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El turismo de aventura por el Darién o la banalización de una crisis humanitaria

Irene Escudero

Bogotá, 25 jun (EFE).- «Nuestro objetivo es atravesar la que probablemente sea la selva más infame del mundo». Lo podrían decir los miles de migrantes que cada día pasan el Tapón del Darién, que separa Colombia de Panamá, pero la frase es una oferta que hace una empresa de turismo de lujo de aventura alemana.

Dos semanas por esta densa selva con «desafíos enormemente diversos y duros» y que supondrán «la aventura de tu vida», oferta Wandermut, una empresa alemana que ofrece experiencias por el Darién por 3.643 euros (casi 4.000 dólares de hoy).

Su «aventura» se hace en esa extensa jungla, sin cruzar fronteras y por el lado del Pacífico, a unos 90 kilómetros de donde pasan diariamente los migrantes -sobre todo venezolanos y haitianos- arriesgando su vida para llegar a Norteamérica, lo que ha levantado polémica en las últimas semanas.

NO ES LA MISMA ZONA

«El Tapón del Darién es una región muy vasta. Nosotros operamos en el Pacífico, zona suroeste del Darién, lejos de la frontera, mientras que las rutas migratorias se encuentran en el Caribe, al norte, cruzando literalmente la frontera entre Colombia y Panamá. Hay casi 100 kilómetros de espesa jungla y anchos ríos entre ellos y nosotros», dijo Rick Morales, uno de los guías de la empresa, a EFE en una declaración escrita.

Justamente este viernes, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) también salió en defensa de la empresa y del turismo que puede ofrecer el Darién, rico en diversidad, y que desde hace más de una década está abierto a excursiones, expediciones naturales y otro tipo de turismo.

«Este tipo de conexión no existe, ya que estas dos actividades tienen lugar en áreas completamente diferentes del Darién, separadas por más de 55 millas (más de 90 kilómetros) de bosques tropicales y territorios tribales», subraya la ATP.

Para ellos la crisis migratoria, «como fenómeno relativamente nuevo, no tiene nada que ver con las actividades turísticas que se han llevado a cabo durante décadas en Darién y en el resto de nuestro territorio».

BANALIZACIÓN DE UNA CRISIS HUMANITARIA

Aunque el número de migrantes se ha disparado en los últimos 2 años, con más de 184.000 personas que ya han cruzado de Colombia a Panamá por el Darién este año (el quíntuple que en el mismo lapso de 2022), la crisis humanitaria en esta frontera natural no es nueva y personas de todo el mundo -incluso de África y Asia- llevan más de una década intentando atravesar las montañas y ríos del Darién no precisamente para «disfrutar de una aventura».

«Somos testigos de lo que supone para los migrantes el cruce de esta selva; es una selva inhóspita, muy difícil, sin servicio, los migrantes están expuestos a un número enorme de accidentes por la geografía de esa selva (barrancos, ríos, etc), a enfermedades por las condiciones deficientes sanitarias en la ruta», explica a EFE Luis Eguiluz, jefe de misión en Colombia y Panamá de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Esta organización realiza casi la totalidad de consultas médicas en las estaciones de recepción de migrantes de Metetí, en el lado panameño, a la salida de la selva.

«Es una auténtica crisis humanitaria (…) Estamos hablando de más de 500 personas diarias que se exponen a esta situación; de niños, niñas, adolescentes, mujeres embarazadas, personas con capacidades diversas que se exponen a esta ruta», denuncia el jefe de misión de MSF.

Además, en esta selva, que ha servido de escondite durante décadas a la guerrilla y paramilitares colombianos, siguen operando grupos armados y traficantes, que exponen a robos, agresiones y constantes agresiones sexuales a los migrantes.

«Evitamos la zona fronteriza directa a Colombia y el este del Darién. Cualquier otra cosa sería imprudente», advierte la empresa alemana de turismo. Los migrantes, sin embargo, no pueden evitar esa zona de paso y de hecho quedan expuestos a pagar por transitar una ruta un dinero que queda en manos de los grupos armados y criminales.

A los intrépidos que paguen los 3.643 euros se les ofrece seguridad, equipos de «última tecnología» para no perderse y, «en emergencias extremas, se envía una señal a través de un teléfono satelital».

A 90 kilómetros, los migrantes que cruzan «no pueden pagar por seguridad, no pueden pagar por las rutas más fáciles, entonces se exponen a las rutas más difíciles», recuerda Eguiluz. En la zona del Darién por donde pasan los migrantes no se sabe cuántos se quedan por el camino.

«En nuestras consultas médicas y de salud mental vemos el sufrimiento que les causa la exposición a esta selva, por lo tanto toda banalización de esta crisis humanitaria no ayuda precisamente para mostrar la tragedia de estas personas», lamenta Eguiluz. EFE

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