«La piedad», oscuro cuento familiar con tintes norcoreanos, asombra en BIFAN
Seúl, 13 jul (EFE).- El público surcoreano recibió sorprendido y entre aplausos en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bucheon (BIFAN) la proyección de «La piedad» de Eduardo Casanova, oscura película sobre relaciones materno filiales que incluye a la dictadura norcoreana y su iconografía como trasfondo en un relato hecho «con mucho respeto», según contó a Efe el cineasta.
«Ha sido un sueño poder presentarla aquí. Necesitaba saber qué opinaba el público coreano», explicó hoy Casanova, que escribió las primeras líneas de lo que sería el guión de la película, que compite en el sección oficial del BIFAN, tras visitar hace años la zona desmilitarizada entre las dos Coreas, que técnicamente se mantienen en guerra desde los cincuenta.
El director madrileño, de 31 años, afirma que le encantaría saber «qué opinaría un desertor o desertora norcoreana» al ver la obra, la cual le gustaría poder estrenar en Corea del Norte, algo prácticamente imposible porque a la censura del régimen se une ahora el cierre fronterizo total por la pandemia.
«La piedad» narra, en un tono de ensoñación pesadillesca, la enfermiza relación entre una madre (Ángela Molina) y un hijo (Manel Llunell) y el conflicto que se abre ante ellos mientras, a miles de kilómetros de distancia, se suceden los últimos días del dictador Kim Jong-il, padre del actual líder norcoreano, Kim Jong-un, fallecido en 2011.
La película se centra en «el viaje de una persona que trata de salir de su casa para poder entenderla, pero que a la vez está condicionado por una gran dependencia. Es algo que también sucede con mucha gente que huye de Corea del Norte y que acaba necesitando volver (a su país natal)», cuenta Casanova.
Más allá del paralelismo entre relaciones familiares y dictaduras, la cinta -un trabajo que el cineasta ha definido como tremendamente personal- le sirve a Casanova para hablar también de la relación personal con su propia madre.
«Nos relacionamos sometiendo y dejándonos dominar. Hay grandes dictaduras y microdictaduras. La familia es una de ellas. Sean matriarcados o patriarcados», afirma.
En una película en la que «la estética está muy al servicio de la obra» y en la que el propio Casanova firma el diseño de producción destacan, además de las canciones norcoreanas que honran al partido único y a sus mariscales, el uso del rosa (color que obsesiona al director y que recubre, por ejemplo, muchas fachadas en Pionyang) para recrear texturas como las de la propaganda del régimen de los Kim.
El realizador se apresura a aclarar que en ningún momento «La piedad» trata de ser «una apología de las dictaduras»; es, asegura, un ejercicio «artístico, nunca moral. Porque moralmente estoy en contra de las dictaduras».
Casanova dice sentirse fascinado por el uso que el régimen norcoreano hace de la estética «para controlar al pueblo» y en especial por la figura de Kim Jong-il y la pasión de este dictador por el cine, lo que le llevo a secuestrar durante casi una década a dos grandes estrellas del cine surcoreano, Choi Eun-hee y Shin Sang-ok, para tratar de modernizar la industria fílmica local.
«Esa psicopatía le llevó a convertir Pionyang en un escenario de cine gigantesco», opina el director. EFE
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