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Civiles y familiares de yihadistas huyen del último feudo del EI en el este de Siria

Una mujer con niqab lleva en brazos a un bebé cerca del campo petrolero de Al Omar, en la provincia de Deir Ezzor, en el este de Siria, el 25 de enero de 2019, tras haber huido del último bastión del grupo yihadista Estado Islámico afp_tickers

Dima Qatrana, de 22 años, enterró a una de sus hijas gemelas y huyó con la segunda del último bastión yihadista del grupo Estado Islámico en el este de Siria, ante el avance de las fuerzas kurdo-árabes apoyadas por Estados Unidos.

En los últimos días, miles de personas, civiles o familiares de combatientes del EI, huyeron de la ciudad de Baghuz, blanco de una ofensiva de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza kurdo-árabe apoyada por la coalición antiyihadista liderada por Washington.

Aferrándose a su bebé de once meses, Dima Qatrana inició a pie un periplo de varias horas hasta llegar a los sectores controlados por las FDS, que la llevarán junto a cientos de personas a campamentos de desplazados gestionados por los kurdos en el norte del país.

La joven asegura que no tiene ningún vínculo con los yihadistas. «Tengo miedo de ellos», dice a la AFP y afirma que quiere encontrarse con su marido, cocinero en Turquía.

«Enterré a una de mis hijas, murió de frío y hambre, y la segunda está muriéndose», se lamenta la joven. «Tiene diarrea y no deja de vomitar», añade, mientras su convoy hace un alto cerca del campo petrolero de Al Omar, controlado por las FDS en la provincia de Deir Ezzor.

Con el apoyo de los bombardeos aéreos de la coalición internacional, las FDS conquistaron progresivamente la mayor parte del bastión del EI.

Estos territorios son bombardeados a diario y el sector alberga a cientos de civiles, que quieren escapar de los combates y de la muerte.

«Hemos dormido once días en la calle, nuestra casa fue bombardeada», asegura Qatrana, que abandonó la ciudad de Baghuz, en el frente, donde vivió un año.

– «Nada que comer» –

Qatrana abandonó la provincia de Alepo, en el norte, acompañada de la familia de su marido para llegar a la región de Deir Ezzor. Allí, primero se quedó en Bukamal, que el poder de Damasco arrebató al EI a finales de 2017. Después se refugió en Baghuz.

«¿Cuándo llegaremos?», pregunta una de las mujeres durante la pausa cerca del campo petrolero, en referencia a la zona de desplazados de Al Hol, en el norte.

Algunas dicen que llevan sin comida varios días. Los recién nacidos lloran, mientras sus madres intentan calmarlos. Los niños tienen el rostro blanco de polvo, y algunos sufren erupciones cutáneas.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), 8.000 personas salieron desde el lunes de los últimos territorios del EI cerca de la frontera iraquí, incluidos mil yihadistas. Desde principios de diciembre, salieron más de 29.000 personas.

Sarah al Sahar intenta calmar a su bebé que no deja de llorar. «Tiene hambre y está enfermo», justifica la mujer de 32 años, madre de dos hijos. «No hay nada para comer allí, no hay nada, ni pañales», se queja.

La mujer caminó seis horas antes de llegar a las primeras barreras de las FDS. También afirma que no tiene relación con los yihadistas. Pero su testimonio es difícil de verificar de manera independiente.

«No nos autorizan a partir, lo intentamos tres veces, y nos trajeron de regreso», explica Al Sahar.

– «Estábamos bien» –

Solo el viernes, cerca de 750 personas llegaron a los territorios de las FDS, principalmente familias yihadistas de nacionalidad iraquí, según un responsable de un consejo administrativo local implementado por las FDS, Mohamed Suleiman Othman.

Entre ellas, hay 150 hombres sospechosos de ser combatientes del EI, que quedarán en manos de las FDS después de haber sido separados de los civiles cerca del frente, según Othman.

También, 14 mujeres y sus hijos de varias nacionalidades –rusas, ucranianas y turcas–, son trasladados a un centro especializado para ser interrogados.

Um Baraa, de 20 años, perdió a su marido combatiente en un bombardeo de la coalición internacional. La mujer no esconde su tristeza ante el declive del EI.

«Estábamos bien […] si no hubiera habido el avance [de las FDS], no nos habríamos ido», lanza la joven de 20 año. «Hoy, no sabemos qué nos espera», agrega.

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