El convento benedictino de Müstair, en el cantón de los Grisones.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
El acceso al patio exterior del convento, donde están los establos.
(swissinfo.ch/Stefania Summermatter)
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Construida alrededor del año 960, la torre Planta es la construcción profana más antigua del arco alpino. Con su forma característica de colas de golondrina crea el perfil inconfundible del monasterio.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
El claustro ofrece al visitante una muestra de la calma del convento, en un punto de encuentro entre la iglesia y el museo.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
“Per grazia ricevuta”, una vista de las ofrendas.
(swissinfo.ch/Stefania Summermatter)
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Los frescos carolingios y románicos en la iglesia del monasterio.
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La estatua de Carlomagno es el símbolo visible de la veneración por el emperador. Según cuenta la leyenda, fue el mismo Carlomagno quien ordenó la construcción del monasterio.
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La Virgen en el trono con el Niño es una de las principales obras de arte medieval que se conservan en el convento.
(swissinfo.ch/Stefania Summermatter)
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A los visitantes se les permite asistir a la misa en la iglesia del convento, pero no pueden acceder al área donde rezan las hermanas.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
El Juicio Universal rodeado de una corona de ángeles.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
El jardín en el interior del convento.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
“Ora et labora”, tanto de día como de noche.
(Die Bräute Jesu, Marianne Pletscher e Susanna Fanzum, SF, 1998)
Estas celdas, suficientes para albergar una cama, una jarra y un reclinatorio, se usaban antaño para dar cobijo a las novicias o los sirvientes.
(Fundación Pro Convento San Giovanni, Müstair)
Una elección que va más allá de la vida para las hermanas benedictinas de Müstair.
(James Steakley)
Entre historia, arqueología y espiritualidad
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Situado al pie de los Alpes suizos, el convento de San Giovanni ofrece una mirada única sobre la Edad Media que le valió, en 1983, ser inscrito en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO. Un monasterio vivo, donde coexisten valores culturales, investigación arqueológica y rigor benedictino.
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