo porque la relación entre sexo, género y trastornos cerebrales es extremadamente compleja.
Una experiencia diferente de la enfermedad
La misión del WBP se basa en pruebas que sugieren que los hombres y las mujeres no solo sufren las enfermedades cerebrales y los trastornos de salud mental a ritmos diferentes, sino que también hay diferencias globales de sexo y género en cómo se viven dichas enfermedades.
“En general, las mujeres se ven más afectadas por la depresión, casi dos mujeres por cada hombre”, aclara Antonella Santuccione Chadha, cofundadora de WBP y directora médica internacional para la enfermedad de Alzheimer en Roche Diagnostics Europe.
“Las mujeres también tienen una evolución más crónica de la depresiónEnlace externo y experimentan comorbilidades, como la ansiedad; mientras que los hombres muestran rasgos más agresivos y pueden ser propensos al abuso del alcohol”, indica, al tiempo que añade que los hombres también tienen más intentos de suicidio que las mujeres.
Según Santuccione Chadha, las diferencias de sexo y género también persisten en enfermedades neurodegenerativas como la demenciaEnlace externo, que afecta a más mujeres a nivel mundial, o la enfermedad de Parkinson, que afecta de manera desproporcionada a los hombresEnlace externo.
“Estamos revisando los datos científicos disponibles, y parece que, en las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer, la atrofia cerebral es también más rápida en las mujeresEnlace externo”, señala Santuccione Chadha.
Puede escuchar la charla que Santuccione Chadha dio en TEDx Carouge en febrero de 2018, donde explica cómo las enfermedades cerebrales afectan a hombres y mujeres de modo diferente (en inglés).
Estrés y estereotipos
Pero abordar todas estas variaciones (tanto a nivel de investigación científica como de atención médica) es más difícil de lo que a primera vista pueda parecer. Los científicos no saben hasta qué punto estas diferencias se deben a la genética y a la biología –o al sexo– y en qué medida a las construcciones sociales y a los estereotipos que conforman la experiencia de género.
“En la mayoría de las culturas se considera a las mujeres las principales cuidadoras de la familia. Esto puede llevar a una mayor presión o estrés, que puede llevar, a su vez, a problemas de salud”, explica Annemarie Schumacher Dimech, cofundadora y presidenta de WBP y directora del programa de estudios de cuidados paliativos de la Universidad de Lucerna. Este estrés –añade– es especialmente dañino para las mujeres de mediana edad que están cuidando a sus hijos y a sus padres ancianos, al mismo tiempo. Schumacher Dimech se refiere a ellas como “la generación sándwich”.
También se piensa que los factores socioeconómicos, que a menudo se dividen en función del género, desempeñan un papelEnlace externo en la determinación del riesgo general de sufrir Alzheimer.
“Uno de los factores de riesgo para padecer Alzheimer es la baja educación y el rendimiento laboral. Incluso en sociedades occidentales como Suiza, las mujeres tienden a tener niveles de educación más bajos. Inclusive, si alcanzan el mismo nivel que los hombres, suelen aceptar trabajos menos desafiantes porque acostumbran a quedarse con la familia”, dice Ferretti.
También hay diferencias biológicas, por supuesto. En lo que se refiere a la salud mental, los cambios hormonales en las mujeres pueden causar depresión posparto u otros desórdenes del estado de ánimo relacionados con el síndrome premenstrual. Las mujeres también tienden a tener mayor esperanza de vida que los hombres. Y esto podría hacerlas más vulnerables a desarrollar a lo largo de su vida enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
Reescribiendo la ciencia
El WBP comenta que si bien trata de educar a investigadores y profesionales de la salud sobre estos temas, concienciar es solo la mitad de la batalla. “Necesitamos reescribir la forma en que se hace ciencia”, manifiesta Santuccione Chadha.
No hay consenso, por ejemplo, en cuál es la mejor manera de incluir ratones machos y hembras en los experimentos. ¿Es mejor dividir el número de animales y que la mitad sean hembras y la otra mitad, machos? ¿Sería preferible duplicar el número de sujetos estudiados? ¿Esta última opción es ética teniendo en cuenta el bienestar animal?
Ferretti también argumenta que cuando se trata de investigación preclínica de fármacos y terapiasEnlace externo, los datos sobre pacientes humanos deberían analizarse teniendo en cuenta el género. Algo que no se hace de manera consistente, aunque existen múltiples métodos estadísticos que podrían utilizarse para ello. Tampoco existe un acuerdo científico sobre la mejor manera de hacerlo.
Al WBP también le gustaría ver una evolución en la política de investigación europea, en línea con la transformación que se está dando en países como Estados Unidos. Los institutos nacionales de salud (NIHEnlace externo), por ejemplo, han creado pautas para que las becas de investigación exijan que los candidatos describan cómo el sexo y los factores de género se tienen en cuenta en sus investigaciones.
Rompiendo tabúes
¿Existe el riesgo de observar la salud cerebral de hombres y mujeres a través de ópticas individuales? ¿Podrían las investigaciones confirmar las diferencias en los síntomas de las enfermedades y que, por ejemplo, el diagnóstico y el pronóstico sean utilizados indebidamente para negar a los miembros de un sexo el acceso a ciertas oportunidades o empleos, o para aplicarles primas de seguro más altas?
Ferretti y sus colegas del WBP reconocen que al hablar de diferencias de género y salud, siempre se corre el riesgo de que la información pueda utilizarse en contra. Pese a eso sostienen que este riesgo es menor que el de ignorar las diferencias y el impacto que estas tienen en la salud.
“Lo que tratamos de decir es que pueden existir diferencias pequeñas en funciones fisiológicas básicas, pero cuando se trata de la vulnerabilidad a una patología, esas pequeñas diferencias iniciales podrían resultar más adelante una gran diferencia. Creo que tenemos que superar la resistencia a hablar de estos temas porque la gente tiene miedo”, dice Ferretti.
Santuccione Chadha indica que un planteamiento preciso en el tratamiento de los trastornos cerebrales, basado en una mejor determinación de las diferencias de género, podría ayudar incluso a reducir los costes sanitarios.
“Si se receta el medicamento adecuado a la población de pacientes adecuada, se reembolsará como corresponde, así que los costes del sistema de salud se reducirían. En oncología, ya existen fármacos aprobados para subtipos de tumores basados en expresiones de genes específicas. Esto también debería ser posible en el caso de los trastornos mentales y neurológicos”, argumenta.
Las tres coordinadoras ponen el acento en que el proyecto se centrará en la igualdad.
“Esta no es una campaña solo para las mujeres: al estudiar qué falla en la salud de las mujeres, también aprenderemos cuestiones que ayuden a los hombres. El objetivo final debería ser ayudar a todos a tener la mejor prevención, el mejor diagnóstico y el mejor tratamiento posibles”, resume Ferretti.
Datos, género y el cerebro (artificial)
Otra iniciativa de neurociencia con sede en Suiza, Human Brain ProjectEnlace externo (Cerebro Humano), tiene como objetivo modelar el cerebro humano utilizando el poder de superordenadores para procesar la enorme cantidad de datos involucrados en la simulación y conexión de 100 000 millones de neuronas.
Aunque todavía no existe la colaboración entre ambos proyectos, el WBP tiene en su punto de mira grandes datos, y será un tema de debate en el segundo Foro Internacional sobre el Cerebro y la Salud Mental de la Mujer que se celebrará en la Universidad de Zúrich en junio de 2019.
“De cara al futuro, nuestra idea es trabajar con personas sobre grandes datos y algoritmos, ya que pensamos que, incluso en estos enormes conjuntos de datos y en su análisis, podría haber diferencias de sexo y género que merecen explorarse”, observa Ferretti, haciendo referencia a un artículo de la revista médica JAMA de 2016Enlace externo, que identificó sesgos relacionados con la salud mental y física en el funcionamiento de Siri y otras aplicaciones similares de asistentes virtuales.
“Nos preguntamos si en estos conjuntos de datos utilizados para generar algoritmos predictivos hay un sesgo por sexo. Si la mayoría de los datos recogidos corresponden a la población masculina, podríamos tener un modelo que solo funcione para hombres”.
Traducción del inglés: Lupe Calvo
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